martes, 5 de diciembre de 2017

Límite 6.

Que mi experiencia haya sido la de recorrer años entre paisajes de papeles y lagunas, subidas y eventualidades. Lo que era descifrar tu mapa desde la banca de enfrente, lo que podía ser conversar o equivocarme en qué chiste decir para salir del momento.

Todas esas casualidades, esas valentías diarias de ir más allá del hola, cómo estás.
Todas esas desventuras, todas esas vueltas estaban en mi tatuadas bajo los párpados.

Aprender el oleaje y las marejadas de esas costas, leer de a poco el cielo de esas alturas, dejar de temerle a los perros al pasar.
Lo que quise arropar, mis intentos por girarle la suerte a este incierto fantasma que me acompaña.
Lo que no supe estructurar, eso que se me escapó por el paladar.
Lo que se quedó pegado en la resina de mi garganta, la sangre que no quise derramar.

Que fluyan esas vertientes alegres por tus ojos, que vuelvas a quedarte igual de muda frente a la voz que te erizó la piel, que tus pies bailen libres sobre esa moral. Tienes la luna impresa en tu espalda, tienes una calma entre tu atardecer.

Tu ritmo me enseñó a decir buenas noches,
tu voz: mi canción favorita.

 

jueves, 19 de octubre de 2017

Límite 5.

Las manos crudas por el viento del mañana, amenaza la misma compostura que de sólo mantenerse inerte se invierte contra sus ataduras.
Sin idioma ni semblante, con la sombra andante por los esteros costeros.
De puerto brillante, semilla que se arroja a los pies del que camina cerro abajo, que flota hacia las ruinas.
Encaramado entre las quebradas de los cerros, decantado hacia el poniente. Fácil de perderse entre los montes, liviano en su densidad. Como fotografía entre pestañeos, el movimiento no se puede capturar.

Sin intención de ser verdad, una propuesta en carne, un otro intento por volverlo a intentar.


lunes, 25 de septiembre de 2017

Límite 4.

Roqueríos sobre las playas, calcetines entre las sábanas y el extravío de mi persistente incomodidad en el mundo.
Esas conocidas diversidades de sensaciones que acompañan el estar perdido, o en soledad, o dolido, o enojado. Las definiciones musculares detrás impacto que aparenta ser imaginario o simbólico.

Las paredes de las noches nos extravían sin esperar, nos arrojan sueltos al cielo del invierno, esa neblina densa de mañanas con vapor saliendo entre nuestros besos.
¿Acomodaste el corazón junto al mío solamente para entibiar el estar?

¿Cómo podemos desafiar al bienestar a re-latarse?
¿Cómo puedo retomar el hilo perdido de tomar la vuelta hacia lo habitual?

El corazón ya no lo tengo para amar.
Pongo las manos y el sueño, ofrezco los miedos como si fuesen buenos.

Me di más vueltas que las usuales, provocando el error del camino. Tomé el amuleto de tus ojos para hallarme la tranquilidad. La calma que no es centro, tu centro que también arde.

La piel es un límite que podemos desgarrar, poseernos significa habitar la quebrada emocional.
Cuando transpiran tus manos, yo veo tu cuerpo llorar en su tacto.
Por el acto de que le falten verbos para expresar, el temor que anda suelto, revolviendo la ilusa tranquilidad.

Cuando te pienso, no tiene principio ni final.




sábado, 9 de septiembre de 2017

Límite 3.

Todavía se dejaba caer la noche sobre el mar, no se atrevía a amanecer en esta tímida esquina de la humanidad. Como si el tiempo nos hubiese quitado la elasticidad en la pupila, como si la vista sólo se hubiese acostumbrado a ver entre la oscuridad del ser.

Caían los cuerpos enamorados de la muerte, mirabas de reojo lo que podría haber pasado, pero no te atrevías a gritar. ¿En qué curva de tus órganos se te extravió la voz?

Aferrado a la historia, sigo escuchándote en tus silencios.

Lo que quisiste esconder, el tesoro del secreto, la perla de ébano que tu lengua abrigó.
Lo que se cerró y lo que se quebró, las conjungaciones de los verbos cuando contamos esas historias que nos duelen un poco más.

Esos sueños subterráneos, de caras perdidas que se recitan como poema tatuado en el inconsciente. ¿Qué es lo que sienten los dedos antes de tocar?

Quizás sea que quieras habitar estos desteñidos paisajes.
Quizás algún día el pantano de mis ojos te pueda calmar.

Hay límites instituidos en las palabras, hay abismos en la voz.

jueves, 22 de junio de 2017

Límite 2

Como si representara un territorio propio, como si lo nuestro nos perteneciera cuando siquiera hemos aprendido a habitarnos.
Ese largo camino que se desdibuja con cada palabra que sacrificamos, con cada vocal puesta a disposición de la lengua suelta de razón.
¿Qué es esa cosa que nos destroza?
¿Cuál es ese límite que nos quema la piel?

La tos después del incendio, lo que solté para saltar, las huellas que se borran al pisar.
Que la distancia sea cuestionada por el corazón, que nuestros ojos miren hacia adentro lo que ven afuera.
Lo que me diste no me lo pueden quitar, el calor de tu cuerpo hizo arder mi espacio personal.

El saber que existe detrás del amor, la experiencia de equivocarse para intentar comenzar a sanar, quizás esos ojos puedan aguantar el vacío que se asoma tras mi pupila.
Lo que se buscar al quitar es manifestar la violencia de la herida que no deja de sangrar. Ese agujero que inunda silenciosamente lo que queda detrás del precipicio bucal.

Como todas esas nubes cómplices de aquel amanecer incierto, cuando a ella se le apagó la vida, cuando solamente por ser ella significó un precio altísimo a pagar. ¿Qué hacen nuestros esfuerzos detrás de tamaña oscuridad? ¿Cómo sujetamos ambos este abismo?

Que me lleve lejos tu susurro.
Que se quede lo mío en tu palpitar.

miércoles, 3 de mayo de 2017

Límite 1.

Unos meses pasaron ya, por debajo de nuestras pieles, en que no nos hicimos vibrar los tímpanos con esas filosas expresiones que se nos salen de las esquinas hostiles de eso que llaman "interior".

Unos meses pasaron ya, luna mía de roja noche artesanal, en que decidí que de morir sería en tus ojos.

Más de lo que pensaba había pasado, ¿hacia dónde? podría preguntarse uno (hacia adentro quizás).

¿Recuerdas esos tiempos cuando no se estaba roto?
, yo tampoco.

Y no sabía bien en cuál de todos los momentos había sucedido esa extraña determinación de un destino sarcástico definiendo qué es lo que se supone que deba decir cuando todavía siento tu mano tibia abrazada a mi corazón. Y ha empezado a hacer tanto frío en estas últimas noches, cariño, que he decidido abrigarme durmiendo con el pecho hacia el colchón, a ver si a través del calor que palpita en mi cuerpo deciden las sábanas soltar tu olor y disputar mediante una batalla sensorial y afectiva la gris consciencia que cargo.

Porque de tanto ver dolores con los ojos decidí ponerme lentes para cuidar lo que me queda de visión, porque de tanto inventarme salidas a los finales me quedé ajeno a toda interacción.

Tanto bullicio había en esos tiempos, mientras tú brillabas mirándote en el mar como si fuera un espejo.
Tanto bullicio en mi enrabiado caparazón, mientras sentía que sin darme cuenta de a poco fuimos quedando adentro nosotros de algo que nos juntó.
¿Y queda todavía en tus venas sangre para derramar?
¿No te has secado de tanto donarle sangre a tus amigos y a tu familia?
¿Qué puedo pedirte yo? Si sueño que tu arena juega entre mis dedos, si lo regalaste todo crezcamos algo nuestro para dar.

No tengo receta, no tengo razón. Si me lo preguntas, sigo buscando alguna posición que haga menos dañina para mi extraviada alegre sensación. Como si la sonrisa estuviera siempre en la evocación, como si la única forma que tengo de lidiar con tu belleza es marcarle a mi historia un guiño con la emoción de estar solitariamente amparado, pero más bien acompañado con alguien más que no fuese yo, porque de tener nunca nos tuvimos, porque de tener nisiquiera pude tenerme, porque de tener no se trata.

...Pero...

¿Te acuerdas de esa noche torpedeada por los sones patriotas de la masa hedonista esquinada junto al cementerio que decidió tener el mejor atardecer de por acá?
¿Te acuerdas de la mañana en que pudimos conocer cómo se sentía dar a luz un universo?

Y ahora, que los días se parecen todos entre ellos, guardo lo que me va quedando del adrenalínico golpe que rebotaba libre cuando descansaba junto a tus temores y verdades.

La vida que se vive nunca acaba de empezar.
La muerte que se abraza nunca nos dejará.
Quédate conmigo esta noche también, pedazo de lo que fui.
Quédate y comparte la niebla conmigo.

Quizás veamos, en algún momento de la noche, un sueño pasar.

viernes, 10 de marzo de 2017

Lo raro.

Lo raro sea, quizás, lo que se aprecia a simple vista, o lo raro será aquello que nada bajo el mar.
Lo raro sea ,quizás, mi forma de ser, o lo raro será lo dificultoso que me resulta ser otro.
Lo raro sea ,quizás, lo que siento como amor, o lo raro será que nada se siente como estar a tu lado.
Lo raro sea, quizás, el modo que tengo para mirar, o lo raro será que no sé leer la normalidad.

Raro será el tiempo en mis manos, perdido y alargado como si fuese un registro que decido retrasar. De todas formas llegamos siempre tarde, el momento siempre pasó y lo que nos queda es una sospecha de lo que puede quedar -ahora- detrás.

Como las hojas de un árbol terco que se resiste a soltar, como un indiferente segundo que dejamos pasar. Así de raro, como un extenso camino hacia el principio, como un intento por amarte como no he amado jamás.

Acompañados en la mutua soledad.

Pacientes de la pasión que padece lo mismo que persiste.
Porque no quiero agotarme de otro modo que no sea en nuestra inquieta felicidad.

Tan raro que duele sanar.

"Por un momento pensé que las cosas que nos dijimos quedaron grabadas en algún rincón de la ciudad, entre las colillas y los misterios de nuestros sueños. Esas cosas que recibimos sin que nos pregunten si las queremos tomar, las oscuridades que salen a jugar. 
Como si caer fuese consecuencia del acto de saltar, nos aferramos al pecho del otro para que el golpe tenga su olor.

Improvisar junto al viento, arrojar rocas al sol.   
Extrañarte es otra forma que tengo de amar."


viernes, 13 de enero de 2017

Ballena blanca.

El interior es un territorio más, casi como si el sol tuviese algo con estos valles, como si la historia fuese una anécdota más entre tantas verdes montañas.

Ballenas blancas que nos sostienen y nos mueven, como satélites en plena noche flotando sobre el mar.
Se escuchan los ladridos del alma, se ocupa un puesto y se toma posición.
Lo que somos se encuentra entre lo que hacemos y lo que podemos.
Un espejo para los que somos iguales, infinito reflejo de un intento histórico por ser libres.

El cuerpo suelto hacia el sentimiento, sus islas me acompañan en todo horizonte que me estalla. Somos límites entre seres de cemento, ella la estratega de todo el concierto.
Las trampas son normales, nos tomamos las piernas con las manos mientras caminamos.
Una máquina de recortar vínculos, una duda que crece como deuda habitacional.

Lo marginal de la infancia entre provocativas sustancias, salpicando en estadios de agua, navegando sin rumbo fijo, cavilando la pulsión porque reprimir no significa viabilidad.
Selvas de símbolos, el código se convierte en moneda cuando queremos conversar.

Cuevas para la diferencia, escondites para dibujar paredes.
Grietas donde el grito se responde a sí mismo.
Extraviado el criterio entre tantos cristales, entre tantas ventanas, entre tanta aplicación social.

Asistimos, todos, al corte de lo primero.
Vivimos, todos, iguales en el calor.
La piel baila las penas y llora de felicidad.