miércoles, 28 de octubre de 2009

Ámbar Acaramelado..

Solamente pudo nombrarla una vez más antes de que sus ojos se desorbitaran y su cabeza golpeara el asfalto.
"Quema la vida que me queda, consume todo lo que yo puedo dar y negar, llévate lo que tu impulso te ordene, pero llévame contigo", le pidió una noche cuando se tatuaban las estrellas del firmamento en la espalda del otro con besos de hielo.
Se sentaron a un lado de la carretera y se miraron a los ojos sin decirse nada, en esos momentos estaba de más hablar. Habían pasado varios años ya desde la última vez que se habían visto bajo la luna llena, junto al mar y junto a la soledad que ambos llevaban siempre en su interior.
"De la laguna de la cual bebes, viven todos mis sueños", dijo casi susurrando una noche de eclipse lunar.
Ella vestida de caramelo y él de ámbar, ambos muy bien combinados con el paisaje, sintiendo la brisa que movía a los árboles y que hacía cantar a los grillos que caminaban moribundos por un paraje ermitaño y acogedor.
Gaviotas volaban entre las montañas buscando algún océano de agua biliar para descansar sus alas, de las cuales veían escapando durante años. Demasiado lejos estaban de todo, solos ellos dos esperando que alguna marmota los rescata de la soledad que tanto habían ansiado.
Es hermoso ver los sueños hechos realidad, pensaban mientras no dejaban de mirarse, pero el miedo que produce perder, o ver caer, aquella perfección plasmada en el mundo natural era algo que pocos podían soportar, de todas formas nunca supe si ellos formaban parte de esos pocos. Porque ella valía más que cualquier otra mentira vaga que él podía inventarse para poder sobrevivir, era momento de aprehenderse a la verdad y arder con ella, porque las verdades queman y duelen, o eso le había enseñado la vida, especialmente esas que se hacen llamar "verdades bonitas".

Sus ojos se estaban poniendo borrosos a medida que pasan los segundos, su imagen se difuminaba entre jugo de frutilla y plasma agridulce. Y, aunque el dolor había desaparecido hacía unos minutos atrás, seguía sintiendo una presión en su pecho, un nudo en medio del inconsciente, algo que no le dejaba avanzar hacia ella, que estaba tirada sobre el asfalto con la mirada fija en las estrellas, que no pestañeaba de tanto asombro, de tanta admiración.
Se arrastró lentamente hacia ella, con el cuerpo adormecido por el amor, y la abrazó mientras se echaba a llorar sobre su cuello. "Nunca había sido tan feliz, nunca había estado tan solo cuando te tuve a mi lado, gracias por éste momento.", balbuceó mientras cerraba sus ojos para descansar un momento.
Sinfonías sonaban en su cabeza, maravillosas y armónicas, tal vez sublimes, capaces de transmitir un escalofrío y encender un cigarrillo. Los muertos, muertos estaban, bajo tierra y carcomidos por lombrices que surgían de las lágrimas de los que quedaban vivos, y que no podían sobrellevar la pérdida de otro astro más. Mientras que los vivos transitaban desorientados de norte a sur, de este a oeste, cruzando hacia tierras que les diesen seguridad, buscando de manera desesperada algún refugio que los pudiese tranquilizar.

Y le besó mientras lloraba y sonreía. Temblaba, pero no de frío, aquella noche estaba profundamente feliz. Sumergido dentro de esa oscuridad, él bebió ámbar acaramelado, y ella caramelo de ámbar. Aquella noche, luego de amarse por un par de horas sobre el asfalto, ambos se quedaron mirando las estrellas y las gaviotas pasar. Y podían pasar siglos enteros, pero ellos estaban allí, tirados sobre aquella línea segmentada sin pestañear, mirándose y tomados de la mano.
"Dame una vez más, tus besos acaramelados...", le susurró al oído y se durmió.


Lozanías..

Puede ser que esta vez nos ignoremos y ni siquiera gastemos energías en cruzar miradas, porque matamos toda intención que podíamos haber tenido de secar un poco de saliva con un susurro. Y cuando llegó el momento del adiós no pude evitar reír cuando vislumbré aquella mirada llena de temor, llena de sueños e ilusiones que estaban partidas a la mitad, ya que la otra mitad iba dentro de mi corazón.
Y puede ser que nunca más confíe en mí, ni me siente a charlar unos momentos con lo que va quedando atrás. ¿Orgullo, madurez tal vez?
Aquí estoy yo otra vez, de pie, y te busco sin poder evitarte, a sabiendas de que te tengo a mi lado y que jamás me has de abandonar, pero de todas formas te busco y te doy un beso en la frente, un beso para que puedas descansar después de tanto caminar.

¿Recuerdas todos esos pasos que dimos juntos?, pequeños pasos llenos de juegos e inocencias, pasos inseguros y felices, momentos de eterna perfección, tal vez algo más ácidos al llegar el atardecer de tu vida.

He de sonreírte y agradecerte por todas esas nubes que convertiste en animales, por todas esas aventuras que juntos pasamos y todas esas guerras que libramos bajo el tendedero de ropa limpia. Cada visita al bosque abandonado, autobuses quemados por vándalos que todavía no descubrías, llantos y ausencias especiales, personas que te marcaron y que nunca se irán.

Lozanía mía, bienvenida al baúl de los recuerdos...

domingo, 25 de octubre de 2009

De calor y deshielos...


He decidido repatriar todos esos versos que hice arder una noche completamente normal, estrellas caían del cielo y se quedaban pegadas en tu mirar. ¿Existe realmente el mañana?, ¿por qué soñamos si nada nos puede asegurar que hemos de verlos convertidos en una intangible e inerte realidad?
Me descubriste desde lejos, y de todas formas quisiste quedarte a conversar otra noche más, daños colaterales y respiraciones agitadas. ¿Por qué sigues pensando que todo ha de salir mal?, de tus ojos brotan lamentos y verdades que no pudiste callar.
Fragilidad de porcelana, tan espeso como el vino que estás bebiendo son tus labios. Fíjate cómo van cayendo los segundos desde los horizontes más prometedores, hasta los recuerdos más dolorosos.
Bebe de mi boca agridulce y sujeta fuerte mis destiempos que todavía no nacen, que he quemado cuando eran neonatos, cuando solamente te querían apreciar sin faltar a tu respeto, pero con unas enormes ganas de desnudarte sin piedad.

"Y ella hablaba pero yo no le quería entender lo que decía porque siempre duelen mucho esas verdades y de todas formas disparó la noche se hizo más oscura y los perros ladraban fuera de la ventana a pesar que deberían estar lloviendo lágrimas del cielo y logré ver entre tus piernas un poco de fuego que invitaba a inmolarse en él sin pensarlo demasiado me arrojé de lado sobre el suelo porque tenía calor y las baldosas estaban heladas no me sentía solo aunque una cerveza en ese momento no hubiese estado mal porque yo siempre quise degollarte y poder conocer todos esos rincones que tú nunca dejaste ver por miedo o por cualquier otra excusa estúpida que has de darme para que yo me calle y me haga a un lado porque te soy útil pero sólo cuando tienes ganas de prender fuego en el cielo"

Cuando el último auto dejó la calle y todo se quedó en silencio, te fui a buscar con la vaga esperanza de que me seguías esperando allí de pie junto a tu ventana más sucia y abandonada; pero no te encontré ni me quisiste encontrar, el inconsciente pedía a gritos un poco más de tiempo, solamente quería un par de segundos para poder mirarte a los ojos y lanzarte por esa ventana para que por fín pudieses sonreírle a la vida, porque siempre sonríes, pero nunca lo haces de verdad.
Eres ese árbol que está en la cima de la colina, que no recibe agua, pero que sigue creciendo hasta abarcarlo todo. Eres ese árbol que logra ver el sol y la luna haciendo el amor, pero que no puede amar, eres ese árbol que no se puede cortar. ¿Qué fruto me vas a dar hoy?

lunes, 19 de octubre de 2009

Prosa Algebráica, Inecuaciones analfabetas...


Desde lo más profundo de sus ojos nacía un huracán de momentos que hubiese de recordar, con pies livianos y el pelo al aire se movió sin avanzar, sin ser encontrado se quedó sentado sobre una roca que le lloraba agua dulce al mar.
Su piel era áspera y poco nítida, indefinida, pero siempre comprendida a la mitad. Disfrutaba aquel viaje al centro de todo, al inframundo más acogedor, al inconsciente más aclamado por el público que escuchó su monólogo aquella noche de sol radiante.
Levantó la mirada al suelo, y se encontró bajo tierra, no supo si sonreír o sonreír, si quemar un poco más los segundos, si enfriar un poco más la vida que moría allá abajo.

"Te necesito acá abajo, conmigo mismo y a alguien más. Apresúrate por favor, que me sofoco con tanto oxígeno y paz, acércate un poco más y déjame entrar hasta lo más grotesco y desconocido de tu inalcanzable ser. Abraza mis arrugas, recoge cada uno de los sueños que están siendo marchitados por ese reloj que está sobre nosotros, por ese azar ininteligible que pocas veces nos atrevemos a mirar. Bájame pronto de esta montaña rusa, que me estoy mareando de tanto girar y girar, tengo miedo de vomitar todas esas verdades que callé cuando caminamos por las cimas de las montañas, por los acantilados junto al océano y por encima de nosotros. Sonríe con tus ojos y alumbra las estrellas, baña mis mejillas con tu saliva por última vez y prométeme que no vas a desaparecer una vez que el mundo entero nos caiga encima. Refleja en tu mirada toda una ternura de sexualidad que ha nadie has gritado, nadie que no se atreva a hurgar entre tus piernas. Dulce y amarga, te has abandonado a la soledad, ¡Oh soledad, quédate conmigo hasta que el sol salga y yo me pierda con la neblina de la mañana! Soy neblina, soy el que moja el césped por la mañana para que tú puedas descansar al ponerse el sol."

Y caminó entre los jardines de la racionalidad, entre ilusiones multicolores y mariposas que susurran historias con finales felices. Gotas de lluvia cayeron sobre su rostro y bañaron sus labios con un brillo opaco, con una melancolía nueva y especial, tan romántica como patética, tan enamoradiza como novela caballeresca, tan loca como su propia ironía.
Abrió sus puños y se llevó el tallo de aquella rosa roja a la boca, encendió la punta con suspiro y se fumó cada uno de los pétalos que caían hechos cenizas, pero que no se deformaban al tocar el suelo. Nada importaron los cortes que dejaron en sus labios las espinas, el humo que emanaba desde su cigarro era más sabroso que la hiel que le dieron al crucificado.
Y allí se quedó, llorando junto al cielo, y lamentando la despedida del navío que nunca pudo zarpar, el nacimiento del feto que murió a los 7 meses de gestación y el silencio de alguien que habló solamente cuando todos dormían, cuando todos soñaban.

viernes, 16 de octubre de 2009

Inexplicable..


Pasos orientados hacia el sur, hacia el extremo de la humanidad, desnivelados y cojos. A martillazos aprendió, fue necesario sangrar para entender: "El hombre es menos razón, que hombre.", pensó cuando se limpiaba la sangre de la cara que fluía libremente desde su ceja derecha. Con flores marchitas se quedó en su mano cuando la vio apostando su vida en la ruleta rusa del amor, cuando la imaginó hablando con fantasmas, cuando ella le disparó allí en el centro de sus miedos, cuando su rostro le hizo recordar el atardecer de su vida, cuando temblaron todos sus pilares.
¿Qué pasó con todos esos kilómetros que había avanzado?, eran sueños, nada más. Se había dormido de pie, había cerrado sus ojos para idearse de una manera distinta, para sentirse más completo, menos inseguro, más ideal. Pero nada es para siempre, y al despertar se encontró igual que antes, antes de dormirse.
Un agujero se agranda en su vientre, un escalofrío le recorre el inconsciente, vuelta a la fragilidad, al pasado. "La intención es lo que cuenta, ¿no?", se repetía de una manera masoquista una y otra vez en su cabeza. Puedes ver llover en sus ojos, él quiere que llueva, y ella le dio la excusa perfecta para que las nubes no se hagan esperar.
Así que le pidió que le robara el corazón por la noche, para que pudiese dormir, para no tener que vigilar su cuerpo toda la noche, ni soportar su subconsciente hasta que llegue la aurora.
Se levantó del suelo y fue en busca de una botella de ron: "La gente no cambia", se dijo mientras miraba sus pies y respiraba el olor a alcohol que emanaba su cuerpo.
Y realmente lo creía, nunca esperó nada de nadie, pero cuando lo hizo, se llevaba un golpe justo ahí donde más le hace gritar, en el lugar preciso que te borra una sonrisa de la cara y te envuelve en un halo de silencios y temores.
Él sabe que todo está dentro de su cabeza, que todos sus miedos son suyos y no de ella, pero no necesitaba que le removieran todo su lado más oscuro una vez más.
Esperó allí de pie bajo la luz del farol que la lluvia se detuviera, que sus besos dejaran de quemar sus labios y que su cabeza dejara de recordarla. Durante la noche escuchó a su enemigo hablar: "Soy David, contra un gran Goliat", y cómo entendía ahora aquella palabras, ¡cómo lo entendía!
En un lobo estepario debía convertirse ahora, en un caminante sin rumbo, volver a los majestuosos hielos en su interior, enfriarse un poco y comenzar a racionalizar todo lo que pasaba a su alrededor.
Así que le pidió una vez más que volviera para abrazarlo, para decirle que lo quería y que nunca habría nadie igual, necesitaba una mentira más para pasar la noche en soledad. Un último beso antes de que todo desapareciera, antes de que despertara de ese sueño que tocó la perfección.
"Ven y deja tu olor grabado en la almohada para que mis sueños no se escapen al despertar", le susurró mientras levantaba la mirada firme y fría, había vuelto a la normalidad, había despertado del sueño, porque todos sabemos que él nunca va a cambiar.