miércoles, 18 de noviembre de 2015

Primera descripción: Históricas cotidianidades.



Más de una noche gasté colgándome de ventanas para mirar los barcos pasar, usé como linterna el fuego de los dedos y como luna puse una foto de tu boca.

Me desvié en las curvas del cierre, tus vueltas y las mías nos terminaron dando la razón: uno aprende a quedarse y otro que aprende a decir adiós.
Ninguno constante, sino más bien incesantes en el acto de asaltarle a los ojos la razón. Porque los motivos son historias que contamos para evitar dormir, porque el descanso sólo se encuentra cuando se cruza nuestra respiración.

El costo de atravesarse, de ir a buscarse en esos sitios donde se supone no debías estar. El sitio que se dice privado, pero se ocupa a pulso ilegal. La desobediencia no cómo oposición a la norma, sino como acto creativo del deseo propio. Insurrección en los pies que se tejen día a día, en los sueños de los terroristas que se revientan la piel. Allá arriba sobre las nubes aprendimos lo que era la tranquilidad de volverse locos sin que nos quieran encerrar, allá por las nubes donde entendimos que aquello que parece conjugarse como presente fue mucho antes de lo que será.

Aquí la tierra es un recurso que no tiene dueño, en estos suelos se pueblan de silencios las conversaciones. Porque consideramos que decimos más cosas dejando que pase el viento entre nuestros miedos, porque aquí se llora la muerte de uno mismo al final de cada estación.
Seguidos tan de cerca por pájaros que son sólo trazos en el atardecer de los cielos, acompañados por los recuerdos de nuestros viajes, pero contentos de habernos encontrados en esta versión.

Históricas cotidianidades de contarle las arrugas a tu sonrisa, de respirar un poco más profundo durante los abrazos y de ofrecernos la falta como sincera intimidad.

"Se amotinó morfeo en las piezas del corazón, se hizo habitante de lo que lo habitó."



viernes, 6 de noviembre de 2015

Primera mordida al continente.



En plena tormenta de rayos y cosquillas que corren por debajo de la piel toqué el puerto del continente.
Entre despedida y llegada, entre marejadas y bosques pintados con tu olor.
Vuelve que ya me voy.

La brújula del deseo apuntando hacia el centro, tú: la dirección. Al mismo tiempo que me suelto me asalta la mano que me toma tal cual soy. Guardé un trozo de ti, nos miramos las esperanzas en el aquí para ver hacia donde ir.
Ven donde nunca fui, vuelve que ya me voy.

El atardecer de los días quemados entre montes de cemento e ideas que muerden el ideal. Usé tus labios como bar para beberme la amistad, usé tu risa como motivo para festejar.
Despertaron los momentos bajo la tibia neblina de la primavera cuando amanece entre los cerros, habitante de la república independiente de los sueños ahora hallado en otra posición.

La ruta la tracé entre tus dientes, marqué en el mapa donde enterré mis muertos y olvidé los bienes entre las islas de tus ojos. Con barro cubriendo los intentos por pasarme a buscar, compartiendo los pasos dados para retomar la belleza del final.

"Hice de la playa mi jardín, sembré cuántos botones de rosas tenía. 
Mojé con tu saliva los campos de errores, bañé los corazones en los vapores de las canciones. 
Tomé las flores y les abracé las espinas, hice de mi carne un continente  para tus hambrunas.
Nos quedamos en(la)cima de los amores sin restricciones.
Llorando por las alegrías y riendo para los silencios acompañar."