martes, 14 de abril de 2015

Cabotaje.



Esperé que la pestaña dijera todo lo que tenía que contar, me ubiqué en la esquina de la medianoche y guardé bajo la lengua lo que quedaba por improvisar. 
Tan tranquilo que se sucedió el ascenso a punta de risa y amistad, tan honesto que temblaba de sólo verle la sombra a un gato circunstancial. 

Viajamos sobre nuestros cuerpos, vibré con las luces de los cerros, contemplé el museo de los murales meados, me conmovió la noche con sus ganas de iluminar. 

Volví a sentir que nada me faltaba, la escena proponía completarse después de tanto divagar, y me levanté entre tantas escaleras, entre tanta curva que atraviesa las galerías que miran al mar. Cerca de las ruinas de una luna que se quedó junto a los encarcelados fue que nos detuvimos a palpitar, a mirarnos el reverso de la nuca y preguntarnos por las respuestas que no se pueden hablar. 

Las mismas veredas, algunas casas habían cambiado el paisaje de sus ventanas, pero todo para vernos saltar desde el acantilado de la memoria hacia otras formas de habitar. 
Intentamos vengar la suerte de nuestros días, intentamos vengar los dolores de la historia que escribió tras la pólvora.
De un nudo a otro, como si la vida misma se retorciera y extendiese a lo largo de las horas, como si se evaporaran los trozos de vidrio del suelo y lloviesen espejos sobre la ciudad.
De un nudo a otro, un viaje para cerrar.

"Como si te conociera, como si algo de ti supiera, salgo a buscarte para ver qué fue lo que encontraste mientras yo estaba por llegar. 
No ahora ni mañana, puede que ayer haya cabido la oportunidad.
No antes ni tarde, cuando lo pude nombrar.
Asalté con mis dedos la fantasía que nos llevaba a derretirnos sin quemar
Allí, en las horas mas arrugadas y oscuras, fuimos algo más."