martes, 31 de agosto de 2010

Si tan sólo...


Me declaro culpable de haber nacido sin querer, sin proponer algo más para hacer. Y si te digo aquí todo lo que sé, me quedaré con las manos vacías, sin tus disculpas voladoras, sin tus "tal vez".
Un grito que viene de abajo, de la punta de los pies, que llega hasta lo más alto, el pelo más desordenado que hoy dejé crecer.
Libertad proyectada en tu caminar, amarrar las sensaciones a una roca y tirarlas al mar, escribirte un poema en una botella y guardarla dentro de un sobre. Y puede que te vaya perdiendo, pero me estoy escondiendo, hacia adentro, cada vez más adentro.
Pero vuelves sin preguntar, bailando sin ritmo alguno, mirando a los ojos con una pasión barata y malgastada. ¿Qué te queda por buscar?

Luz que no ilumina mi oscuridad, brazos que no saben abrazar. Un juego del destino, una ruleta rusa para ganar a la ebriedad. Lo tuyo nunca fue lo mío, ni el cielo, ni tu desolación. Un segundo para estar solo, se yuxtapone con una vida para estar perdido, ahogado, confundido.
Si solamente soplaras para borrar y no para suspirar, si tan sólo besaras para retener y no para ilusionar.
Salir a buscarlas todas, todas las explosiones cósmicas que se levantaron por vanidad, todas las muertes sin final, todo eso que te queda por abandonar para aprender. Tomarlo como casual, que todo aquel que llega, algún día se despedirá.
Eterno que buscas la mortalidad, expresión de muerte, el interior se deshace de su exterioridad.
Miento hasta en la más pura verdad, te creo hasta lo que rezas con los dedos cruzados tras la espalda.
Una conciencia alterada, un vaso medio lleno, un corazón medio vacío.
Si solamente miraras para reflejar y no para llorar, si tan sólo amaras para siempre, y no para olvidar.
Si estuvieras acá, yo podría descansar.
Si tan sólo pudieses respirar, yo no despertaría con frío en medio de mi oscuridad.
¿Por qué los pasos son siempre en falso?
¿Por qué los saltos son siempre hacia el vacío?
Si tan sólo pudieses dejar tus marcas sin que duelan, y babearme el alma.
Aunque la flor crezca, aunque el sol salga de su escondite, aunque aparezcas en los sueños, ya no estás.
Si callaras y no existiera mañana, el ahora sería ideal.


domingo, 22 de agosto de 2010

Invierno...


Un momento de descanso para mis espirales cotidianas, una sensación fría y pálida. Y empezar a caminar llorando, por la vida. Llorar por todos esos errores, por todo lo que ya no está y por lo que nunca estuvo. Llorar porque es necesario.
Sentirse triste porque una estrella se apagó, perder la vitalidad a causa de la ausencia de tus cabellos.
Llorar por la vida, porque nunca nadie nos enseñó a caminarla.
Llorar, porque el horizonte es una línea que nunca llegaremos a cruzar.
Llorar por la vida, porque duele.
Llorar por mí, porque me duelo.
Llorar por tí, porque te siento como la lluvia.

Muerto.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Lapsus...


La casa está silenciosa, el día caluroso y mi razón muerta.
Lentamente abrí las puertas de las habitaciones, y por desgracia, todas están vacías. Otra mañana solo.
Me recuesto sobre mi cama y observo las fotografías familiares desteñidas por el sol. Tantos recuerdos que ya no vuelven, tantas caras perdidas en el tiempo, tanta gente enterrada.
Suspiro y trato de no pensar en estos últimos días. Otra mañana acompañándome.
Entre cavilaciones me quedé dormido, no recuerdo bien si una lágrima rodaba por mis mejillas, creo que sí, pero ya no importa.


Sentí que me movían el cuerpo, que me sacaban de mi reparador e inerte descanso, no quería ver las fotografías otra vez. Pero al abrir los ojos me encontré con un niño sonriendo y una mujer sosteniendo una bandeja con una taza de café humeante, un vaso con jugo y un pan. Ambos me miraron y sonrieron, el pequeño contó con los dedos de sus manos hasta tres mientras miraba a la mujer, y juntos gritaron:
-"¡Feliz día del papá!"

Yo me senté en la cama y los miré desconcertado, casi por instinto les devolví la sonrisa con una
mirada cálida.

-Muchas gracias, esto sí que no me lo esperaba.

El pequeño me abrazó y me susurró al oído, "te quiero papito". Yo lo abracé fuerte y sentí su olor a inocencia, era mi hijo. Mientras le abrazaba, miré a la mujer y la reconocí finalmente. Era ella, la que siempre estuvo a mi lado, la que siempre amé. En ese momento estaba seguro de que lo que siempre quise se había hecho realidad, y fui feliz, tanto como nunca antes lo había sido.

Mi hijo y mi mujer se metieron dentro de la cama, prendieron la televisión y comenzaron a comentar los planes para el día. Yo los oía en silencio y asentía con la cabeza cada vez que me preguntaban algo, no podía creer lo rápido que había pasado el tiempo. Finalmente nos vestimos y salimos a almorzar al restaurant favorito de mi mujer, donde íbamos cuando éramos jóvenes.
Ella estaba tan cálida, no me soltaba la mano y me besaba cada vez que tenía la oportunidad. El pequeño correteaba alrededor nuestro. Todo era perfecto.

Luego del almuerzo fuimos a dar un paseo por la playa, nos sentamos sobre una banca y ella me abrazó y me besó apasionadamente.

-Te amo tanto, espero te haya gustado la sorpresa que te preparamos.

-Obvio, me encantó. Aparte, parece que el pequeño lo está pasando mejor que nunca.-

Respondí mientras el niño jugaba con un poco de arena. Luego ella me besó la mejilla y me susurró al oído:
-Mi amor, vamos a ser padres nuevamente. Estoy embarazada, ¿no es genial?

La miré, sonreí, le besé y abracé fuertemente. Era lo que estábamos esperando.


Volvimos a casa, ayudé a mi pequeño con una de sus tareas para el colegio, le acosté y fui a mi habitación. Allí estaba ella acostada leyendo un libro que llamó mi atención. Me sintió entrar en la habitación y levantó un poco la mirada.

-Estás escribiendo cada vez mejor, esta historia está preciosa. Ojalá tu editor no cometa el grave error de editarlo.

-Es su trabajo, creo que debe hacerlo, ¿no?

-Pero, no comprende el real significado de cada letra, esto debe quedarse tal y como está. O por lo menos esa es mi humilde opinión.

Le sonreí y le dije que hablaría con la editorial para que trataran de dejarlo así. Ella me abrazó y apagó la luz. Nos dormimos así, amándonos.

Al otro día desperté algo más cansado que el día anterior, me giro y le acaricio la espalda a mi mujer. Algo ha cambiado en ella, se le ha secado un poco la piel, su pelo está más blanco, su cara tiene más arrugas, pero sigue estando igual de hermosa, ese brillo en su rostro no ha cambiado en nada. Se despierta me mira y sonríe:

-Buenos días, mi amor.

Le beso en la boca y le hago unas caricias en la espalda. Suena el teléfono, ella contesta. Es mi hijo.
Mientras ella responde monosílabos, yo me dedico a ver las fotografías sobre los muebles de la habitación. En alguna de ellas me encuentro abrazando a hombres ancianos que me entregan una especie de premio, tomo el marco en mis manos y leo "Premio a la novela del año".
Dejo la fotografía en su lugar, le beso la espalda a mi mujer mientras ella cuelga el teléfono y ríe nerviosamente:

-Ya detente, sabes que me encanta eso y no tenemos tiempo. Estamos invitados a almorzar a la casa de nuestro pequeñín.

Avanzó rápidamente la mañana, de un momento a otro ya estaba sentado en la mesa, rodeado de gente que reía, conversaba efusivamente y comía. Reconocí a mi hijo, a su mujer y a mi nieto. Se veían felices, me sentí tranquilo. También estaba mi hija, está en plena juventud así que se le veía un poco aburrida, pero su sobrino la entretenía, tal parece que le gustaban los niños. Antes de tomar un poco de mi copa de vino, miré a mi mujer y le sonreí, ella entendió, siempre entiende.

Volvimos a casa de noche, la tarde pasó entre juegos, anécdotas recordadas y cigarros. Nos hicimos un café, y nos fuimos a acostar, la edad nos daba menos momentos para amarnos, el sueño nos vencía más y más, pero nuevamente nos dormimos abrazados. Sentía una paz interior hermosa.

Desperté, pero me sentía incómodo. Me costaba moverme y no podía hablar, toda la habitación estaba blanca, y mi mujer me tomaba la mano y me miraba con tristeza.

-Mi amor, despertaste. ¿Cómo te sientes?, los doctores dicen que te repondrás pronto.

Me sentía mal, realmente exhausto. Pedí con gestos papel y lápiz, un tubo en mi boca no me dejaba hablar. Escribí en una servilleta.

"Te amo demasiado, gracias por estar siempre a mi lado. Saludos a los niños, diles que estoy orgulloso de ellos. Y cómo bien sabes, todas mis letras siempre fueron para ti, allí me encontrarás, para siempre."

Ella leyó la servilleta, derramó una lágrima, me besó la frente y yo le tomé la mano fuerte. Sentí que tenía que dormir, así que cerré mis ojos lentamente mientras la escuché gritar.

-"¡No te puedes morir, mi amor, no! Te amo.."

Finalmente dejé de oír su voz y me dormí.


Desperté sobre mi cama, el sol me pegaba en la cara. Miré a mi alrededor, las fotos estaban desteñidas por el sol, el silencio era desesperanzador, mi cara estaba salada y húmeda. Otra mañana solo, pero feliz, porque soñé y viví mi sueño.
De todas formas, era solamente otra mañana solo.

domingo, 15 de agosto de 2010

Multiversos...


Con la mirada de un enfermo terminal sin morfina, de una forma similar a cuando te acuestas pensando en que gran parte de tu día transcurrió sin ocurrir.
A oscuras tanteo la habitación, me duelen las rodillas de tanto gatear tras tus besos. Un bisturí no basta para sacarte desde mi interior, un recuerdo se hace necesario para morir, para sentirse sin vida, desterrado de mi propia existencia.

Una herida que no ha dejado de sangrar, una sangre que no has dejado de beber, un beso que duele, un dolor que enfría y un frío que mata.

Se hace imperante caer hacia lo más profundo de la soledad, huir desesperadamente de tus ojos, correr lejos de tu calor.
Escapar hacia atrás, sujetarme de un recuerdo, de una letra, de una frase, algún sueño roto. Volátil es la felicidad, tan volátil que es y yo todavía no aprendo a volar.

El universo no me basta, necesito de un multiverso, de variadas posibilidades para ser. Una existencia paralela en donde realmente te puedo retener, en donde podemos ser, en donde esa herida cerró, en donde yo crecí.

Huyo hacia el núcleo de la soledad, me encierro en la habitación y solamente se oye mi respiración agitada. Amanece el cielo gris, un sol que no caliente, un mundo que no encuentra su color. ¿Cómo podría tenerlo, si todas las tonalidad que existen las pude encontrar sólo en tu iris?, y ahora ya ni siquiera eso me queda. Sólo me queda ese túnel de papel que construí entre nosotros, esas páginas doradas en donde todo sigue brillando todavía.

Un espacio que no se puede llenar, los días que ya no pueden volver, las palabras que no escucharé otra vez. Nostalgia.
Rígido el exterior, para dar una buena impresión; pero con el interior agitado y desconsolado. Así no se puede vivir, así no se puede morir.

El camino se detuvo y yo me recosté sobre el pasto a descansar un segundo, lamento que no estés en este momento. Y puede que sonría, de vez en cuando, pero nunca las sonrisas serán igual.

Hay lugares en donde me quiero quedar por siempre.
Y creo que dijiste que había que darle tiempo al tiempo, comparto la opinión, pero debo confesar que el tiempo no pasa silenciosamente y de manera cariñosa, es ruidoso y duele.

Para volar es necesario aprender a caminar, y para aprender a caminar es necesario gatear. Así es la vida, lo digo yo que soy un inválido.


Se hace imperante caer hacia lo más profundo de la soledad, huir desesperadamente de tus ojos, correr lejos de tu calor... Pero incluso allí, en mi soledad más intima, incluso allí te encuentro.
Me declaro absolutamente incompetente en este aspecto, no sé, y no puedo, vivir sin ti.


jueves, 5 de agosto de 2010

Absurdo...


Y intenté alzar la voz, gritar tal vez, pero la habitación continuó en silencio. Quieto.
El manto cubría gran parte de mis pies, tenía un plan para enfrentarlo, y aunque tenía todo pensado, el calor de mis pulsiones me derrotó.
Al borde, salté.

Hablé, casi susurrando y me sentí absurdo al contar todo lo que quería decir. Inválido. Ver algo más allá de mis dedos perdidos en sus propias sombras, crear un aforismo útil, alguna pista que me pudiese indicar el juego. Infertil.

Atrás es demasiado tarde, Hoy tiembla y Mañana está lejos.
Aférrarte a lo que encuentres.