sábado, 9 de septiembre de 2017

Límite 3.

Todavía se dejaba caer la noche sobre el mar, no se atrevía a amanecer en esta tímida esquina de la humanidad. Como si el tiempo nos hubiese quitado la elasticidad en la pupila, como si la vista sólo se hubiese acostumbrado a ver entre la oscuridad del ser.

Caían los cuerpos enamorados de la muerte, mirabas de reojo lo que podría haber pasado, pero no te atrevías a gritar. ¿En qué curva de tus órganos se te extravió la voz?

Aferrado a la historia, sigo escuchándote en tus silencios.

Lo que quisiste esconder, el tesoro del secreto, la perla de ébano que tu lengua abrigó.
Lo que se cerró y lo que se quebró, las conjungaciones de los verbos cuando contamos esas historias que nos duelen un poco más.

Esos sueños subterráneos, de caras perdidas que se recitan como poema tatuado en el inconsciente. ¿Qué es lo que sienten los dedos antes de tocar?

Quizás sea que quieras habitar estos desteñidos paisajes.
Quizás algún día el pantano de mis ojos te pueda calmar.

Hay límites instituidos en las palabras, hay abismos en la voz.

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