miércoles, 18 de abril de 2012

Los recuerdos también pueden llorar.


Tal vez reconstruir no es sencillo cuando las manos no tienen tanto espacio para sujetarte, dar la vuelta en la esquina no será la única solución, pero las manchas en mis ideales no dejar verme en el ayer.

Demasiado temprano para despertar, un pie salta sobre el otro para ponerse a bailar. Y sigo esperando sobre saberes que no te pueden restaurar, me subo a un peldaño para dejarme bajar y no vuelvo a ver tus ojos tras la cortina hacia el mar. Olvida lo mio, que aquí no tenemos propiedad.

Cigarro que arde para iluminar la culpa ausente, intenté nuevamente jugar a lo imposible alcanzar, versé bajo la almohada y me escondí de la divinidad. Nunca pensé que tantos párrafos te vendrían a buscar, pensé menos para verte llegar.

Para la noche no faltan estrellas, el cuerpo te pertenece y cayó a apagar. Nuestra es la calma incesante que rescata las miradas cansadas de tanto buscar, para morir se necesita un significado al cual anidar.

Interpelado a necesitar, autoinstaurado como elemento animal, los aullidos vienen de lejos cuando nos decidimos por caminar, vuelve si es que te vas.

La mano frágil contemplar para simular una situación difícil de manejar, estaré inmóvil en la ruta estelar, en los pasos por pisar. Estático de tanto moverse por esquivar, infantil para que reconozcas el mirar.

Mi voz es cama donde puedes recostar los silencios que quedaron por pronunciar, el círculo incompleto, la imperfección hecha herida, y pasó otra noche más.

"Destellando entre las calles de la habitación, siempre tan perdida, siempre tan débil, siempre tan mía.
Tus dientes se quedan para conversar, se fueron los años de irracionalidad.
Tal vez sólo nombrarme, afirmarme la identidad y adelantarnos al final.
Arrojado sobre el pasto un monumento de risa, amor y soledad."

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