Nos tomó una vida intentar acostumbrarnos al dolor, nos gastamos las palabras explicando las estrellas sin usarlas para amar. Carreteras y puentes entre amigos que se juntan para alejarse de lo que está, de lo que son. Cada uno con sus propias esquinas, compartiendo luces y sombras para volverse a inventar.
Así, desde el borde del océano hasta las cumbres verdes rasgadas por el sol, le dí mil vueltas a tu rostro, a los lugares que vuelvo a besar, al mapa de tus ojos que se esconde detrás de las pestañas y la vulnerabilidad.
Así encontré el calor de tocarte en la mañana junto a los amaneceres más solitarios, toqué los extremos con los ojos clavados en la luna que ilumina tu piel.
Me puse hoy en lo que venía desde ayer, tomé el medio y lo llevé hacia nuestra intimidad, tomé tus miedos y les hice cosquillas.
La consagración de lo distinto, crisis para sí-mismo, algo que ya no somos y queremos ser.
Nos acompañamos bajo la lluvia y nos cubrimos el pudor con los dedos.
Cruzamos ciertos músculos para sentirnos lo que tenemos entre las costillas, para bailar entre arterias y mordidas.
Nunca es suficiente si se trata de nosotros.