domingo, 10 de marzo de 2013

Cardumen de habitación.




Volvió para desenredar las raíces de lo anormal, apareció para tocar el sentido del dolor. No creo que la vida nos alcance para sabernos, no quiero que nuestras manos conviertan en técnica toda flor.

Queríamos venir para jugar entre nubes, queríamos soltarnos de tanta ausencia irrenunciable. Quisimos tanto que el deseo no pudo soñar.

Continuamos tan claros como anochecidos, tan nuevos como arrugados, tan livianos que habitamos el fondo del mar.

Atravesados en el camino de lo que fue, de pie bajo las orillas de nuestras espinas. Enjaulados por incendiar la amanecida.

Improvisando ceniceros para el amor, escalando edificios buscando el mal menor. Dibujamos historias en los cuerpos para no podernos escapar, nos comimos la boca y cruzamos las piernas, abrimos puertas para que el enjambre pueda pudrirse en paz.

Tal para cual, tus fantasmas enfrían el aire que podía respirar.

Otro día más para renunciar, otra celebración manchada con sangre de los que ya no están. Consonante entre vocal, opresor incondicional, el ahora estaba sucio.

Sinceros del principio, nunca supimos el rumbo. Si me rendí es porque no pude perseguirme entre tantas fotografía grises.

Absurdo el error sin derecho, hermosa la inocencia del necio.

Si te quedas me voy, si hablo lejos: más claro escucho nuestra soledad.

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