lunes, 7 de noviembre de 2011

Mitología del amor.


Creo que ya nos habíamos rajado lo suficiente, desgarrado tal vez, por más de un momento. Sentía que ya nos habíamos marcado a punta de besos sobre la piel, entre ella y él, entendiendo con claridad que sus nombres no le serían insignificantes, en la vida, nunca más, el recuerdo es fiel. Que una mera sílaba era capaz de disparar la catarsis emocional, la vitalidad fluida sin ríos ni ruidos, a silencio de sonrisa, a susurros entre llantos, entre no pensar y estar ahí por que sí.

Tal vez la referencia al humor, o la preferencia del tumor, permitirían abrir el mañana con el cielo descalzo, nuestras vidas entre recuerdos. Avanzar, así, creyendo en ti, creyéndote todas las declaraciones entre cortadas por sobra de conciencia del amor.
Desde la noche menguante al pasto afligido, la espalda para lo prohibido, mi rostro para lo tuyo, para la línea que quieras dibujar, para colorearte el rostro cuando olvides cómo reír, cuando quieras partir hacia otras manías, otras están perdidas y yo que existo en tu pestaña, en tu iris, en una caricia sin fin.

Desordenas sus apologías, su defensa de la ironía, su lengua jadeante pidiendo un labio para compartir. Tus manos en mi nuca, tus dedos entre neuronas que no estaban allí, entre el lóbulo oral y el fatal. Dormida para parecer más completa, para describir la perfección, sin palabras sino un gesto claro de un abrazo sin avisar, el regalar calor sin pensar más en el dolor arrogante de la culpa ausente de tiempo.

Un acuerdo hablado, el mito de los enamorados.

"Y sí hay algo por decir, es que las leyendas cuentan tus pasos por la habitación, narran lo gris de mi pelo, lo que pasa, se nos pasó y ahora no es más que un recuerdo. Píntame la vida para ti, para la imagen que quieres ver; para verme allí, para vernos en miel."

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