martes, 6 de marzo de 2012

Al desaparecido.


No me des bienvenida que la noche trae horario, el cuerpo incendiario que no merecía. Si fuiste perseguida era porque dolía tu saliva, las manos arriba al pasar los años, dos dragones en mi pueblo sonríen y brillan.

Lo añadido tras talonario, los sobres en mi casa ya no traen tus cartas, solamente números cerrados. Para saludarte no me lavé las heridas, estabas escondida tras la vida, tú y tus viudas de revolucionario.

Cuando te hicieron comezón con cuchillas, cuando tus ojos callaron y el fuego envolvió a tu hermano. Así la historia borraron, con pólvora y estadio, los ladrones de comida nunca escucharon nuestro llanto.
Te reuniste en alcantarillas, bajo tierra los libros quedaron boca arriba, nunca te dieron salida.
A toques te quitaron la avenida, se rasgaron las cuerdas cuando dijeron lo necesario. El cantautor mutilado por levantar el arado, por la plegaria sin familia, por revivir la exiliada sin teoría.

Palpitó el corazón fecundado, los metales bien firmes mirando la niñez perdida. La pupila sobre un caballito de mar dibujó el arte en el recreo más olvidado. Allí donde te salió un callo por romper lo envasado vivirá tu protesta por sobre uniformes dorados.

De espalda a los peldaños abrazado por gatillos y sin ciudad enterrado, con nombres de mentira y saludos a las malparidas. Ya no rima la risa, los hoyos en la barriga, las botas en la pestaña, lo libre fue encañonado.
En tu boca la dignidad retratando las calles de tu villa, en tu cien un balazo, el rostro de barro se apagó ensangrentado.

A ti, hombre sin recetario.
A ti, que con plomo te hicieron cosquillas.
A ti, que todo te negaron.
A ti, que no viste a tu chiquilla.
A ti, que tu muerte no publicaron.
Por ti, el puño bien arriba.