martes, 25 de septiembre de 2012

Cosquillas para madurar.

Traspasar cada ventana con el instinto desgarrador de la violencia que las miradas sumergen en la oscuridad. Callar a veces por la niebla que se somete en tu boca, la piel del espejo es el imán que camina hacia el mar. Esa tranquilidad propia de la semilla que florece entre sábanas y amistad, quizás decir adiós no sea todo el final, tal vez quedarán sonidos por escuchar.

Tiembla de fricción el cuerpo contra el pudor, aunque mis suspiros canten cicatrices el cielo de todas formas se nubló, opacada la noche entre las manos virginales atadas a la cintura. Nunca jamás te odie en la duda, sólo en la certeza encontramos amor, sólo en la muerte quedo yo, sola escondida de las arrugas por no querer ser feliz.

El verbo no había, las ganas me las gano cuando apuesto a caer. Sin aire ni trapos levanté el instante, la corriente me robó la identidad, la vertiente que me vio nacer. ¿Qué fue eso que juramos y dónde quedó?, siempre nos desangramos para oírnos gritar.

Si éramos todos nos contamos los pies, nos inflamaron la cosquilla y el aliento, vidas quedadas a un lado del centro elemental. Se abre la puerta de tanto dolor, se plagaron las callen por rabia y sudor, se llenó mi cuerpo de tu color.

Será que yo tampoco fui, será que nuestro silencio es puente para antifaz, será que el sol de nuestro encuentro nos quiere olvidar. Me suelto para hallar el intento, me muero por fuerza del hambriento, afirmando el alimento nos tocamos sin dirección.


Darme la más irrespetuosa opción, recordar donde nunca existí, sonreímos para vernos llorar.

Acá nos detuvimos a dibujar la raíz del país que queríamos fracturar.

Entre saltos viajé, entonces, por sobre el cielo que estaba abajo.

Faltando la rosa que nace junto a la banca, junto a la cama que sostiene la ausencia asesina. 

Pájaros volando dentro de tubos plásticos, flotan chiflados por los dedos añejados y una lágrima loca.

Intensivos los cuidados para los desahuciados, profunda llaga doliente en la rutina del animal.  

La flor quieta en cama ya no sostiene la respuesta vital, tampoco las flores que ahora abrazan sus ojos.