domingo, 27 de febrero de 2011

Sembrar...

Si pudiera por tan sólo un segundo acorralar tu mirada contra un poco de calor, tal vez impregnar el final en tu piel para besar el adiós, ahogar la lágrima en el adulto, la inocencia bajo el polvo del animal.
No es necesario el consuelo, no hay mucho para lamentar. Cuando caiga la noche la lengua cobarde saldrá a comprar pan, tu cuerpo brillará desde mi interior.

Sembrar sueños para cosechar libertad, plantar un beso en tu rostro para que vuelvas a vibrar. Sembrarle un silencio a los miedos para que los ojos puedas alzar, cosechar mundos que no existirán.

Sembrar tu entrepierna para que florezca tu vientre, dejar caer mi brazo sobre tu cuerpo para que puedas dormir. El costo a pagar luego de que suene la alarma de tu noche sobre tu espalda. Es así, sin la sangre todo es barato.

Bailé en tu oído, no me dejé ver, escapé y me borré. ¿Qué es lo que queremos recolectar?
Estaría bien si te quedaras una noche más, no hay nada que apurar, la cuerda que nos sujeta ninguno de nosotros la quiere cortar. Si sospechara que bajo tu cama se esconde un pedazo de paz, entendería la fuerza que tienen tus manos cuando corren libres pies abajo.
Si supiese que el camino dolerá, lo caminaría igual.

Sembrar la palabra en los labios que todos puedan hablar, sembrar tu cielo en un solo día para que no tengas que esperar para ver las nubes pasar, sembrar el viento con un aroma que no puede matar, sembrar las bombas con sonrisas de niño, sembrar el poder con humildad, sembrar el mundo con irracionalidad, sembrar la memoria para no olvidar, sembrar tus ojos que allí quiero descansar, cosechar tus pasiones antes de irse a acostar.

Poner mi semilla en el papel que se desintegra bajo el agua de mar, esconderme en la arena que quedó en la esquina de tu habitación, embriagarme con los ladrillos que se escaparon de tus muros, abrigarme con el frío de la noche sin estrellas, seguirte aunque la corriente me quiera llevar.

Sembrar tu rostro nervioso cuando siente algo que no quiere explicar, sembrarte adentro del muerto para que vida puedas dar.

Déjame bajo la carne para fatigar el corazón, esta noche serán las hojas de algún libro que ya no entiendo las que me abrigarán.

Sembraré tu imagen en mi costado dorsal, la costilla de la cual me he de alimentar. Te cosecharé en fruto.


viernes, 11 de febrero de 2011

Sobre tus hombros...


Bailando sobre las precauciones no escuchadas, desangrados todos sobre el error advertido. Apagada la inocencia, rasguños en el cabello, añejados todos esos antiguos sueños. Un grito que pasa inadvertido al leer las cartas bajo el colchón, los vecinos que ya no salen a pasear, un hambre que no se sacia con la luz del sol.

Brillan los ojos de los ciegos, corazones que palpitaron algún día con ritmos de tambores, piedras que siguen volando sobre esos que reciben sus sueldos reprimiendo a los coloridos, flota el sobre sobre la arena arrastrado hacia el infierno del olvido.
¿Cuántos días llevamos vivos en vela, sin poder conciliar una noche de paz?

Me falté cuando fue el momento de afrontar, cuando tuve que callar, cuando lo inoportuno era lo más correcto y la ironía dejó de causar lo violento.
Contento cuando la mañana me pertenecía, esa vela que acompañaba el atardecer y anunciaba la luna redonda, grande el intento de pulverizar los muros de cemento.

Seguiremos corriendo por los peladeros buscando un juego para no amurrar nuestros dolores, sentados en las veredas anulados por las luces de los autos, acompañados por vagabundos de licores.
A pesar de que se mueva el calendario, hablamos siempre de lo mismo, nos mareamos en los labios repetidos, acostumbrados a dormir sobre el cuerpo eterno, la constante intangible, las gaviotas asfixiadas por los quitasoles, la plaga humana sobre el paisaje natural.

Y ahora que nos volvemos a encontrar, te pregunto irrespetuosamente, ¿A dónde iremos a dar?
Bajamos por las manos hacia el humo del tabaco, esquivamos nidos que nos puedan albergar, mandamos, los malditos, la cruz a fusilar. Con las cabezas alocadas, la lengua rabiosa y el infierno en la piel. Acostumbrados a reposar sobre oídos sordos que no aprenden a escuchar, los líos de sábanas son evangelios eróticos en donde la fe se masturba en soledad.

Me enredo con el ayer, simbiosis con lo que fué. El feto dentro del feto, la madre oculta en la hija, el diente que crece del diente, el ojo se adelanta a la razón, motivación para desmotivar. Morderemos siempre el pezón que da de mamar, ansiosos por succionar hasta las ideas que dejaron escondidas para el que después nació.

Y ahora que te veo más encorvado y con el pelo desteñido te vengo a reclamar porque sobre tus hombros ya no puedo viajar.
Desde arriba todo se veía mejor, deja que te muestre yo ahora qué color tienen las nubes.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Más cerca lo lejano..


Creo que alguna vez pertenecí a algún lugar, existí por un minuto, y sostuve mi peso sobre los brazos de una mujer. Hoy desgarro el calendario solar con los pies alocados y las palabras dentro de tu boca, ese hábitat de hiel.

Estrellar la mano contra lo enjaulado para liberar la piel, confiar en el ladrón para poder comer, aclarar la luna para poder ver mi reflejo en tus dedos de miel. Aunque a veces el dinero destiñe los niños correteando pelotas bajo el barro, me baño con historias viejas para poder oler la naftalina en mis jeans.

Desafinando el ojo del que es medio externo, intocable lo interno, el útero siempre se va a negro. Una sonrisa nerviosa acelera el corazón del perro, esa tonta manera de reaccionar destapa nubes para que fluya el vino cerro abajo.
Arriba las patas para poder acariciar el vientre floreado de cabellos color sol, la mirada triste por tanta hambre emocional que hemos de pasar, el día lluvioso para morir en paz.

¿Qué harás si te pido sólo un beso para poder iluminar?, bastará una caricia para tapar la estrella polar, sobrarán noches para que nos podamos desvelar.
Por la orilla caminar para resguardar a los adultos que no saben nadar, la lengua aleonada, la niña con cabeza gacha y un millón de miedos por apagar.

El trabajo para el que quiera ser esclavo, el canto para el que busque la libertad, el silencio para el que no se hace entender, el amanecer para el que teme a la oscuridad.
Un incendio en las pupilas, carbonizadas las pestañas, una cuna que no tiene hijo para cuidar.

No preguntes más, ha llegado la hora de decirle adiós al dios que no puede bailar. No pienses más, está bien.
Ya no veo lo que fui, y lo que sigue no tiene punto final. Un bus sin recorrido, un amor sin rosas, una amistad de a uno, hacia el abismo saltar.
No me quiero arreglar para ti, he decidido solamente despertar y quedarme allí, tirado sobre la cama recolectando sueños rebeldes que se te escaparon al descansar.
No me esquives más, está bien.

Y aunque no lo creas, entre acordes y cigarros, no te puedo dejar de extrañar.
No me preguntes por qué, solo sé que se siente bien.