Será que los colores no me rozan la cara, será que la estrofa fluye siempre angustiosa y desesperada, desvistiendo la razón, sujetando el fuego que revienta los sentimientos, que explota sobre el techo el corazón. Y por lo mismo considero que sonamos también en el silencio, que callamos eso mismo que puede ser intención. Una historia se desborda en muchas conciencias.
Así mismo, acompañando el paso lento, miré la tarde desde mi ventana. Como si el paisaje fuera espejo de una ausencia que no he podido relatar: el freno de la sangre, el sujeto tocado como cosa, la rabia de la respuesta que no amanecerá. Insisto, hay cosas que ni el mármol logra anestesiar.
Contradictorio el devenir, el transitar y el habitarse. Desperté inepto dentro del mismo temor que maldije durante tanta ilusión, me encontré- ajeno- al otro lado del ideal. Enroscado entre raíces de papel con tinta de aprendiz. Saqué el aire que su nombre llevaba, pronuncié una lágrima para despedirme del adiós y su calor.
De alguna forma u otra, los momentos que nacen vienen siempre muertos.
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