lunes, 25 de septiembre de 2017

Límite 4.

Roqueríos sobre las playas, calcetines entre las sábanas y el extravío de mi persistente incomodidad en el mundo.
Esas conocidas diversidades de sensaciones que acompañan el estar perdido, o en soledad, o dolido, o enojado. Las definiciones musculares detrás impacto que aparenta ser imaginario o simbólico.

Las paredes de las noches nos extravían sin esperar, nos arrojan sueltos al cielo del invierno, esa neblina densa de mañanas con vapor saliendo entre nuestros besos.
¿Acomodaste el corazón junto al mío solamente para entibiar el estar?

¿Cómo podemos desafiar al bienestar a re-latarse?
¿Cómo puedo retomar el hilo perdido de tomar la vuelta hacia lo habitual?

El corazón ya no lo tengo para amar.
Pongo las manos y el sueño, ofrezco los miedos como si fuesen buenos.

Me di más vueltas que las usuales, provocando el error del camino. Tomé el amuleto de tus ojos para hallarme la tranquilidad. La calma que no es centro, tu centro que también arde.

La piel es un límite que podemos desgarrar, poseernos significa habitar la quebrada emocional.
Cuando transpiran tus manos, yo veo tu cuerpo llorar en su tacto.
Por el acto de que le falten verbos para expresar, el temor que anda suelto, revolviendo la ilusa tranquilidad.

Cuando te pienso, no tiene principio ni final.




sábado, 9 de septiembre de 2017

Límite 3.

Todavía se dejaba caer la noche sobre el mar, no se atrevía a amanecer en esta tímida esquina de la humanidad. Como si el tiempo nos hubiese quitado la elasticidad en la pupila, como si la vista sólo se hubiese acostumbrado a ver entre la oscuridad del ser.

Caían los cuerpos enamorados de la muerte, mirabas de reojo lo que podría haber pasado, pero no te atrevías a gritar. ¿En qué curva de tus órganos se te extravió la voz?

Aferrado a la historia, sigo escuchándote en tus silencios.

Lo que quisiste esconder, el tesoro del secreto, la perla de ébano que tu lengua abrigó.
Lo que se cerró y lo que se quebró, las conjungaciones de los verbos cuando contamos esas historias que nos duelen un poco más.

Esos sueños subterráneos, de caras perdidas que se recitan como poema tatuado en el inconsciente. ¿Qué es lo que sienten los dedos antes de tocar?

Quizás sea que quieras habitar estos desteñidos paisajes.
Quizás algún día el pantano de mis ojos te pueda calmar.

Hay límites instituidos en las palabras, hay abismos en la voz.