
Lo siento, no te pude defender.
Te cortaron las cuerdas al mismo tiempo en que me coartaron mi corazón.
Rápida y certera es la lengua ignorante, la imbecilidad que discursea y blasfema el arte que no aprendió. Si tus sueños me cambian, tendré que cambiar. La máquina se viste de mujer y me aplasta igual, la mujer aceptó los conceptos y se sometió.
¿Dónde están los senos que realmente podían contener el universo en su vientre?
Esos que hablaba de amor y paz, que su moral era la subjetividad.
Tengo acordes que vagarán sin ser tocados por un tiempo, deformes y mudos, cojeando por las grietas de mi corazón, pero nada es eterno ni siquiera tu represión, ni siquiera yo.
Sin embargo era mi arte, mi opción para sangrar, para volver a sentirme vivo, para creer que algo puedo cambiar, mi pasaje a la libertad, mi juego de niño, mi sexualidad y mi política.
¿Cómo tú no tienes alas, no dejas al resto volar?
Era yo, más allá del bien y del mal, gritando y rasgando las 6 verdades que me quedaban por explicar.
Pero las aguas del mar no siempre son tranquilas, no olvides que todo lo que sube tiene que caer, que incluso el juez puede ser juzgado; y no tendré piedad. Ni yo, ni mi canto, ni mi historia.
Porque tú intoxicas el alma con universalidad, destruyes el arte bajo tu pierna de la moral del capital, de lo correcto, lo masculino y la bondad.
Y volverá, firme y sádico, insurrecto, asexuado y sádico; volverá y caerá tu discurso por la fuerza de mi pasión, de mi rabia, de mi sueño incumplido.
Ellos son los que no dejan ser, los dictadores de la moral, los jueces del martillo, los poseedores de la verdad. Ellos tienen caer, sus cabezas deben rodar mientras el nuevo canto se levanta, sincero, inclusivo, desde la tierra, desde la (des)humanidad.
Lo siento no te pude proteger, soy cómplice, también, de este silencio al que te someten.
Cuando te cortaron las cuerdas se desgarró mi corazón, cuando nos intentan enseñar cómo relacionarnos, cuando su perversidad invade nuestras tardes de espalda al sol, cuando me criticaron por intentar ser yo; ahí dejé de ser, para volver a nada, para que no disparen más.
Te cambié por un poco de paz, por ser social. Pero cuando ella sueña le pone cadenas al manco, anula identidad y te obliga a que la sonrisa en su rostro sea natural.
No olvidaré este dolor, no olvidaré las canciones que nunca vibrarán con el aire.
Nada vuelve a igual.