miércoles, 31 de diciembre de 2008

Novela...


Despertó esa mañana con una sensación distinta, casi con tranquilidad, como si tuviese la certeza de que ese día sería distinto.
Se levantó y caminó hacia el baño, se miró en el espejo por un par de segundos y se despeinó un poco más.
Resignado a vivir un día más, giró la manilla de la ducha y disfrutó el sonido del agua contra la bañera.
Se desvistió y sin pensarlo dos veces se metió bajo el agua tibia e intentó relajarse, el tiempo pasaba lento y él se sentía cómodo, no había nadie más en su casa, le gustaba la soledad. 
El reloj sonó, al igual que todos los días, siempre puntual, avisando que la ducha se debe cerrar, tiempo para vestirse y luego a trabajar.
Cerró la llave, tomó una toalla y se apresuró en vestirse puesto que tenía ganas de pasar la librería que está camino al trabajo.
Se vistió y salió rápidamente de su departamento, bajó las escaleras casi corriendo y salió del edificio sin despedirse del conserje.
Caminó un par de cuadras y entró a la librería, se paseó unos minutos por los pasillos hasta que un libro negro con tapa de cuero viejo y lleno de polvo llamó su atención. Lo tomó y lo revisó superficialmente, sin pensarlo mucho, fue a la caja y lo compró.

Una vez en su lugar de trabajo, leía ansiosamente durante sus momentos libres, hasta que acabó el prólogo y comenzó a leer la novela en sí. Primero lo sospechó, luego comenzó a asustarse y finalmente estaba completamente seguro, ese libro, relataba su vida. 
Todo, tenía todo, incluso aquellos momentos que él había olvidado ya, su infancia, la adolescencia y finalmente la adultez.
Desconcertado y asustado, se dirigió directamente al final del libro, y se encontró con el capítulo final, el nombre del capítulo le provocó escalofríos y sintió un nudo en su estómago.
"Muerte", se titulaba el último capítulo.

Dentro de sus planes para el día de mañana, él iría a ver a su novia, planearían los últimos detalles para la boda que se llevaría a cabo en un mes más. La amaba y quería vivir cada segundo junto a ella, realmente era el amor de su vida, deliraba con su mirada, soñaba con su cuerpo y adoraba su mentalidad. ¿Cuánto estaba dispuesto a dar por ella? ¿Qué haría por un segundo junto a ella?

Cuando llegó al punto final de la última página de aquel libro, tenía unas enormes ganas de llorar. El miedo a morir le atormentaba, conocer el cómo, el dónde y el cuándo, de su muerte, le quitó todo tipo de esperanzas con respecto a un futuro más feliz.

Salió de su trabajo y se fue a comprar un café a la esquina, caminó lentamente las calles hasta su hogar, trataba de fijarse en cada detalle, en todas esas pequeñas cosas que antes no había visto a causa de la rutina y la monotonía del diario vivir.
Se sentó en esa banca que siempre se había querido sentar, bajo ese viejo árbol que siempre había querido fotografiar alguna tarde de otoño. Se tomó lentamente el café, miraba al cielo y a la gente que pasaba a su alrededor, todo este escenario le producía cierta melancolía, tuvo ganas de llorar, pero no lloró.

Entró a su departamento, tiró las llaves sobre la cama y se sentó en sofá que estaba frente al televisor. Decidió ver esa película que tanto le gustaba y que no veía hace muchos años, puesto que no había tenido el tiempo disponible para verla. 
Mientras veía la película, recordó muchas cosas, tal vez cosas que no valen la pena para ser escritas acá, pero cosas que para él tienen un valor incalculable y que él creía olvidadas en ese inmenso vacio de su memoria.
Rió, sonrió, meditó, recordó y anheló. 
Se levantó y fue a la cocina, se preparó ese plato que tanto le gusta y puso su música favorita a todo volumen. Cantó y gritó cada coro de esa canción, saltó sobre la cama y jugó a ser guitarrista.
Finalmente se tiró sobre la cama y se quedó mirando el techo hasta que se durmió.

Tenía en sus manos el poder de revertir su muerte, sabía cuándo ocurriría, dónde ocurriría y cómo ocurriría. Era cosa de no ir a tal lugar, en tal hora, tal día. Sencillo, ¿no?

A la otra mañana despertó y se metió a la ducha, se bañó rápidamente y se vestió con la ropa que más le gustaba a su novia. Salió apurado, bajó corriendo las escaleras y se despidió del conserje con una sonrisa. 
Pasó a comprar un café y tomó el bus que va a la casa de su novia. Durante el viaje pensó en ella, en todo lo que han vivido y en lo mucho que le gustan esos lunares que ella tiene en las mejillas.
No descubrió nada nuevo, solamente se admiró con todas esas cosas que se habían convertido en comunes a causa del tiempo. La manera en que sonríe luego de un beso, la fuerza con la abraza cuando llora y el modo en que suspira cuando hacen el amor.
Recordó toda esa pasión, todo ese amor, toda esa ternura contenida dentro de aquella hermosa mujer. Se sintió afortunado, eternamente agradecido de ella y quiso llorar, pero no lloró.
Tuvo que terminar de golpe con sus divagaciones porque estaba llegando a la casa de novia. Bajó rápidamente del autobús y se quedó de pie frente a la puerta de esa casa por 10 minutos, no sabía qué hacer, qué decir, qué pensar. 
Nunca se dió cuenta que ella lo miraba escondida desde la ventana que está en el segundo piso, sobre la puerta. Ella sonreía y pensaba en lo lindo que se veía allí de pie tras su puerta, hasta que finalmente él golpeó la puerta con su típico ritmo.

Le sonrió, le saludó y la besó. Fueron a su habitación y hablaron de los detalles que faltaban, los invitados, la comida y la orquesta que tocaría durante la fiesta. Hablaron de los detalles y se juraron amor eterno a través de las miradas, se amaban, se amaban tan intensamente que darían la vida por el otro.
Se miraban entre frases, se miraban tal y como se miraban cuando la música movía todo a su alrededor, miradas cómplices, miradas de amor.
Se besaron una y otra vez, se recostaron sobre la cama, se desvistieron, e hicieron el amor.
Era una ecuación irracional, era una metáfora sin interpretación, era la unión de dos esencias a través del placer, eran uno solo y al mismo tiempo eran dos.
Se tocaban, se movían y se suspiraban. Sus cuerpos hablaron por ellos en esos momentos, todo era perfecto, se conocían tan bien, tenían tanta confianza, que todo era perfecto, no podía ser de otra manera.
Él despertó junto a ella, desnudo igual que ella y cuando la vió a su lado, le besó los labios y se vistió silenciosamente. Le dejó un papel en la almohada y salió con una sonrisa dibujada en la cara.
Iba cruzando el parque en búsqueda de un café, en realidad quería dos, uno para él y otro para ella. Cuando vió la tienda al otro lado de la calle, miró su reloj, vió la hora y sonrió. Guardó su reloj en el bolsillo, cerró los ojos y avanzó un poco más. Estiró su mano derecha y se topó con el tronco de un árbol, abrió los ojos y vió que era ese árbol que siempre había querido fotografiar, se sentó en la banca y pensó un poco más en ella. Sí, la amaba.
Sacó una monedas de su bolsillo y las contó, se las guardó en su bolsillo de vuelta y miró el café. 
Se levantó de la banca y vió venir un auto a una gran velocidad hacia él. 
No se movió, simplemente vió las luces de aquel auto romperle las rodillas y quitarle la vida.
Finalmente quedó tirado bajo ese árbol, ese árbol que siempre había querido fotografiar una tarde de otoño.

Ella despertó y no lo vió a su lado, supo que había ido a comprar café, siempre va a comprar café. Sonrió y tomó el papel que estaba en la almohada junto a ella. Lo leyó y sus ojos se llenaron de lágrimas.

-"Te amo y te amaré por siempre. Sí, mi amor. Acepto, te cuidaré, te protegeré y te querré todos los días de mi vida. Es sólo cosa de tiempo nada más, es sólo cosa de tiempo para que veamos esos sueños que soñamos juntos, hechos realidad.  Te adoro" . Y dibujó un corazón un poco más abajo, en el papel.

Ella volvió a dejar el papel en la almohada y la abrazó fuerte, respiró profundamente con la nariz pegada a ella y disfrutó del olor que tenía la almohada. Olía a él.
Mientras la abraza y sonreía se dió cuenta que había algo bajo la almohada, movió la almohada un poco y encontró bajo ella un libro negro con la cubierta de cuero antiguo y llena de polvo.

Lo abrió y leyó en la primera página:
-"Aquí viviré por siempre, para tí con amor."

De ahí en adelante, deja ese libro todas las noches bajo la almohada y le susurra entre lágrimas que nunca lo va a olvidar.





sábado, 27 de diciembre de 2008

Blasfemia..



Se callan las voces, se apagan las luces, se vacía el salón y quedo a solas con un sueño que fue olvidado al despertar. 
¿Puedes explicarme por qué me siento así? 
¿Acaso parezco un tonto?

Y es que hay cosas que antes giraban, y ahora piensan detenerse. 
¿Por qué? ¿Por qué sigues mintiendo? 
No me mires a los ojos cuando me quieras fallar, date media vuelta y no vuelvas jamás. No pienses en que voy a llorar, no creas que volveré corriendo a tus brazos, no te necesito, nunca te necesité.
¿Por qué me dices que todo estará bien? ¿Por qué?, cuando eres tú el único que se esconde tras un manto gris.
No quiero verte más, no quiero tus promesas, no quiero tu bondad.
Jamás te he necesitado, cuando me aferré a tus brazos fue sólo por debilidad.

¿Qué soy ahora para tí?
¿Cómo se supone que me tengo que sentir?
Por más que me gritaste en el oído jamás te pude escuchar, por más que me cuidaste siempre terminaba con una herida en un lugar que no alcanzaste a cubrir, esas heridas nunca han podido sanar, nunca las has venido a sanar.

Y todos esos lugares por los cuales corrí durante toda mi vida se han convertido en tierra, y ahora, todo es dolor por tu culpa, por no verte igual que todos los demás.
Me tapaste los ojos durante años, no me dejaste ver más allá. Tenía que confiar en tus palabras, en tu descripción de la realidad, tenía confiar en tí y me hiciste tropezar. 
Ahora me duele el sol en los ojos, no veo todo con claridad, pero puedo buscar mi concepto de realidad, buscar mi propia verdad.

Lo último que quiero hacer es llorar junto a tí, abrazarte y besarte, pedirte perdón y que me sonrías como lo solías hacer, para luego recordar viejos tiempos y preguntarnos hacia dónde fueron esos días y decirte cuán poco me importas ahora.
Leí tus cartas, tus historias y todo lo que has hecho por mí. Debo confesarte que no podía dejar de reir, tu egocentrismo podría ser la fuerza que mueve el universo, eres igual de miserable que yo.

¿!Dónde estás ahora!?
!Ven, acércate y golpéame en la cara!
Adelante, muéstrame todo ese poder que decías tener.
Adelante, que tu fuerza está en la ignorancia del hombre.
!Vamos!, sal de tu jodido escondite.
Acá está oscuro, y la muerte me quiere llevar, a mí y a unos cuántos más.
Eres débil, has construído tu casa sobre arena, ¿y sabio te hacen llaman?
Has levantado tu iglesia sobre la humanidad, ¿acaso no te enseñaron a pensar?
Te usan para llenar un vacío, nada más.
Todo cae por su propio peso, has edificado tu casa sobre arena, tu error debes pagar.



lunes, 22 de diciembre de 2008

Zero..


Se detiene y piensa un poco, nada un poco más hacia su interior y busca algo que nunca va a encontrar. ¿Qué sucedió?, parece que el dolor aumentó.
Sus ojos se encendieron en llamas y sus huesos se pulverizaron, nadie lo ayudará, tampoco quiere que lo ayuden, o eso se repite cuando siente que la duda le asaltará la verdad.
Pero ahora está cansado y no quiere escapar, tal parece que se siente un poco más triste de lo normal, pero no lo dice, prefiere sonreír sin más y seguir caminando por el parque.


La noche no le permite ver más allá, pero tampoco lo limita. De no ser porque está un poco triste juraría que puede volar, pero las estrellas se quieren apagar y él se está ahogando en el mar de su alma.
Las luces que adornan los árboles no le alegran en lo más mínimo, de hecho le inspiran cierto aire de melancolía, de desprecio y de asco. ¿Desde cuándo todo cambió?, desde el momento en el que él se decidió a crecer, pero ahora su corazón está más tranquilo, él tiene esa respuesta que siempre buscó casi con desesperación.
Y no pide nada, nisiquiera un abrazo o una palabra que lleve un poco de amor, no busca nada a su alrededor, pues tiene la respuesta a esa pregunta que siempre le quitó el sueño.


El clima está frío esta noche, pero a él no le preocupa enfermarse, pocas cosas le importan ya.
Alguien le dijo alguna vez que él sería lo que decidiera ser, y ahora, mientras recuerda esa frase, quiere llorar, pero sabe que no lo hará. Quiere dejar de pensar, quiere detener el tiempo, quiere que desaparezca todo tipo de vida, quiere un segundo de silencio, quiere que termine este maldito dolor, pero sabe que nada cambiará, porque todo lo que él es ahora, es eso que siempre quiso ser.
¿Para qué llorar?, ya no vale la pena, es demasiado tarde, ahora no queda más que recorrer el parque antes de que amanesca, y la gente lo sorprenda con la mirada triste.
Ya no encontró ninguna excusa para sentirse mejor, ya no encontró esa mentira que le servía de escondite al dolor, se aburrió de respirar, se cansó de rezar y rezar.


Se sienta en una banca junto a un farol, levanta la mirada al cielo y enfrenta la verdad. Siente que el dolor disminuye un poco, mientras él busca un cuchillo en su bolsillo, lo saca en silencio y sin pensarlo dos veces se corta la yugular.
La sangre fluye libre, casi naturalmente, faltan un par de horas para amanecer.
Sabe que no tiene nada, que nunca tuvo nada y que nada tendrá, nada más allá de lo que puede recordar o de lo que cree por verdad.
Su piel se tiñe de rojo y sus ojos toman un color natural, su mente se libera, rompe violentamente la barrera que la separa del silencio.
Sus recuerdos van cayendo intensamente hacia la llama que mantenía encendida su razón, su silueta está agonizando en soledad, dolorosamente, ambiguamente.
Marejadas de sentimientos golpean las paredes de la habitación que contiene esa caja de momentos inolvidables, esos días que volvería a vivir por el resto de la eternidad. Pero nada sucede, se mantiene puros, libre de toda pasión humana, libres de toda cosa que los pueda distorcionar.

Su alma viaja a cero, sus brazos cuelgan inertes sobre la banca en donde conoció la felicidad.
Ésto es lo que siempre quiso ser, en lo que siempre se quiso convertir, en él mismo, en su más simple y efímera expresión, solamente él quería ser él. Anularse por completo, destruir la línea del tiempo, borrar con un último suspiro toda la historia de la humanidad, es solamente eso y nada más.


Un orgasmo existencial, una herida que no sangra más, un rojo que no se borrará y un amanecer que está pronto a llegar.



sábado, 13 de diciembre de 2008

Sábado...


Desperté lentamente, era sábado y la almohada no me quería liberar de las cadenas del sueño. Levanté un poco la mirada y ví que el sol estaba acompañado por un par de nubes, supe que sería un día especial. 
Giré mi cuerpo y me encontré de frente con ella, la miré y sonreí. Me acerqué a ella y la besé suavemente en los labios, no quería despertarla, verla dormir era un espéctaculo que cada vez me deslumbra más y más.
La suavidad de su piel no me dejaba de atraer, el deseo me invadía lentamente. Me detuve un par de momentos en su pelo, el mismo que ahora cubría la almohada y que alguna vez pude ver mojado bajo el agua ducha.
Yo la miraba embobado, yo la miraba y la amaba intensamente, yo la miraba y no podía dejar de mirarla.
Ella abrió lentamente sus ojos y me sonrió, se quitó el pelo de la cara y me miró con los ojos entrabiertos.
Yo la besé nuevamente y le susurré que la amaba, ella sonrió un poco más y se sonrojó levemente.
Estábamos mirándonos a los ojos, cuando una niña entró corriendo a la habitación, era tan pequeña que apenas y podía caminar.
La miré y ví en sus ojos el mismo brillo que tiene la mujer que está junto a mí. Sonreí y comprendí que se trataba de nuestra hija. 
Ella subió a la cama y se abrazó a mi cuello, balbuceaba algunas palabras y me besaba el mentón.
Yo le acaricié la cabeza y tomé su cabello suavemente, lo miré y lo besé. Es el mismo cabello que siempre amé.
Luego la niña se lanzó sobre su madre y se metió dentro de las sábanas sin avisar.
Salí de la cama y observé la escena, no pude no sonreír, eran iguales, exactamente iguales.
Ambas con la misma sonrisa y los mismos ojos, igual de frágiles, igual de puras, igual de maravillosas.

De pronto siento que algo me abraza el pié y se aferra fuertemente a él. Bajo la mirada y me encontré con un pequeño niño que me abrazaba la pierna y la babeaba mientras me miraba con un par de ojos grandes y oscuros.
Me senté en el suelo y tomé entre mis brazos a este niño, me ví reflejado con él, somos igual de niños, igual de babosos e igual de impulsivos.
Puse su cabeza sobre mi pecho, y sentí la saliva correr, sonreí y sentí cosquillas, comprendí que ese era mi hijo.
Me levanté del suelo y me metí con la cama con mi hijo sobre mi pecho, a mi lado estaban durmiendo un par de mujeres especiales, un par de mujeres únicas y perfectas, no necesitaba más que ésto para ser feliz.
El niño se durmió y me babeó un poco más, la niña abraza a su madre y ella la cubría con sus brazos, con esos brazos de madre. Yo estaba despierto mirando toda esta escena, tanta sencillez en todo, y yo que estaba apunto de llorar.
No recuerdo cómo llegué hasta acá, pero ésto es todo lo que soñé, es ese mismo futuro que pensé durante alguna noche desvelado en mi habitación.
Y el tiempo pasó lento, preciosamente lento. Me fijaba en cada detalle, en el color de la habitación, el olor de las sábanas, el calor de la saliva de mi hijo, la fuerza con la que se abrazan mi hija y mi mujer. 
Era un ir y venir de sensaciones, una dicha inmensa, un sentimiento distinto, un cosquilleo en el estómago, un "no se qué" que se siente cuando ves un sueño hecho realidad. 
Besé la cabeza de mi hijo, la cabeza mi hija y los labios de mi mujer. Esos tres corazones latían al mismo tiempo, al mismo compás. 
Sus latidos llenaban la habitación, formaban esa sinfonía que podría escuchar todos los días, a cada segundo, sin dejar de sonreír, sin dejar de amarlos. 
Sus corazones sonaban cada vez más fuerte, ya no me dejaban pensar, sonaban solamente ellos, apagando todo tipo de sonido que me pudiese distraer.
Ya no había nada más en el mundo, solamente 3 esencias descansando a mi lado, marcando el ritmo de mi vida, conviertiéndose en la motivación de mi vida. 
Ya no había nada más, solamente 3 corazones que sonaban demasiado fuerte, como si su sonido estuviese amplificado.
De pronto, abrí mis ojos y me ví rodeado de amplificadores. La habitación había cambiado, y yo estaba sentado con un par de baquetas en mis manos. La cara sudada y dos personas que se ma hacían conocidas estaban paradas frente a mí, uno con una guitarra y otro con un bajo. 
En la esquina de la habitación, 3 mujeres, una llamó mi atención. Me fijé en sus ojos y en su cabello, en ese preciso momento amé el brillo de su mirar.
Un amarillo asesino y una piel suave. 
Yo solamente seguí tocando como si nada hubiese pasado, como si ese sueño no hubiese existido nunca dentro de mi imaginación, pero ahora sonreía, sonreía y la amaba.
Dentro de mi cabeza se mezclaban las imágenes, una con los ojos cerrados y con el cabello disperso sobre una almohada, otra con la mirada sensual y el cabello moviéndose al ritmo de este compás.
Algo no ha cambiado, el ritmo de los corazones, es el mismo ritmo que ahora marca la musicalidad. 
Lo sé, y sé que ella lo sabe, es sólo cosa de tiempo, nada más.

Es sólo cosa de tiempo, nada más...


miércoles, 10 de diciembre de 2008

Lento...


No quería ver esto acabar, deseaba con todas sus fuerzas que su corazón siguiera latiendo de la misma manera, al mismo ritmo y con la misma tranquilidad.

Le pidió que lo hiciera lento, lo más lento que pudiera y que no olvidara jamás este sueño.
Ambos comprendían la importancia de estos segundos, de estos momentos. Ambos tenían más que claro que ésto es especial, que ésto es digno de ser recordado. 

Le pidió que lo hiciera lento, y mientras se dibujaba una sonrisa en sus labios, le susurró que la amaba y le besó suavemente en los labios. La miró a los ojos por un par de segundos y sintió unas enormes ganas de llorar de felicidad. 
Le acarició la cara, la contempló en silencio, admirándola desde lo más profundo de su debilidad, siempre en silencio.

No podía entender cómo había llegado hasta este preciso segundo, no encontraba el camino que había recorrido para llegar a este paraíso. Sabía lo que había sucedido, cómo había sucedido y dónde había sucedido, lo recordaba nítidamente, de hecho, noche tras noche pulía los recuerdos, los cuidaba como su tesoro más preciado. Eran su tesoro más preciado.
Recordaba las gotas de lluvia, las palabras, los gestos y las miradas. Recordaba hasta el más mínimo detalle, recordaba con desesperación y alegría, con esa ansiedad de niño que tiene un regalo en sus manos y lo único que quiere hacer es romper el papel que lo envuelve.

Muchas veces se preguntaba cómo era posible que ésto fuese tan perfecto, y la respuesta la encontró frente a él, de pié mirándole con una sonrisa en la cara y unos ojos únicos. Se encontró de frente con la respuesta y la amó, la amó tan intensamente que se sintió pequeño, se sintió insignificante. 
La abrazó y tembló, tembló como nunca antes había temblado en su vida, porque él sabía que esto era especial, él sabía que esa era la esencia a la cual le había escrito desde que aprendió a escribir.

Le pidió entre lágrimas que lo hiciera lento, que lo besara y que no se fuera nunca más, que le abrazara fuerte y que detuviese el tiempo para que todo el universo se dedicara sólo a mirarlos besarse, a verlos amarse, a verlos vivir.

Adoraba cada recuerdo, y anhelaba el futuro, pero por sobre todo amaba el presente. Amaba todos estos segundos, todos estos minutos. Amaba las miradas, amaba los silencios y las palabras, amaba las risas y la pasión, amaba todo, todo en ella.

Le pidió que lo hiciera lento, que lo amara como nunca ha amado y que le jurara que a su lado era feliz. Porque él si la ama como a nadie y es inmensamente feliz a su lado, porque todo parece tan simple, tan hermoso, cuando ella duerme y se aferra a su mano entre sueños.
Porque ahora él es mejor gracias a ella, y él quiere pensar que ella ha aprendido algo junto a él.

Le pidió que lo hiciera lento para que pudieran disfrutar al máximo cada instante, para que se grabara cada segundo en sus memorias, para que se grabara este abrazo, tirados sobre la cama vestidos con sus mejores atuendos.
Todo calzaba perfectamente, todo encajaba mágicamente, todo esto es complicado de creer.

Y es que son un par de locos, dos desaforados caminando sin rumbo alguno, riendo con cosas simples y hablando su propio idioma. 
Son un par de esencias que se mezclan con facilidad sin perder su autenticidad, sin dejar de ser ellos mismos, al mismo tiempo que son uno solo.
¿Cómo entender que ésto no es solamente piel? ¿Cómo comprender que ésto no es solamente espíritu?
¿Cómo explicar el cariño que existe entre ellos dos?
¿Cómo retratar acá, las frases que ellos cambiaban con sólo una mirada?

Se miraron una vez más, se miraron en silencio, siempre en silencio, y acercaron lentamente sus labios. Cerraron lentamente los ojos y finalmente se besaron. Temblaron juntos y se abrazaron, juraría que ellos sentían la tierra en sus pies y el viento de una noche de julio moviendo sus cabellos. Luego se miraron nuevamente, con una ternura distinta y rieron porque saben perfectamente que esto es especial, que esto no lo van a olvidar.

Él tenía unas enormes ganas de decirle muchas cosas, que era preciosa, que estaba enamorado y que todo ésto es lo mejor que le ha sucedido. Quería confesarle muchas cosas, quería contarle todo lo que él quería para su futuro, el número de hijos, la casa y el auto. Todos los detalles los había soñado ya, y no sabía por qué, pero sentía que ella había soñado lo mismo. 
Sonrió y calló porque sabía que ella ya había leído todos sus pensamientos antes de que él los pensara. Y se volvió a sentir diminuto, y le miró a los ojos. Se vio indefenso ante esa mujer, se vio sonriéndole, y la vio sonriendo.

Y él le susurró algo al oído, y ella le tomó la mano mientras ambos temblaban. ¿Cómo explicar acá, en esta línea, lo que ellos sentían en sus estómagos? 
Ese nerviosismo sabroso que no te deja pensar, esa intensidad al respirar.

Él escribía todo esto en su memoría, iba guardando en ese rincón especial todas estas letras que ahora yo paso al papel entre lágrimas, lágrimas de felicidad, de paz.
Él lo escribía con cuidado y dedicación, tratando de no fallar ni una sola letra, de no perder esta magia, de plasmar cada sensación en una letra.
Él escribía y le daba lo mismo lo que dijeran los demás, pues ésto valía más que cualquier otra cosa que él tenía, y eso es triste, porque él no tenía mucho. Tenía estas letras en su memoria, tenía una sonrisa dibujada en la cara, lágrimas en los ojos y abrazaba a su mujer mientras ella sostenía su primer hijo. 
Eran los mismos, igual de locos y con la misma mirada enamorada. 
Si parece que fue ayer cuando el verano los unía sutilmente, casi imperceptiblemente. Parece que hace un par de horas atrás se besaron por primera vez y hace cinco minutos atrás se casaron en una playa, solos ellos dos. 

Él me pidió que lo hiciera lento, que escribiera y que dejara un poco de su esencia en cada línea. Me pidió que intentara reproducir sus lágrimas en este papel. Me miró y me sonrió, se levantó de la silla, me estrechó la mano y salió de la habitación abrazado a su mujer.
En silencio, siempre en silencio.

Los veía alejarse, y cada vez estaba más seguro de que eran los mismos, igual de locos y con la misma mirada enamorada.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Caer..


Estoy tratando de no olvidar todo lo que quiere perderse en el olvido esta noche, pero por más que peleo la fuerza del tiempo siempre me derrota. Miro un punto fijo en la muralla, se deforma el concepto de irreal, siento que voy caer, siento que me voy a azotar contra un suelo poco acogedor.
Se abren nuevas puertas, se cierran un segundo después. Existencialismo disfrazado de inmadurez, la medicina no tiene cura para mi enfermedad, tampoco me quiero curar.
Observo a mi alrededor y siento un extraño odio por mi pieza, un odio nuevo, casi imparable que me domina por completo. Cojo la botella que está junto a mis pies, bebo un poco de ella y lo que queda de líquido lo reparto sobre la alfombra.

La silla se mantiene en pie apoyada sobre una pata, el cielo se va apagar.
¡¿Y qué, si quiero gritar?!
¡No tengo ni un maldito dios a quien rezar!
¡No espero que nadie me venga a ayudar!
He nacido solo y moriré sólo, por lo tanto mi vida la caminaré en soledad.
¡No busco compasión, ni miradas de cariño!
¡No quiero nada!
¡Quiero dejarme en paz!

Y mi mente no deja de funcionar, todo a mi alrededor se está derritiendo, todo lo que me rodea se hace líquido, el teléfono ahora es un charco lleno de llamadas que nunca pude realizar.
No quiero llorar, no quiero llorar.
Y el mundo se cae a pedazos, el mundo y su humanidad.
Yo voy caminando muy bajo, demasiado bajo, apunto de tocar el piso. 
Se incendian todos mis recuerdos, todas las sonrisas y las miradas, todas las caricias, las palabras y los momentos. Todo ahora es ceniza, nada más.
El universo cobra venganza, la supervivencia del más apto.
Se saturan las cárceles, las calles están desiertas. Todos duermen en sus casas, todos viven con una estúpida tranquilidad.
¿Y yo?
Yo voy caminando en medio de la calle contra el tráfico, ansiando que algún auto no me vea y me libere de este momento de enfermedad mental.
Nunca tuve nada, si  es que ahora estoy pensando en dejarlo.
Voy cayendo y sé que me voy a azotar.
¿Y la libertad? ¿Y el amor? ¿Y ella?
Los héroes están muertos, no hay nadie a quien llamar a estas horas de la noche. Yo sólo voy caminando hacia el comienzo, a ese lugar en donde todo empezó, por la carretera y de madrugada, con las manos en los bolsillos y la respiración bien helada.
Se reventaron todos los globos que adornaban mi habitación, se apagó la luz de la televisión y se quebró algo en mi interior.
Yo te esperaré allá, ambos sabemos el lugar preciso donde todo comenzó. Te esperaré en el principio del comienzo, te esperaré y sonreiré al verte llegar.

El humo de mi habitación no me deja respirar, me sofoco en un mar de voces que me quieren callar, me hundo en un océano de miradas llenas de hostilidad.
No soy de acá, voy caminando hacia donde pertenezco, hacia donde siempre debía estar.
La carretera está húmeda, hace media hora ya que está lloviendo sin parar.
La calle está oscura, pero veo acercarse un par de luces a una alta velocidad, una sonrisa se dibuja ne mi cara sin avisar y bebo por última vez de mi botella de ron. Bebo para mantenerme un poco más tibio, para no enfriarme y hecharme a llorar. 

Sigo creyendo en una vida feliz, pero el fuego que destruye todo dentro de mi habitación me alcanzó y ahora todas mis telas están en llamas. Sonrío, y no dejo de mirar ese punto que encontré en la pared, allá la veo, allá bien lejos de todo este fuego, bien protegida de todo este calor que la puede dañar. Sonrío, y no hago nada más. Ya no quiero gritar, tampoco llorar, no quiero pensar que estoy mal, tampoco imaginar que todo mejorará.
Todo es fuego, todo es rojo, mi piel se derrite y escurren hacia el suelo, todos esos sueños que nunca te pude contar.

Las luces me golpean las rodillas y me las quiebra sin piedad, reboto sobre un vidrio y salgo expulsado hacia el cielo. Sonrío mientras el viento me mueve el cabello. Voy cayendo y sé que me voy a azotar. No tengo cosas para ofrecer, nunca he querido defraudar a alguien, pero sé que más de alguna vez he fallado. ¿Acaso eso me hace más humano? ¿Acaso me hace más estúpido? ¿Acaso soy peor?
Un golpe en seco contra el concreto y ahí me quedo. Falta poco para amanecer, falta poco para que amanezca.

La carretera está cada vez más helada, la lluvia y el viento me hacen temblar. ¿Por qué voy temblando si no tengo frío?
¡Cómo desearía que estuvieras acá junto a mí!
¿Acaso no lo estás?
Sé que lo estás, o tal vez me gusta pensar eso por miedo a llorar.
Sigo caminando y tengo claro que nunca voy a llegar.
Pero sigo caminando y no voy a parar.

Voy caminando bajo, demasiado bajo, el suelo estoy apunto de tocar.




domingo, 7 de diciembre de 2008

Bestial..

Puede que se me haga un poco difícil decirte lo que tengo en mente, lo que quiero hacer contigo y como te quiero besar, pero haré el intento, espero no te vayas ni rechazes mi petición, no quiero que nuestro momento termine en violación.
No tienes ni idea de la cantidad de segundos que gasto pensando en tu cuerpo, deseándote a mi lado, tirada sobre la cama, desnuda y mirándome con sensualidad.

Si supieras todas las noches que te he soñado, casi con desesperación, buscándote en el lado frío de mi cama y yo sigo viviendo frialdad.
¿Y qué hago con todas estas ganas que tengo de consumirte en mis brazos, de hacerte gritar de placer, de pasar una noche piel con piel?

No me importa tu nombre, tu edad, tu profesión o lo que significa ese anillo dorado en tu mano. 
Solamente es placer, es saciar esta necesidad animal que no me deja pensar en otra cosa que no sea en tus piernas y en el lugar en donde se unen. 

Mis manos se mueven solas sobre tu cuerpo, saben perfectamente que lugar tocar y cómo tocar. Es una sinfonía que me encanta interpretar, una sinfonía soledad, una sinfonía animal, una sinfonía bestial.
Pega tu espalda a mi pecho, y tu cadera a la mía, pégate a mi cuerpo y susurrame al oído que no quieres parar.

Deja que todas tus fantasías sean libres, susúrramelas entre gemidos que yo las haré realidad. Sentirás mi lengua recorrer tu cuerpo, llegar hasta donde nunca pensaste que podía llegar.
Sudor, palabras incoherentes y un baile apasionado que los dos sabemos bailar.
Nuestras manos juntas, los cuerpos desnudos y un excitante vaivén que no quiere acabar.
Tu cuerpo contra la muralla, el mío amenazando el tuyo.
Mi cuerpo tirado en la cama, el tuyo sobre el mío cubriéndome el corazón.
Te limpiaré los labios con mi boca, llegaré a tu alma en plena penetración.

Si supieras todo lo que quiero hacer contigo, si supieras cuánto te deseo.
Aberración y perverción.
Es sólo sexo, es sólo amor, es placer y no quiero parar.
Tenemos toda una noche para disfrutar...



martes, 2 de diciembre de 2008

Meses...


Me levanté esa mañana, con un extraño dolor en el abdomen. Caminé lentamente hacia el baño y me miré la cara en el espejo, reí un poco y me burlé de mis nuevos cabellos blancos, me encantaba observar la manera en que el tiempo me va descascarando.
Volví a mi habitación, me vestí lentamente, como si ya no me quedaran fuerzas para hacerlo, era un día más. Luego tomé un libro sucio del estante que está junto a la cama.
Caminé en busca de algo para comer, cojí una manzana de la cocina y cuando me encaminaba hacia la puerta de mi casa, el teléfono sonó, rompiendo con toda esta monótona tranquilidad.
Miré el teléfono y sentí un repentino odio hacia él, iba atrasado a la hora que tenía en el hospital, hacía meses ya que me dolía demasiado el estómago y de vez en cuando vomitaba sangre.
No dejaba de sonar, por más que lo amenazaba con la mirada, seguía y seguía sonando. 
Me decidí a contestar, contra mi voluntad, pero simplemente decidí que tenía que hacerlo.

-¿Aló?... ¿hermano? ¿eres tú?

-Sí, y ahora por tu culpa llegaré tarde al hospital, ¿cuánto dinero necesitas?

-A la última persona que pediría dinero eres tú, con suerte tienes para vivir. 

-Cierto, en parte lamento no ser lo que quieres que sea. Tu voz suena más suave, menos animosa, algo deprimida. ¿Qué ha sucedido?

-...

-Sólo dilo, en el fondo no has cambiado nada, te sigues preocupando por los sentimientos de la gente. Escúpelo de una buena vez.

-Mamá...Mamá murió hace media hora.

-¿Sí?...Lamentable.

-Ahora la llevan al servicio médico, y de ahí la velaremos en una capilla cercana a mi casa, puedes pasar la noche con nosotros si quieres, así nos acompañas y podemos volvernos a unir como hermanos.

-No, no vale la pena interrumpir tu linda vida familiar.

-Ah!..Se me olvidaba decirte que no tienes nada de qué preocuparte, yo corro con todos los gastos, tú sólo encárgate de estar bien.

-Claro, como quieras...De todas formas, gracias por avisar.

-De nada, hermano. ¿Seguro que estás bien?

-Seguro.

-Adiós, ¿nos vemos en mi casa más tarde?

-Supongo.

-Adiós, cuidate.

-Adiós.

Dejé caer el teléfono y le dí un mordisco a la manzana, ví el reloj que está junto al teléfono y detuve la mirada durante un par de segundos sobre la foto que estaba junto a ellos. Un viejo amor de la adolescencia me sonreía como si el tiempo no hubiese pasado.
El tiempo no me daba un segundo para llorar, tampoco quería hacerlo, pero debía llegar al hospital a la hora. 
Salí apurado de casa y tomé un bus en la esquina. Dentro de él no pensé mucho, me molestaba el hecho de andar con el resto de manzana en la mano, y no había basurero a mano. Llegué a la conclusión de que implementar basureros en los buses es una gran idea.
La gente que iba sentada en el bus, al momento que lo tomé, me miró con desconfianza mientras pagaba el pasaje, me daba igual, era parte de la rutina.

El reloj marcó el medio día y una enfermera gritaba mi nombre. Me levanté y caminé sin ánimos hasta la oficina del doctor. Él era un tipo normal, con cara de intelectual y bastante empático con sus pacientes, con una sonrisa amable y su capa completamente blanca, no había una sola mancha en esa capa, por lo que podía deducir que el tipo era de esos que son perfeccionistas y les gusta todo en óptimo estado. 

-Tome asiento, por favor.

-Listo, ya estoy sentado. Ahora dígame que tengo y qué compro, pero no me entrege datos específicos y médicos, quiero lo general, tengo que llegar todavía al funeral de mi madre.

-Oh! Lo siento. Tal vez no deba darle el diagnóstico en ese caso, mejor lo dejamos para otro día.

-No, estoy acá y quiero saber que tengo. Ahórrese el palmoteo en la espalda y dígame de una buena vez que es esta mierda que me está jodiendo día y noche.

-Está bien, según los exámenes que se hizo la semana pasada, puedo decirle que usted tiene cáncer al estómago y tiene una espectativa de vida de dos meses a lo más. Pero puede someterse a un tratamiento con...

-Le pedí que no me diera detalles técnicos, ni nada de esa mierda. Muchas gracias, doctor. Un placer.

Y sin más me levanté y me fuí. Salí caminando del hospital lentamente, todo me daba igual.

Camino a la casa de mi hermano, pasé a comprar un café, de esos que me recuerdan buenos tiempos, de esos que tanto bebía durante mi juventud. Creo que ese café era lo único que me podía ayudar en ese momento, no existía nada en el mundo que me ayudara más que ese café.
Ahora que lo pienso, debí agradecerle al café su ayuda. Soy un malagradecido.

La iglesia era pequeña, fría y llena de cuadros o estatuas en las murallas y esquinas. El lugar me pareció asqueroso, y el ambiente también. Tanta gente llorando sobre una caja de madera y yo con los ojos tan secos, me sentía incómodo en aquel lugar. 
Pocas personas me saludaron, era casi imposible que me reconocieran después de tanto tiempo sin vernos, de no ser por las llamadas que recibía para navidad y año nuevo, estaríamos completamente desconectados.
Yo los miré algo desorientado y sin detener mi paso, caminé hacia el ataúd que estaba frente al altar. Me quedé de pie junto él y miré a mi madre. Estaba totalmente distinta, el cabello blanco, la cara hinchada y pálida, los labios algo azules y con más arrugas de lo que recordaba.
Sentí que ese cuerpo no era el de mi madre, o por lo menos el del recuerdo de ella.
Suspiré y me retiré en silencio de la iglesia, no soportaba más ese lugar.
Afuera mi hermano me abrazó y se hechó a llorar en mi hombro, yo me demoré un poco en reaccionar, venía metido en mis divagaciones, venía pensando en el tiempo que me quedaba de vida.
Mientras mi hermano me sollozaba unos "Te quiero", su mujer le acariciaba la espalda y su hijo se aferraba a su pantalón mientras intentaba contener las lágrimas.
Sonreí levemente al ver al pequeño, me veía reflejado en él, era un espejo en miniatura.
Miré a mi hermano a los ojos, y cuando lo ví completamente destruído y cansado, me dí cuenta que no tenía nada más que decirle, no valía la pena comentarle de mi enfermedad, de hecho, no tenía por qué saber que yo moriría, simplemente me iría de su vida silenciosamente, denuevo.

Caminé por las calles de la ciudad, dando la mayor cantidad de vueltas posibles antes de llegar a mi casa. Cuando ví que anochecía y que las luces se encendían, tomé la decisión de ir a buscar a una prostituta. Recorrí las calles que tenían fama de "amorosas" y hablé con la primera mujer que me inspiró un poco de confianza, simplemente le dije "Acompáñame, necesito tus servicios", y ella me siguió unos pasos más atrás.
Cuando entramos a mi casa, me habló de que tenía que darle el dinero por adelantado y que tenía que usar condón y que no podía besarla en la boca y que si me ponía violento llamaría a la policía.
Le entregé el dinero y le dije que ella eligiera el condón, la tomé por la cintura y la arrojé sobre la cama, me desvestí y me tiré sobre ella. 
Le besé el cuerpo, lo recorrí completamente con mi boca, degusté su piel como si fuese la última comida de mi vida.
Ella me puso en condón con suavidad, casi con ternura y asintió con la cabeza, diciéndome que estaba lista para ser penetrada.
No quería ser suave, tampoco una bestia desatada, solamente quería ser yo.
La miré a los ojos, era tan jóven, su cuerpo tán frágil y al mismo tiempo tan caminado.
Ella me miraba a los ojos y sonreía de vez en cuando, luego cerraba los ojos y suspiraba un par de veces.
Yo no quería besarla en la boca, pero ella acercó su cara a la mía y me besó apasionadamente.
Al sentir el contacto entre nuestros labios, toda la escena cambió. Ahora ya no tenía a aquella joven bajo mi pecho, tenía a aquella mujer de la fotografía junto al teléfono y el reloj.
Sonreí un poco más y la volví a besar.
Era ella, con sus ojos, su pelo, su aroma y sus labios.
La toqué por todos lados, y le hice el amor con un poco más de sentimientos.
Salieron a flote todos esos recuerdos que estaban guardados, y sentí unas enormes ganas de llorar, pero me contuve y seguí haciéndole el amor apasionadamente, como si se me fuera la vida en ello.
Sabía, en el fondo de mi corazón, que ella no era verdad, era sólo un juego de mi cabeza, era mi única excusa para poder llorar.
Como sentí que acabaría pronto, le abrazé fuerte y me dejé llevar por el orgasmo.
Cerré los ojos y susurré suavemente, "No sabes cuánto te amo".
Al abrirlos volví a encontrar frente a mí a esa joven rubia de cuerpo frágil, con sus ojos azules, casi transparentes y su cara algo sudada.
Yo lloraba, y ella también.
No sabía por qué lloraba ella, tampoco me importaba, yo sólo quería estar solo.
Me separé de ella y me vestí, le pedí que se fuera rápidamente, y ella me miró algo desconsolada mientras se sentaba en la cama y se secaba las lágrimas.
Asintió con la cabeza y se fue silenciosamente, luego de vestirse de forma rápida.
Yo fui al baño y me miré en el espejo, me reí de mi cabello y me di cuenta que me había quedado sin dinero para comer.
"Supongo que fue para mejor", pensé como consuelo.
Me lavé la cara y vomité sangre en el lavamanos.
De un momento a otro el suelo se comenzó a mover y el dolor en mi abdomen se agudizó, veía con desesperación cómo todo se blanqueaba poco a poco. Salí del baño, afirmándome de la muralla, cogí la fotografía que estaba junto al reloj y la puse sobre el libro que había sacado en la mañana. En la tapa todavía se podía leer "Memorias de unas Zapatillas". Caminé como pude hasta la cocina y antes de que pudiera cojer una manzana, había caído al suelo vomitando sangre sin poder detenerlo.
Me quedé allí tirado, temblando no sé por qué y con la cama desordenada.
Cuando sentí que daba mi último respiro, se abrió agresivamente la puerta de mi casa. Levanté la mirada y pude distinguir la figura del doctor, tenía algo oscuro en la mano y temblaba. Su cuerpo desprendía un fuerte olor a alcohol y su capa ya no estaba tan blanca.

-Es por su bien.

Luego de decirme esa frase, casi con amor, descargó 4 disparos en mi cuerpo, el dolor se detuvo y la vida se oscureció.
Ahora que lo pienso bien. 
Nunca creí que dos meses pudieran transcurrir de manera tan rápida.