lunes, 6 de octubre de 2014

Después del yo.

Casi como si nos perdimos, como si nos hallamos lejos en las voces, como si no tocaran nuestros verbos sobre el cuerpo mortal.
El lujo del horizonte, la perdida búsqueda de lo excepcional y el peso que cargamos desde que aprendimos a hablar.

Sin miedo ni vergüenza, sino con la pena de fracaso acumulado fue que me dispuse a acallar mis cigarros. Intenté perderme en las lunas de la primavera, en las flores que salen en las escaleras que hoy en día corro para recordar.
Habité mi soledad como si fuese una vieja amistad, como si el eco de nuestros párpados nos tuviese algo nuevo que contar, casi en la misma aniquilación en el desencuentro personal, en los dolores más viejos hemos de descansar.

Mis jardines se decoran de tus gestos, mis pasos se encomiendan a tu suerte, al aire que queda luego de tus besos, al instante perfecto que no pudimos enmarcar.
De los tiempos aquellos que hoy nos cuestionan la voluntad.

De mis profundas ansias por verte sonreír.