martes, 23 de febrero de 2016

Quinta descripción: Flujos de poniente a oriente.



Vueltas a los días, el tiempo en movimiento desde la arena hacia los ríos. ¿Cómo flotar entre valles y sobre las montañas? ¿Cómo encontrarnos con tanta distancia material?

Nos tomó una vida intentar acostumbrarnos al dolor, nos gastamos las palabras explicando las estrellas sin usarlas para amar. Carreteras y puentes entre amigos que se juntan para alejarse de lo que está, de lo que son. Cada uno con sus propias esquinas, compartiendo luces y sombras para volverse a inventar.

Así, desde el borde del océano hasta las cumbres verdes rasgadas por el sol, le dí mil vueltas a tu rostro, a los lugares que vuelvo a besar, al mapa de tus ojos que se esconde detrás de las pestañas y la vulnerabilidad.

Así encontré el calor de tocarte en la mañana junto a los amaneceres más solitarios, toqué los extremos con los ojos clavados en la luna que ilumina tu piel.
Me puse hoy en lo que venía desde ayer, tomé el medio y lo llevé hacia nuestra intimidad, tomé tus miedos y les hice cosquillas.

La consagración de lo distinto, crisis para sí-mismo, algo que ya no somos y queremos ser.
Nos acompañamos bajo la lluvia y nos cubrimos el pudor con los dedos.
Cruzamos ciertos músculos para sentirnos lo que tenemos entre las costillas, para bailar entre arterias y mordidas.

Nunca es suficiente si se trata de nosotros.


miércoles, 3 de febrero de 2016

Cuarta descripción: Mantra.



No es tarea fácil la explicación del acto de pliegue hacia adentro, el por qué del salto que te levanta del sillón y te lleva a otras esquinas. Bien sé que no comprendo completamente, ni pretendo llegar a hacerlo, las obras que el deseo construye como vías hacia- y desde- los cuerpos; pero si me ofrecen pensar una noche fría, yo escojo al mar como compañero.

La amargura de la fiesta se baña con incienso, los dolores adornan las bromas de esos desayunos entre islas de extraños.
Hacer de mis disgustos un motivo para bailar, gastarme los ojos buscando barcos naúfragos en los arrecifes de tus hombros.

Ajenos al tiempo nos escondimos a pulso bajo el colchón y la gente, contemplando extrañados la sensación que dejaba mi respiración en tu espalda.
Desviviendo los traumas y compartiendo las culpas, de cara a los cerros o enterrados bajo los muelles.


"Mis dedos repiten mantras sobre tu piel, como acordes encadenan lo que tú querías con el grito más ciego. Mis dedos se hunden en tu pelo y sólo encuentro fuego."