martes, 20 de septiembre de 2011

Juicios.


Lo siento, no te pude defender.
Te cortaron las cuerdas al mismo tiempo en que me coartaron mi corazón.

Rápida y certera es la lengua ignorante, la imbecilidad que discursea y blasfema el arte que no aprendió. Si tus sueños me cambian, tendré que cambiar. La máquina se viste de mujer y me aplasta igual, la mujer aceptó los conceptos y se sometió.

¿Dónde están los senos que realmente podían contener el universo en su vientre?
Esos que hablaba de amor y paz, que su moral era la subjetividad.

Tengo acordes que vagarán sin ser tocados por un tiempo, deformes y mudos, cojeando por las grietas de mi corazón, pero nada es eterno ni siquiera tu represión, ni siquiera yo.
Sin embargo era mi arte, mi opción para sangrar, para volver a sentirme vivo, para creer que algo puedo cambiar, mi pasaje a la libertad, mi juego de niño, mi sexualidad y mi política.
¿Cómo tú no tienes alas, no dejas al resto volar?
Era yo, más allá del bien y del mal, gritando y rasgando las 6 verdades que me quedaban por explicar.

Pero las aguas del mar no siempre son tranquilas, no olvides que todo lo que sube tiene que caer, que incluso el juez puede ser juzgado; y no tendré piedad. Ni yo, ni mi canto, ni mi historia.

Porque tú intoxicas el alma con universalidad, destruyes el arte bajo tu pierna de la moral del capital, de lo correcto, lo masculino y la bondad.
Y volverá, firme y sádico, insurrecto, asexuado y sádico; volverá y caerá tu discurso por la fuerza de mi pasión, de mi rabia, de mi sueño incumplido.

Ellos son los que no dejan ser, los dictadores de la moral, los jueces del martillo, los poseedores de la verdad. Ellos tienen caer, sus cabezas deben rodar mientras el nuevo canto se levanta, sincero, inclusivo, desde la tierra, desde la (des)humanidad.

Lo siento no te pude proteger, soy cómplice, también, de este silencio al que te someten.
Cuando te cortaron las cuerdas se desgarró mi corazón, cuando nos intentan enseñar cómo relacionarnos, cuando su perversidad invade nuestras tardes de espalda al sol, cuando me criticaron por intentar ser yo; ahí dejé de ser, para volver a nada, para que no disparen más.
Te cambié por un poco de paz, por ser social. Pero cuando ella sueña le pone cadenas al manco, anula identidad y te obliga a que la sonrisa en su rostro sea natural.

No olvidaré este dolor, no olvidaré las canciones que nunca vibrarán con el aire.

Nada vuelve a igual.

viernes, 16 de septiembre de 2011

La incertidumbre del yo.


Esto va para mí, que estoy escondido por ahí.

Mutar el verbo, la carne destituida del pedestal infernal que los ángeles levantaron en tu lugar. Quédate firme en la mirada, en los pies del mundo, en el silencio de mi voz.
No queda mucho por reclamar, ni tu sangre ni la mía se pueden separar. Dos líquidos que fluyen hacia arriba, sonreímos al saber que el niño no respiraba.

Las mañanas del cuerpo, las costras que guarda el corazón, la calma ilusa en el ojo del huracán. Debes develar la lengua que tu hogar te quitó, no sigas esquivando las balas que caen sobre tus manos enfermas de tanto alfabetizar al animal.
Los engranajes de la emoción, me presté el hombro para llorar. No quise llamarte esa noche, no tenía desvelos para comprar.

Cubrí las pastillas con el dolor, el estado de la libertad no se elige al votar. El camino que sigue la senda del inicio terminó antes de empezar. Me acuesto con fantasmas para despertar con la soledad, sembrarme bajo tu vientre para renacer sin matrona ni paciente.
Se me escondió la herida mientras pasaron los días, dejó su olor en mi voz tu sombra amargada.

No queda luz para la preferida, no brilla ni es aplaudida. De amarillo se pinta la noche cuando el gallo quiere cantar, inútil y patológica se queda de pie en medio de la nada, destruyendo toda la paz que las armas buscaron construir.
Destruyendo tu historia y la mía, los cuentos de acento raro, las torres de acero oxidado, los muertos que se sienten lejanos, el disfraz para festejar.


Yo no quiero ser verdad.

"Dime donde te duele la vida, allí mismo es donde debes descansar"