viernes, 3 de marzo de 2023

Atacama

 Una recta sujetada en el último extremo de continente, en el borde del pedazo de tierra que quiso descansar hacia el sur de nuestra existencia. 

Por allá se desbordaron los ríos durante los viejos tiempos, por allá se abrieron paso desde la montaña hacia mar: enormes torrentes de lágrimas y dolores ancestrales clamando entre vertientes por aquellos que nunca lograron volver. 


Donde se torna más seca la vida, donde la sal y el viento momifican misterios y caminos hacia caletas olvidadas por los corazones de la humanidad. En esas orillas frente al mar el silencio cuenta anécdotas de alfareros que hablaron con el cielo. Mirar las estrellas es mirar su reflejo en las olas, es verlas móviles y danzantes frente a la eterna oscuridad de este desierto sin propietario. 


Aquí lo que hoy es superficie, alguna vez fue fondo: profundidad.


Aquello que se asoma, que insiste en el límite, es también un canal hacia los dolores que lo mueven / nos mueven. 


¿Y qué seremos? 

¿Dónde procederemos a convertirnos en un susurro más de esta planicie que se hunde, pero será superficie?


Las quebradas, las curvas entre el agua y los cerros, esa coreografía que fluye hacia lo que se desemboca. De tanto mirar arriba, ¿miramos hacia adentro? ¿Sentimos hacia adentro?


El agua es mi registro.

Mi pulso, una marejada. 

La luna, otro rostro sobre el negro hierro del mar.  

miércoles, 2 de junio de 2021

Sean los límites un espacio, y no una frontera.

Sean los verbos conjugados en plural parar confrontarnos con la soledad. 

Sean nuestros monstruos aquellos pantanos que sujetan la posibilidad. 


Los que temíamos se alinea entre constelaciones del corazón, 

se esconde es nuestro pulso, se asoma cuando jugamos a escaparnos.

¿Alguna vez nos alejamos?

¿La distancia existe cuando estamos deseando colisionar?


A la carne la mueve lo subcutáneo. 

Ese rojo destello que se impulsa más allá de lo lógico. 

Algo como un baile, sin tanta coreografía, para evitar lo que nos espera en el fondo del (a)mar. 



Entraba una muralla de nubes desde el horizonte hacia nosotros. Lo vimos venir, y tuvimos que decidir. Los vi correr hacia sus balsas para alejarse remando con desesperación. Otros buscaban entre la vegetación un lugar para resistir lo que estaba por llegar. Lo cierto fue que en esos instantes, ninguno de quienes estábamos allí pensó en el fuego como un recurso, siquiera una como una esperanza, mucho menos una defensa. 

Yo sólo busqué contemplar la potencia y la profundidad de aquel océano que levitaba lentamente hacia la fractura final de lo que llamarán continente. Eso que avanza teñido en densidades de grises y negros, pasando por sombras azules, mostrando en sus indefinidas y fluidas curvas, como metáfora de eso mismo que tenemos dentro y guarda lo más terrible de cada uno de nosotros. 

Un recuerdo que no era mío, y que tampoco tenía imágenes, se movía en mi sangre. Algo en mi interior dialogaba con esa tormenta que se aproximaba. Lo intenté capturar con mis ojos, recorriendo manos y pecho, hasta los pies y también sus dedos. 

Lo que encontré fueron las memorias que dibujé en el cuerpo. 

Lo que empezaba era un ritual.

Lo que acontecerá es algo sin lengua, se inscribe el pasaje de lo que era y lo que soy. 

 


viernes, 28 de mayo de 2021

 Somos eso mismo que dejamos ir. 

Aquello que se hundió cuando el corazón palpitaba sobre el atardecer de nuestro horizonte.

Tardes cubiertas por las marejadas de la emoción. 

Lo que quedará, piedras pulverizadas en arena.

Nuestros cuerpos como historia viva del sentir.

Como lo que alimenta el suelo fértil de lo que no nos dijimos.

De aquello que nos promete un mañana sobre el ayer que no fue. 


Asomaba la luz de la luna sobre su cuerpo joven, todavía, una noche calma en el sur del mundo. En los archipiélagos de islas que abren canales para que podamos rebotar, de una orilla a otra. Y sobre nosotros, un cielo estrellado, un mapa dibujado con la vida de los antepasados. Los vientos que azotan el trozo de tierra que quedó rezagado al sur del mundo, esa esquina fría que no nos gusta visitar. 

Aquí vivimos, aquí nos cazaron, aquí nos sepultaron para convertirnos en luces colgando en el lago indomable. En el Chelenko, entre cuevas y ríos indómitos, pero tranquilos. 

Se asoma otra luna sobre nosotros.

 

viernes, 11 de septiembre de 2020

 Dicen que el agua tiene memoria. 

Que tenemos tanta costa como muertos en la historia de estas tierras. 

Sigue sangrando el exterminio.

De la memoria, de nuestros antepasados. 

Y lo digo con descaro, como si hubiesen pasado,

A otra época, quizás.


Prefiero creer que sus venas derramaron, 

La rabia que brota años después.

Cómo cosechamos el dolor incrustado por el estado,

Cómo nos devolvió la mar,

Los cuerpos que arrojaron al fondo mojado,

Recordando que las estrellas no dejan pasar

Las almas que lucharon por romper el control. 


Que desborde la emoción a los pueblos de la nación,

de mi tristeza surge la melancolía que alumbra como un sol,

entre tanta negra oscuridad, entre tanta de intención

de que vivan los muertos en mi respirar.


viernes, 22 de mayo de 2020

La prisa de encontrarse con la más primitiva pasión.
Los ojos que miran, ¿se retraen o despliegan al llorar?
En cada sílaba, la curvatura de tu lengua tejiendo emoción con fonemas,
memorias estampadas en el aire que reseca tus labios.

¿Hacia dónde se desparrama la herida que te mantiene vivo?
¿Cuándo empecé a desplazarme hacia mi final?

Si me muero que no sea por equivocación.
Los meses fríos, el presente imitando al pasado y la cuarentena del cuerpo.

Enterrados entre rutinas y pantallas, enjaulados combatiendo una guerra que no se puede disputar.

Navegar las horas con los ojos buscando hacia adentro.