
Deconstruir todo tu cuerpo, con cenizas de lo que venía. El silencio cómplice en la sonrisa, tantas alegrías sin la mía, todos adentro, empieza la vida.
Pateas el viento con la costilla, el ideal semi-perfecto, una vida dentro del color intenso. Tu vida dijo amor, una comida bendita, una relación erudita, unos dormidos entre la razón.
No dijiste a nadie que el perdón era una virtud que defiendes con la mayor presión, que eres la dueña de la vida que no queda todavía por agotar. No sé nada mejor que tus ojos prefiriendo una oración.
La persecución de la vigía, de espacio perdido entre cuerpos, entre miembros de la comunidad del experto, sin ciencia ni concierto, sin arte ni golosina.
Sola eres guía de la perdida, del mármol vestida, la consentida, de la que sin besar se despidió, sólo regaló una lágrima por su mejilla.
Que la lucha no es perdida, no es vencida ni adormecida. Somos cuánto vivimos por vivir, por querer sonreír, por pensar que tus caderas son mi guarida para llorarte con el sordo, con tus vestidos de simplicidad.
Anómala las islas artificiales de la relación, los puentes inútiles que cruzan entre cajetillas del humo del que nervios no compró. Que si soy un animal es para morderte el cuello más sentimental, que te corto el escote con la garra que sabe cantar, las 6 cuerdas de tu cuerpo están acordando besarme bajo el sol, con su hija del cordón de la zapatilla más bestial.
La herida que dejó el que no volvió, que temió la fuerza de nuestra revolución.
Tus piernas permiten que se raye el cuaderno del patio juguetón, el error del que se enamoró. Tú mis letras más tuyas, yo tus besos más míos.
Vuelve al sol del tercer al mundo, vuelve a soñador.
En tus cabellos se escribe la historia de nuestro dios. Mártires en las curvas de tu enajenación.