miércoles, 6 de noviembre de 2013

Sueños sobre ella.

 
 
Para disponerse al sentido hace falta la enunciación de lo primero: vale decir que aquello que será dicho en singular responderá siempre a una infinitud de rostros, que más allá de representar su propia identidad constituye más bien una esperanza supuesta en la mirada sostenida sobre el párpado resentido.
 
"Como el miedo que genera el viento por el cuerpo, el movimiento lento y honesto, del dolor más mío por cargarlo muerto, por sostenerlo dentro a causa de una jornada agobiada. Mis primeros sueños sobre ella son los más presentes, los de su ausencia en mi desaparición. Esos mismos intentos de convencerla que el tiempo me mostró el calor de su cuerpo, me calló el llanto con el olor de tus soledades extranjeras.

Caminando entre tantas aceras, compartiendo quizás lo único que nos pertenecía por propiedad, el tiempo cuando despierto y mis ganas de vivir cerca de mi ciudad.

Mis sueños sobre ella se arrugaban entre los recuerdos de su piel, se escondían detrás de tanta fotografía añeja, de la duda suelta a la pasión de lo incomprensible: el niño se sostiene desde su compleja infinitud.

Escondimos las tardes entre papeles y un poco de luz, las cenizas eran estrellas para nuestra época de prosperidad. Fuimos tan cercanos que hoy estamos lejos, pasó que nos cruzamos a destiempo y no alcanzó el camino para conocerse, nos faltaron historias por contar.

Mis sueños sobre ella son la suma de su cansancio el día de hoy, de llevar las venas pintadas por los vínculos descompuestos, de tanto fracaso que se guardaba para volverte a asustar. Todas sujetadas por la misma herida, todas resistiendo la misma regla: la huella que no se ha de olvidar."


Para incluso poder narrar, es necesario que la boca pueda hablar. Para poder derramar es necesario tener abierto el corazón. Para recordar debo volverte a soñar.

Y serán quizás los años más negros, el ocaso que más pudiste saborear, pero no se explican sin la fuerza de tu voz, sin el más intenso cariño que pudiste regalar. Sin todas esas pequeñas expresiones que me han sostenido tanto tiempo ya, la niebla entre nosotros será siempre ese espacio tan particular que nos lograba poner el uno en el otro siempre tan natural.
Dormí cuántas noches sobre tus lunares, quizás para jugar a explorar más allá del secreto dorsal, quizás para arroparme en tu cuello, quizás para quitarte el frío con los dedos y encender la complicidad.
Serán mis campos de experticia: tus piernas, tu pelo y tus huesos. Mi conocimiento sobre tus músculos y sus historias, sobre los puntos que cargan esa frustración diaria de volverlo a intentar.

Serán mis sueños sobre ella todo lo que soy. Seré yo en ella una posibilidad, sus sueños para mi: una oportunidad.