viernes, 28 de mayo de 2021

 Somos eso mismo que dejamos ir. 

Aquello que se hundió cuando el corazón palpitaba sobre el atardecer de nuestro horizonte.

Tardes cubiertas por las marejadas de la emoción. 

Lo que quedará, piedras pulverizadas en arena.

Nuestros cuerpos como historia viva del sentir.

Como lo que alimenta el suelo fértil de lo que no nos dijimos.

De aquello que nos promete un mañana sobre el ayer que no fue. 


Asomaba la luz de la luna sobre su cuerpo joven, todavía, una noche calma en el sur del mundo. En los archipiélagos de islas que abren canales para que podamos rebotar, de una orilla a otra. Y sobre nosotros, un cielo estrellado, un mapa dibujado con la vida de los antepasados. Los vientos que azotan el trozo de tierra que quedó rezagado al sur del mundo, esa esquina fría que no nos gusta visitar. 

Aquí vivimos, aquí nos cazaron, aquí nos sepultaron para convertirnos en luces colgando en el lago indomable. En el Chelenko, entre cuevas y ríos indómitos, pero tranquilos. 

Se asoma otra luna sobre nosotros.

 

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