Está bien, lo admitiré, existen noches en donde me masturbo pensando en mi reflejo en el espejo. Aunque a veces intente acostarme conmigo, decirme cosas lindas al oído y sudar hasta más no poder siento que tengo miedo, especialmente cuando alzo mi mano para acariciarme la espalda y desaparezco sin previo aviso.
Sin límites en el arte de desenamorarse, con el gatillo apuntando al ego y una niebla que difumina todo lo que no forma parte de mi interior.
Yo quiero, yo deseo, yo anhelo, yo exijo,y lo que es peor, yo no soy capaz de olvidarme.
¿Podría dejar de decepcionarme con amores infructíferos?
¿Podría alejar mi sombra unos metros de mí?
Vivo sin dolor, solamente puedo confesar que me incomoda un poco esa mirada que tengo cada vez que el cielo tiene unas tonalidades grises que me recuerdan lo perfecto que son mis labios cuando pronuncio "Te amo".
De vez en cuando me dejo ir, de vez en cuando me retengo, y de vez en cuando me quiero. Incluso, puedo quererme por las mañanas cuando no tengo mi mejor cara.
Palpo con firmeza mi entrepierna, tengo todo en su lugar. Porque conmigo nada me hace falta, sólo yo me basto para ser feliz.
Soy pastor de mis ovejas, escritor de mis canciones y el causante de mis lágrimas.
Soy lo que más deseo en esta vida, pero todavía no estoy seguro si estoy listo para casarme conmigo mismo.
¿Dos anillos en el mismo dedo, o uno en cada mano?