miércoles, 8 de junio de 2011

Conquistarte.


A raíz de la última pisada que dejaste sobre la pestaña anonadada, no pude más que callar y vibrar con las cuerdas que cruzan tu cuerpo sin un claro fin. Darle vida a la revolución a punta de besos, flechar la mano con el corazón y combatir una vida por dibujarte una metáfora en la boca.

Mi grito es flor marchita que no quiere morir, una pestilencia que emana mi sentimiento más perdido en tu bosque de lamentos que se aleja sin despedir, abrazos para acalorar al invierno, un creador recién creado, un universo sin descubrir.

Las paralelas que se tocan, una historia que no me contaron al dormir con las uñas sucias de tanto escarbar tu cuerpo buscando un hueso sobre el cual escribir. Más abajo de los lamentos, más arriba de la divinidad profana, entre suspiros y acordes desafinados yo quiero huir; hacia un mundo gris, un encuentro asaltado por la ansiedad, una sonrisa que golpea fuerte en ese lugar que no podía sentir.

Arriba los pies, abajo los polos que frío de esta noche se nos quiere morir. Abandonados todos a la suerte de los dados cargados, ese juego que te desangra con tanto placer, que te gasta los zapatos bajo la niebla, que dispara antes del gatillo tirar, antes de contemplar el invierno con sus calles inundadas de pobreza, de melancolía y de desamor.

Me declaro perdido en ti, catatónico enterrado sin ser invitado a mi funeral, con colores de uno que está vivo, pero sin conocer ni admitir libertad otoñal. El sol que calienta la primavera, es la copia infernal de tus cabellos desatados al atardecer, casi como un gesto de revolución, una espiral que cae y sube en tanto tú respiras y enmudeces.
Tu rosto se fusiona en la tierra, tu costado más débil es la costilla que me falta, mi lado más fuerte es la costilla que tú tienes.
Siento que yo no existo si tú no me miras.

Sujetado a temores de la esquina más segura de tu ser, un peligro que lleva un vacío en su interior, sin cuerda se sostuvo la música en nuestra habitación. Casi dos horas faltaban para que te fueras y yo ya te había dejado partir, un minuto luego que te alejaste y te sentí venir.

Siete días en la semana, sonrío al pensar en un mes. Despeinadas las estrellas, repartidas con el cuerpo quebrado, sin brillo anestesiado en unos ojos que sólo ven gris.

"Darle vida a la revolución a punta de besos, flechar la mano con el corazón y combatir una vida por dibujarte una metáfora en la boca. La batalla más bonita, la muerte justificada, el sentido único que puede colorear la pupila del que por una caricia su vida dio.
Su enemigo un cigarro, su arma un clavel. Un jardín de pasiones que quedan por morder.

Acércate, yo dentro tuyo estaré."