lunes, 14 de noviembre de 2011

(Trans)mutación.


Y así, sin darme cuenta, y a mis cortos años de vida, ya no me detenía frente a las grandes librerías de los centros comerciales a admirarme con las nuevas publicaciones de "Dan Brown" o de "J. K. Rowling". Ya no encontraba atractivas, o eróticas, las revistas (pseudo) científicas sobre sexualidad o su descripción sobre los puntos físicos específicos que eran claves para hacer feliz a una pareja.
De un momento a otro, los periódicos no respondían a mis preguntas; por el contrario me imponían a la fuerza sus respuestas sobre temas que nunca me consultaron si eran de mi interés.
De un momento a otro, me vi rodeado de hojas manchadas en tinta, de fotocopias a medio destacar y de libros que nunca volví a leer. Me hallé sofocado por "los grandes de la literatura", por griegos, estadounidenses, ingleses, alemanes, y tal vez, un par de biblias.

Entonces, me pregunté: ¿Dónde encontrar a los pequeños de la literatura?, ¿dónde podía abastecerme de esos autores anónimos que escriben a garabatos y son alérgicos a la formalidad? Esos que puedo encontrarme sentado en una plaza comiendo una sopaipilla, o fumando marihuana en alguna recóndita escalera del puerto.

Y sin hacer mayor esfuerzo en mi búsqueda encontré las respuestas que andaba buscando, pero no las encontré en papel ni en tinta, tampoco bajo el timbre de alguna editorial, mucho menos en alguna columna de crítica literaria en la versión dominguera de "El Mercurio"; mi respuesta estaba escrita a punta de aerosol en las paredes de la ciudad, me eroticé con las letras color rouge de una prostituta sobre el espejo de algún baño en un local de subida ecuador, sentí curiosidad con los mensajes de (des)amor escritos en los asientos de los microbuses que diariamente tomaba para llegar a mi casa o a algún otro destino, sobre las mesas en la universidad, o en la conversación casual del patio de la escuela; la encontré en la sobremesa del almuerzo familiar, en las piedras que el pequeño lanzaba a un carro lanzagases, en las explosiones de pintura sobre el asfalto de Pedro Montt con Uruguay, allí estaban hablándome todos aquellos que no tuvieron la (des)gracia de convertir en película su narración.

A modo de conclusión pensé, y maldije, mentalmente a Dan Brown, J. K. Rowling, Stephenie Meyer, Daniel Goleman y muchos otros, por ser los sicarios de hoy en día, los "hit-man" que sin saber, iban asesinando brutal y despiadadamente la identidad de mi ciudad, de mi país y de mi tierra.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Mitología del amor.


Creo que ya nos habíamos rajado lo suficiente, desgarrado tal vez, por más de un momento. Sentía que ya nos habíamos marcado a punta de besos sobre la piel, entre ella y él, entendiendo con claridad que sus nombres no le serían insignificantes, en la vida, nunca más, el recuerdo es fiel. Que una mera sílaba era capaz de disparar la catarsis emocional, la vitalidad fluida sin ríos ni ruidos, a silencio de sonrisa, a susurros entre llantos, entre no pensar y estar ahí por que sí.

Tal vez la referencia al humor, o la preferencia del tumor, permitirían abrir el mañana con el cielo descalzo, nuestras vidas entre recuerdos. Avanzar, así, creyendo en ti, creyéndote todas las declaraciones entre cortadas por sobra de conciencia del amor.
Desde la noche menguante al pasto afligido, la espalda para lo prohibido, mi rostro para lo tuyo, para la línea que quieras dibujar, para colorearte el rostro cuando olvides cómo reír, cuando quieras partir hacia otras manías, otras están perdidas y yo que existo en tu pestaña, en tu iris, en una caricia sin fin.

Desordenas sus apologías, su defensa de la ironía, su lengua jadeante pidiendo un labio para compartir. Tus manos en mi nuca, tus dedos entre neuronas que no estaban allí, entre el lóbulo oral y el fatal. Dormida para parecer más completa, para describir la perfección, sin palabras sino un gesto claro de un abrazo sin avisar, el regalar calor sin pensar más en el dolor arrogante de la culpa ausente de tiempo.

Un acuerdo hablado, el mito de los enamorados.

"Y sí hay algo por decir, es que las leyendas cuentan tus pasos por la habitación, narran lo gris de mi pelo, lo que pasa, se nos pasó y ahora no es más que un recuerdo. Píntame la vida para ti, para la imagen que quieres ver; para verme allí, para vernos en miel."

jueves, 3 de noviembre de 2011

Olvido.


Dejamos las metáforas para otro día, hablamos desde la ironía, el sueño de la incomprendida, pateando la roca río arriba y terremotos de imperfección.
Detrás de la sonrisa surge el viento que levanta el polvo del arrepentimiento, del segundo perdido, las miradas frías sobre el sur nevado.

Si dijiste nadie fue para versar a dios sin verbo, para alzar la mano carcomida por la lejanía del sol, de las ropas desvestidas se levantó una muerte de amor.
Tras las heridas las persianas del dolor, sin pudor ni moralina, sin tus ojos sin los hijos.

Ya olvidé tu olor, tu risa y tu color. Te olvidé entre tardes malparidas y el álbum de fotos del perdón.
Ninguna nube te levantaría de esa caída, ninguna línea le daría sangre al corazón. Son inútiles todos los versos que se escriben a medio metro de la locura, de la más hermosa perdición.

Tomé por el cuello el santo que te resguardó, te dí la libertad con la mía, te entregué las llaves para descansar perdida entre tus suelos y mi voz, entre tus carnes y el cajón.
Desgarré la garganta de plástico con símbolos analfabetos, con significados vacíos para el exterior, con las aguas más tranquilas para nadar.

¿Dónde fuiste tú, que con un dedo tapaste el sol?
¿Dónde fueron tus flores encogidas entre las mañas y ese mundo mejor?
¿Dónde fueron tus lágrimas secadas por la pestaña del calor?
Extraño la luz que brillaba entre tu sombra y el televisor.

Reflectando las camas sobre el telón de vapor, ¿cuál es tu vida ahora que la suerte te quitó la muerte?
¿Cuál es tu edén en donde las aves que sujetan tu vuelo son de tu pueblo?

Se fractura el ojo en la misión del cantor que te entierra en su canción, se fractura en su elección, se separa la distancia entre los dos.
Se anula el sentimiento al recorrer el camino de lo que pienso en la ilusión.

Nunca existió tú, ni yo.


"Pero realmente, algunos pasos me pregunto por qué no conociste esta flor. Faltaste no estuve, cuando el avión no me llevó a casa, cuando la ciudad calló para contemplar los encuentros.
Abajo el telón, la vida se nos perdió."