sábado, 30 de mayo de 2009

Piedras..


Estaba cayendo la noche, y las luces de las calles se comenzaron a encender. Una por una, sin avisar, como si supieran cuando deben prenderse, en el momento exacto, en esa milésima de segundo cuando tú menos lo esperas. 
Tal y como me sucedió con las luces de las calles, me ha sucedido esta tarde. Sin esperarlo, fue sorpresivo y letal, tan letal como puede llegar a ser un farol.

Recuerdo que salí de casa apurado, pasé frente a un par de espejos y nisiquiera me miré, no había para qué mirarse, solamente quería salir a fumar por ahí, pensar un poco y escuchar algo de buena música.
A mi lado pasaron un par de niños, con poco uso, relativamente nuevos. Corrían como si nada en esta vida importara, como si ellos fuesen libres, pero no lo son. Nunca nadie es realmente libre, de hecho, nunca nos podemos librar de nosotros mismos.
Y cuando llega nuestro tiempo, nunca estamos listos, siempre nos toman por sorpresa, nunca estamos listos para la muerte.
Pero ya no molesta, yo sólo quiero fumar.

Seguí caminando sin rumbo alguno, pateando piedras y corriendo a ratos. Escapando de un enemigo invisible, escapando de mi propia existencia, renegando de mi humanidad, tratando de acallar esa voz interior que te dice: "Detente a descansar, siéntate un rato y siente el mundo en tu mano." 
Y me di cuenta que el mundo era demasiado pequeño como para sostenerlo en mi mano, mucho menos en mis ojos. ¿Para qué gritar, cuando puedes callar?
Siempre tropezamos con la misma piedra, tal vez las podamos patear, pero de todas formas vamos a tropezar, algunos se levantan, otros simplemente se golpean demasiado fuerte. Y nisiquiera de eso aprendemos, es chistoso, pero en nuestra vida, lo único que aprendemos es a sumar, y lo más triste es que nisiquiera los números existen. 
Busqué algo a mi alrededor, y quemé los últimos cartuchos de esperanza que me iban quedando. No tenía ganas de saber nada, a fin de cuentas, uno nunca está realmente seguro de algo, nisiquiera de nosotros mismos.

Las cosas son bastante justas según mi parecer, de todas formas, si supiéramos cuando se encenderán las luces de las calles, en el preciso momento en que ella cobran vida; de todas formas nos quedaríamos en casa, tomándonos un café o haciendo el amor. Nunca estamos listos, nisiquiera cuando sabemos lo que ocurrirá. 
Pero supongo que es mejor estar tirado sobre una cama, amando a una mujer, sintiendo su cuerpo y su sudor, en lugar de estar esperando la magia de la luz bajo un farol. 
A fin de cuentas, somos cobardes, todos. Y cuando sabemos que algo ocurrirá en un determinado momento, nos acobardamos y preferimos escapar. Siempre escapamos, incluso el que dice que no escapa de nada, escapa de la opinión del que dice que va a escapar igual.

Pero llegó el momento de aspirar una vez más este cigarro, que me relaja, me relaja demasiado. Y llegó el momento de abrazarte y no soltarte más, de besarte y caminar, caminar por esta calle, a paso lento y calmado. Juguemos a no escapar. Solamente seamos carnada del otro, amémosnos desesperadamente, que nunca sabemos cuando la muerte nos puede encontrar.
Dame la mano y no me sueltes, que ésto es tan perfecto como podría ser. 
Y cuando llegue nuestro momento, no estaremos listos, tal vez estemos tomando un mokaccino o esperando la luz verde en alguna esquina de la ciudad, abrazados y con frío. Tal vez estemos sentados en la playa o rodeados de música, tal vez nos encontremos haciendo el amor llenos de pasión o cantando a viva voz con un poco de alcohol en el cuerpo. 
¿Quién sabe realmente cuando llegará ese momento, y cómo estaremos nosotros?
Pero tranquila, mi amor. Después nos preocuparemos de eso, cariño. 
Ahora abrázame fuerte que en un par de segundos más se encederá este farol.
 

jueves, 28 de mayo de 2009

Frío y niebla..


Y va caminando, sobre un manto negro, con luces azules sujetadas a la luna, iluminando todo de azul, muy azul. No hay silencio, tampoco ruido, solamente una vibración que pasa a través de su piel y rebota dentro de su caja toráxica, removiendo sus entrañas, haciéndolo sentir miserable y común, por sobre todo común.
No quiere hablar sobre eso, nunca le ha gustado hablar de eso. Dice que le incomoda, que le hace sentir un tipo más, un recuerdo más, cuando él solamente no quiere ser ser uno más, él solamente no quiere ser. Así de sencillo y así de antinatural, sin más explicaciones que un par de miedos ocultos que nunca pudo superar, a fin de cuentas, nadie supera sus miedos, sólo los enfrenta y puede que gane la batalla, pero la guerra está perdida de antemano.
Y ya no ve otra escapatoria que aquella densa niebla que se forma fuera de esté caótico y erótico galpón, una escalera y un cambio en la temperatura ambiental, tal vez un silencio necesario, una soledad que pide a gritos ser tu compañera, una música que te entrega un equilibrio nunca antes experimentado. 

El frío en la niebla es intenso, pero es un precio que está dispuesto a pagar por un encuentro consigo mismo, por un momento jugando a sentirse especial. ¿Cómo puede llegar a ser tan egocéntrico?, se pregunta sin piedad alguna. Y ni el mismo se quiere responder, porque no desea el dolor, no esta noche, no mañana, ya no. 
Y el tiempo ha pasado rápido durante los últimos dos minutos, ha crecido, ha madurado, ha vivido y ha olvidado. ¿Por qué todo está tan invisible?
Antes de que su alter ego lo derrote, decide abrazarse a los recuerdos, esos pocos que le van quedando, esos que le dan un calor especial y que traen devuelta a la vida momentos únicos y excepcionales. Momentos tranquilos e inocentes, momentos que él no quisiera olvidar.

Las huellas en la arena nunca duran tanto, tampoco ese soplido que alguna vez dibujó, la marea siempre sube, la luna siempre crece y el tiempo nos va dejando atrás. Realmente hacía frío esa noche. 
Y mientras se abraza lo más fuerte que puede a sus recuerdos, porque siente que va a caer, siente tocar suelo, siente concreto bajo sus pies, siente un frío que le cala hasta los huesos. 
Al mirar hacia su lado la ve, sonriéndole y abrazándole. 
Él intenta sonreír también, y parece que le sale bien, porque ella lo besa en los labios y deja su mirada sostenida en la de él.
La misma niebla, el mismo silencio, un momento para dos.
¿Cómo puedo explicar esa certeza que tiene él en su interior?
Y él sonríe, sonríe y quiere llorar de felicidad, así que aprovechándose de la niebla y de la complicidad de ella, se larga a llorar.
Porque tiene una certeza, o cree tenerla, y no necesita nada más.
Le basta con esta ilusión, este abrazo, esta mirada.
Le basta con este silencio, este amor inexplicable y esta sensación de tranquilidad.

Y se van quedando atrás, siempre atrás, abrazados y tomados de la mano, como si nada importara, como nada más existiera. ¿Realmente existe algo más?
La niebla los va difuminando, los confunde y une sus siluetas, el frío sigue allí, y ellos se siguen quedando atrás.
Han decidido respirar, mirarse, besarse y amar. 
¿Te has fijado lo intenso que puede llegar a ser el hecho de quedarse atrás?

sábado, 23 de mayo de 2009

Lúgubre..


En el fondo, bien en el fondo, no somos nada, nisiquiera una célula, tampoco un espíritu, ni mucho menos un pensamiento. 
No hay nada, absolutamente nada.
¿Por qué debería haber algo?, ¿Por qué siempre nos ocultamos tras una necesidad?
No hay nada, nisiquiera estas letras, ni tu mirada, ni tu respiración.

Tampoco pienses que es un sueño, mucho menos una realidad, solamente es lo que te ha tocado mirar. Porque jamás harás otra cosa que no sea mirar, nunca te ha gustado el papel principal.
Las morales, los deberes, las leyes, las culturas, las sociedades, los conocimientos, la historia, las letras y la lógica, todo está en eso que llamamos corteza cerebral, todo inventado por el hombre, todo subjetivo, nada absolutamente real.
No quedan ganas para nada más, lo único que ando buscando es poder descansar, y que me inunde un completo silencio, eso deseo, silencio. Caos, irracionalidad, instintos, todo lo natural, incluso la muerte.
¿Alguna vez la muerte morirá? 

Todo viene desde dentro de tu conciencia, de tu útero, de tus vísceras, de tu corazón. 
Todo entra por tu ojo, tu vagina, tu boca y tus oídos.
Nada proviene desde el exterior, todo nace y se destruye en tu interior. Ni siquiera la misma muerte te alcanza desde fuera, sino más bien, despierta dentro tuyo y te quita la vida rápida y certeramente. 
¿Para qué gastar el tiempo en palabras sin sentido y decisiones erróneas?
¿Por qué no podemos simplemente creer que el imposible no existe y que todo lo podemos lograr?
Nadie dice que sea fácil, pero tampoco es una utopía.
¿Por qué sigo sintiendo que el tiempo pasó, pasa y pasará en vano?
¿Por qué no te entiendo cuando tú te hechas a llorar y te arrodillas?
¿Por qué no tengo ganas de verte mirando hacia el cielo y pidiéndole perdón a las aves?
¿Por qué no tengo ganas de sentirte vivo?

No existe nada más perfecto que un sueño que se hace realidad.
¿Existe?, claro. ¿Es real?, realmente no importa, se trata de la felicidad.
¿El tiempo afecta?, claro que no, son cosas que no se olvidan jamás.

Hoy amanecí sin ganas, con ganas de nada, nisiquiera de levantarme y caminar. 
Hoy me quedaré durmiendo, mañana abriré los ojos y pasado mañana...
Pasado mañana voy a respirar.

Hoy amanecí sin ganas, solamente quiero fumar.
Fumar y soñar, fumar y soñar...

lunes, 11 de mayo de 2009

Conmigo..


Lo único que quería era vivir, no pedía nada más. No por miedo a la muerte, o tal vez sí, no lo sabía muy bien. Lo que sí sabía era que no quería dejarla sola. Se lo había prometido y tampoco podría hacerlo, no se imaginaba sin ella, sin su mirada, su calor, su respiración, sin ella.

Y se le iba la vida, a cada segundo se le iba la vida. Sin poder evitarlo, ni tampoco llorarlo. En silencio, siempre en silencio, se le iba la vida. Lo sentía, tenía más que claro que no le quedaba demasiado tiempo, más bien, le quedaba bastante poco.
Así que corrió por la calle bajo la lluvia, era un tarde nublada, de un gris oscuro, de esos que hacen que anochesca más temprano de lo normal y que el frío te toque los huesos.
Sus ropas estaban empapadas, sus cabellos pegados a su frente y su mirada perdida en un horizonte que nunca existió.
La calle era larga, y el debía llegar hasta el final y virar a la izquierda, allí estaría ella, dentro de su casa, esperándole con un café y la chimenea prendida. 
La vió allí sentada sobre el sofá, tapada con una manta, mirando por la ventana, esperándole con los ojos puestos en la calle.

Mientras corría, casi sin aliento, inspirado por el recuerdo de un tiempo mejor, recordó aquella tarde en la cuál no pudo despegar sus ojos con los de ella. 

"-¿Qué sucede?...
-Nada, solamente te estoy mirando, espero no te moleste.- Ella calló y se sonrojó levemente mientras le miraba los labios a él.- Por que si te molesta me dices y puedo dejar de admirarte por un par de segundos.
-No, no me molesta.- Dijo ella mientras veía la sonrisa que se dibujaba en la boca de él y sonreía casi sin quererlo.
Él se quedó allí en silencio mirando sus ojos, era practicamente inimaginable que hace unos cuántos meses atrás el no pudiera fijar la mirada en los ojos de nadie más, porque le daba miedo ir a buscar más allá de lo que se muestra a simple vista, porque uno descuida su interior en esa búsqueda, y antes de que te des cuenta, ya has desnudado todas tus noches de reflexión.
Pero ahora era distinto, él ya se había lanzado a esta aventura y le gustaba el hecho de que ya hubiesen descubierto todo lo que el sueña. Había decidido jugar este juego de amor, más allá de un simple beso o una caricia, aquí se jugaba con el recuerdo, la imaginación y lo inmortal. Por lo tanto, si en algún momento le tocaba perder, no se iba a cerrar previamente para evitar el dolor, por el contrario, lo disfrutaría como parte final del juego. No había para que ilusionarse con victoria, como tampoco era necesario darse por vencido antes de que llegue el final. 
Ambos sabemos que la muerte está dentro de nosotros, esperando el momento para despertar. Estrellas caen desde el cielo, galaxias enteras colapsan ante la inminente vida que está por terminar. La noche estaba clara, el cielo lloraba estelas de dolor y la luna misma se completó esa noche para no hacerla tan fría. La supervivencia del más apto no es más que una gran mentira, al final todos vamos a morir, ¿será que no existe nada más apto que la muerte? 
El miedo siguió caminando por mis cuerdas vocales y no me permitió gritar. Disculpa si me corté las alas sin anestecia, pero necesitaba sentir la tierra bajo mis pies, necesitaba llenarme con tu voz, necesitaba de tu olor, de tu calor. 
Quería que me vieras así de simple, con las lágrimas al borde de las pestañas, pero nunca dispuestas a caer, siempre se acobardan y se vuelven a esconder. 
Quería ser esa persona con la cuál estarías siempre, quería sentirme especial a tu lado, quería hacer tus utopías una verdad palpable, solamente te quería hacer feliz.
-Prométeme que no te irás nunca, mi amor.- Dijo ella apunto de llorar, tratando de esconder el miedo en su mirada.
-Te lo prometo, no me iré nunca, no podría irme, sería demasiado idiota si siquiera pensara en irme.- Dije mientras sonreía y te besaba, tú cerraste tus ojos y sonreíste algo más tranquila."

Llegó y se detuvo frente a su casa, la observó y sonrió al ver que estaba encendida la luz de la habitación, entró corriendo y subió las escaleras de a 3 peldaños por paso que daba. Cuando se asomó a la puerta de la habitación y la vió tendida sobre la cama, dormida, sonrió y se acercó en silencio. La besó y le acarició el rostro, ella despertó y le miró. Apenas lo vió supo que algo no andaba bien, su piel estaba más pálida que el resto de los días y pudo distinguir cómo derramaba lágrimas en silencio, mezcladas con el agua de la lluvia.
-¿Qué sucede, mi amor?.- Dijo ella, algo asustada.
-Nada, solamente te estoy mirando, espero no te moleste.- Dijo él sin poder sacar los ojos de los de ella.
-Pero...estás pálido y helado, también podría jurar que estás llorando.- Dijo ella, aún preocupada.
-¿Alguna vez te he dicho lo mucho que te amo?, ¿lo hermosa que eres? y ¿que no te olvidaré nunca?.- Dijo él mientras sonreía débilmente, y la besaba con una ternura nueva en él.- Te amo mucho, demasiado...sé que lo sabes, mírame a los ojos y podrás descubrir cuánto te amo. Sólo quiero pedirte una cosa...-Hizo una pausa mientras temblaba, no precisamente de frío.- Muérete conmigo, mi amor. Muérete conmigo, que así nos dolerá menos.
Ella había notado ya que su polera estaba manchada con sangre desde el abdomen hacia abajo, y cuando vió que llegó sin su bolso habitual, ni sus audífonos, supuso que lo habían asaltado y le habían herido.
-¡Mírate!, ¡estás sangrando! ¿Qué te ha pasado?, tengo que llamar a una ambulancia, no te muevas, yo iré a buscar el teléfono.- Y se levantó de la cama, cuando una mano le sujetó la muñeca y no le dejó salir corriendo.
-No desperdicies de esa manera estos últimos momentos, porfavor quédate conmigo.- Se abrazó al cuello de ella y puso sus piernas sobre las de ella, temblando de frío le besaba el cuello y las mejillas, mientras le susurraba que la amaba.
Ella comenzó a llorar y le abrazó fuertemente.
-No te mueras, no te mueras porfavor.- Repetía ella mientras temblaba, no precisamente de miedo.
-Lo siento, pero creo que ya he vivido lo suficiente.- Dijo él, algo resignado.
-Pero, ¿y yo? ¿qué haré sin tí?- Replicó ella.
-Lo mismo que haces conmigo, vivir. Pero porfavor, vive sin que te vivan, vive por mi recuerdo, no me olvides y sigue sonriendo que te brillan los ojos de manera especial cuando sonríes.- Dijo y cerró sus ojos, mientras sintió como se le iba la vida. 

"Ya no hay vuelta a atrás, nunca la ha habido y nunca la va a haber, sólo nos queda vivir, nada más que vivir, por nosotros mismos, y por nosotros dos. Somos dos, solamente dos, en nuestro mundo de incoherencias y miradas silenciosas. En nuestro mundo de bancas y de sueños. Somos dos, a veces uno, a veces sencillamente ninguno. Un equilibrio sin precedentes, una fuerza de atracción natural e indestructible, un ir y venir de sensaciones únicas, una fábrica imparable de momentos inolvidables. 
Somos esos que no necesitan de palabras para comunicarse, somos esos que no necesitan de rosas, ni corazones para amarse. Sabemos que somo el uno para el otro, ¿para qué dibujar figuritas de colores encima de la gran obra que nosotros hemos pintado juntos?
Una fábrica imparable de momentos inolvidables..."



lunes, 4 de mayo de 2009

Sinfonía Nº0...


Entraste a mi habitación cuando la música todavía derrotaba al silencio, me miraste y me dijiste algo, pero no pude oírte, las tonalidades eran demasiado mágicas, las palabras justas y el volumen preciso, no podía, ni quería oirte.
Comenzaste a moverte, en silencio, desnuda y sensual. Tus ojos derramaban placer y tu piel sudaba amor, pero yo no podía oirte. Estábamos demasiado lejos, separados por una enorme brecha, digna de ser respetada. ¿Cómo pudimos soñar alguna vez con que nuestra vida era única y especial?, solamente somos uno más.

Y me abrazaste mientras yo trataba de entonar mis miedos, me abrazaste por la espalda y me besaste el cuello. Buscaste detalles por debajo de mi piel y me intentaste amar, me vendaste los ojos y me acariciaste sin temor. 
Sabías exactamente lo que hacías, y yo sabía lo que harías. ¿Para qué seguir deseándonos más?
No perdamos tiempo en la confianza y palabras bonitas, dame lo que quiero y busca lo que quieres.

Me besaste, intentaste hacerlo con suavidad, pero pude reconocer la suciedad en tus labios, el olor de los que te habían besado antes y anticipé tus pensamientos que imaginaban a otros hombres de cabellos rubios y ojos plateados. Pude ver tu simplicidad, oculta tras el vestido de tu sensualidad, y me seguiste alimentando, me seguiste quitando vida, continuaste despertando a la muerte en mi interior.
Me diste asco, un profundo y repentino asco, saber que tus labios no eran míos, que tu cuerpo estaba ya grabado con las huellas digitales de alguien más, y que tus pensamientos habían pertenecido a otro imbécil antes que a mí. Eras común y corriente, no tenías absolutamente nada de especial, predecible e idiota. Y yo seguía besándote solamente por el placer de mentirte.
Te hice el amor sin piedad, descargando todo mi odio en cada suspiro, jalándote el pelo más fuerte de lo normal. Pero sé mentir, sé disfrazar todo mi odio color de amor, y sé mentirte tan bien que nisiquiera te dabas cuenta que no tenía absolutamente ningún sentimiento benévolo hacia tu asquerosa humanidad. Me importaba tu cuerpo, el placer de imaginármelo virgen, nuevo, suave y mío.
Pudiste descifrar una nueva locura en mis ojos, cruzaste tu mirada con la mía y te dolió. ¿No sabías que la verdad duele, mi amor? Demasiado tarde, ahora es tiempo de satisfacer necesidades.
Te dejé tirada sobre el sofá, sudada y jadeando como un perro casi sin aliento. Te ofrecí un café y te sonreí. Me lo aceptaste y dijiste que me amabas entre susurros, yo sonreí. 
Había planeado esta escena desde mucho antes, y no sabes lo maravilloso que siente poder llevarla a cabo, con esta sinfonía de fondo y con tus ojos apunto de llorar.
Fui hacia la cocina y saqué el cuchillo más grande y afilado que tenía en la casa, me acerqué lentamente hacia tu cuerpo, en silencio, al ritmo de tu corazón.
Te tomé el mentón con mi mano libre y deslizé suavemente la hoja metálica sobre la tensa y sedosa piel de tu cuello. Tus ojos se abrieron al sentir el frío del acero y me miraron buscando una explicación, antes de poder pedirte perdón, ya tenías tu respuesta. La sangre corría libremente por tus pechos y bajaba hasta tu vientre, allí formaba un océano rojo de pasión y calor, te desangrabas en mis brazos, y yo era tan feliz.
El corazón te latía rápido, lleno de miedo, sabías lo que yo era en realidad y de todas formas decidiste jugar, de todas formas quisiste morir en mis manos.
Lentamente sentiste como se te iba la vida, como se te escapaba sin poder retenerla, sin poder recordarla. Me besaste y sonreíste, sabías que ésto iba a suceder. 
Tus labios seguían sucios, impuros y resecos. Tenías grabado el sabor de cada labios que te había tocado con anterioridad, besos llenos de placer animal, sin sentido alguno, besos de egocentrismo y vanidad, besos que dejan más cicatrices que recuerdos, besos que quisieras olvidar.
Pero, no, tenías que ser como todas, que van buscando gente a quien amar, sólo para sentirse más queridas, sólo para olvidar el pasado, sólo para vengarse de un mal amor o por el simple deseo de hacer una fantasía realidad. Vivías de amores que duraban una noche, los eliminabas sin piedad, ¿por qué no puedo pagarte yo con la misma moneda?

Me levanté y subí el volumen a la música, sonreí y canté a toda voz, te miré y ví tu agonía, tan lánguida y débil como siempre. Te sonreí y te clavé el cuchillo en el abdomen, tú hiciste un gesto de dolor y expiraste. 
¿Cómo puedo expresar lo feliz que me hizo sentir el silencio de tu corazón?
¿Cómo puedo dibujar con tu sangre este odio que me hace volar entre las nubes?

Te observé un par de minutos, mientras me fumaba un cigarro y me acerqué a tu rosto, lo acaricé suavemente y te besé, tus labios estaban fríos, no tenían sabor ni cicatrices, estabas tan cuál te había soñado, perfecta. 

-"Te amo, mi amor.."- Te susurré al oído y seguí cantando, la felicidad me inundaba el alma y le daba un poco de colro a este día gris.

Si pudieras verte, si supieras lo perfecta que te veías, te hubieras hechado a llorar, pero no podías, lamentablemente estabas muerta.
Supongo que lo siento, pero así son las cosas del amor...



viernes, 1 de mayo de 2009

Homo...


Cuando decidimos declinar y dar un paso atrás, cuando intentamos correr escapando de algo y cuando solamente nos quedamos de pie junto a nuestros miedos más profundos. 
Cuando buscamos algo más, cuando decidimos dejar la esperanza de lado y cuando solamente vivimos el momento sin que importe nada más.
Cuando decimos toda la verdad, cuando callamos todo y cuando comentamos lo justo y necesario.
Cuando nos miramos y no decimos nada, cuando nos hechamos a llorar y cuando soñamos.
De todas formas estamos ciegos, siempre ciegos...

Llenamos espacios, escapamos de problemas, nos escondemos en vicios y nos asusta nuestra personalidad. 
¿Alguna vez llegaste a pensar cuán autodestructivos podemos llegar a ser?
La gran desgracia de la historia, la peor creación de un inexistente dios, el asesino en serie que nadie quiere encontrar, un mentiroso por excelencia, la mayor falla de la evolución.

Repleto de temores, flota sobre el aire apoyado en sus ilusiones, sus frágiles y estúpidas ilusiones.
Absolutamente mortal, un animal que no se quiere aceptar como tal.
Caótico e imbécil, razonador sentimentalista, impresionantemente débil y anormal.

Y tal vez yo esté equivocado, pero jamás existiría el bien sin el mal, la vida sin la muerte, el mundo sin el hombre, la generosidad sin el egoísmo, el amor sin el narcisismo, la amistad sin el miedo a la soledad, la esperanza sin el vacío del futuro, la fuerza sin la debilidad, la divinidad sin el mortal, la inteligencia sin la estupidez, la verdad sin la mentira, la razón sin el instinto, la humildad sin la arrogancia, la felicidad sin el dolor.

Es extraño, y probablemente suicida, pero si el hombre tiene conciencia de su muerte. ¿Por qué sigue caminando?, ¿por qué sigue generando lazos, acumulando riquezas, buscando un pasar mejor, rezando, conociendo, escribiendo?

¿Qué me mueve a mí a escribir estas líneas?, ¿qué te mueve a tí a leerlas?

Pero, pese a todo, existe una sola conclusión...
El hombre es un gran error, en todo un inmenso y perfecto sistema basado en el caos.