viernes, 12 de octubre de 2012

Ápice.

Partir la duda con la sospecha del corazón, romper la viga que sostiene el telón para mirarnos los ojos sucios de tanta razón.
Justificar acción por decepción, aquí no se ven caras sino cascos para el pensador. Deslumbrados de tanta novedad, instaurados sobre la sangre de la historia colonial.
Más tanto que me pido no encuentro regreso a lo cálido del dolor, interpretándonos un color para soñar, un ciclo más para volar. Hallar entre sus brazos constelaciones perdidas por querer ser algo mejor.

De pie al sol y la cabeza bajo la luna, pálida perfección que sonríe para vivir.
Engendramos tantos dioses como niños despojados de ingenuidad.
Nos proponen pisarnos para dejarnos caminar.

Hacernos esto o lo otro, tocarnos solamente para pasar adentro del uno: el nosotros.
Diré que sí cuando amanezca sobre la orilla de la ciudad, te toqué al principio del final.

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