Me gusta mirar la lluvia caer por delante de la amarilla luz que regalaba ese farol, me gustaba pensar en silencio mientras seguía con la vista la trayectoria de una solitaria gota. Caía desde la nube, libremente, y se movía con el viento, para luego morir en el frío cemento.
Yo seguía caminando por las calles de la ciudad mientras llovía sin parar, no quería pensar en muchas cosas, no había por qué pensar en algo, pero tampoco quería caminar por estas calles sin crear alguna idea valiosa y memorable.
Miraba de reojo, y con mala cara, los autos que pasaban junto a mí. Avanzaban rápidamente, mecánicamente, automáticamente. Verde, pisaban el acelerabor. Rojo, y pisaban el freno.
Sonreí levemente y recordé el día en el que mi corazón se detuvo, sin motivo aparente, sin padecer ninguna enfermedad.
Yo paseaba tranquilamente por estas calles con las manos en los bolsillos de mi pantalón y la mirada fija en las posas de agua que quedaban del día anterior, había llovido toda la noche.
Llevaba unas cuantas monedas en mi chaqueta y un lápiz en el bolsillo posterior del pantalón. No llevaba celular, ni grandes cantidades de dinero, tampoco mi atuendo era atractivo al ojo humano, y mi manera de mirar a los demás dejaba mucho que desear, mirado desde el lado de la moral y la buena educación.
Y no soy frío porque quiera serlo, soy frío para que los demás saquen algo provechoso al intercambiar una mirada.
Porque es necesario bajar a la gente de ese peldaño de divinidad, en el cual todos sus amigos les tratan con amor, cariño y suavidad. Esa estúpida sensación de bienestar y de que el resto depende de tu presencia. Era por eso que los miraba directo a los ojos, sin temor y demostrando el poco valor que tiene su sensación de divinidad ante mí. Y eso les afecta a algunos, a otros les molesta, a otros les extraña y a muy pocos les atrae.
Aparte, nunca me ha gustado ser como el general, por eso no hago lo que hacen todos los demás. Es por eso que intento demostrar los sentimientos de otra manera más allá del abrazo o el beso cordial. Es idiota, pero siempre me ha gustado ir más allá.
Pero esa mañana yo iba mirando las posas de agua que había dejado el temporal de la noche anterior, de un momento a otro y por la espalda, siento una pistola en mi espalda y una poco amigable voz que demandaba dinero, rápido y en grandes cantidades. Me imponía que debía entregarle todas mis pertenencias o sino moriría en sus manos.
Como era de esperar, me resistí.
Es obvio, o por lo menos lo es para mí, si se quiere llevar algo mío que me mate primero, y no es porque ame todas mis pertenencias de tal manera que doy la vida por ello, no; simplemente creo que jugar con su mente es entretenido, hacerlo vacilar entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte, entregarle ese poder sobre mí de dejarme continuar con mi vida o terminarla allí con un trozo de plomo.
Supongo que el nerviosismo le jugó una mala pasada y presionó el gatillo, sentí el proyectil entrar, pero nunca lo sentí salir, se quedó dentro de mi pulmón y terminó rápidamente con mi vida. Luego, caí al suelo con cierta serenidad, pude sentir la frialdad del suelo y el olor a humedad que había quedado de la noche anterior, mientras el sujeto me revisaba la chaqueta y se daba cuenta de que no había matado por un gran botin, pude ver el miedo en sus ojos, ese miedo impuesto por la moral y la sociedad, los cuales te culpan por asesinar y te juzgan delante de todas las cámaras de televisión.
Yo le demostré mis sentimientos al resistirme, porque sabía que dispararía, su olor a alcohol me lo avisaba, así que para demostrarle mi preocupación por su vida y para que obtuviera algo provechoso al cruzar su mirada conmigo, no solté mis monedas fácilmente.
Porque el ahora pensaría en la cárcel en lo que ha hecho, porque se dará cuenta de que acabó con una vida, apagó una llama y detuvo un corazón con la misma frialdad que tiene un hombre al apagar su televisor por las noches. De esta manera el apreciará la vida, cada respiro que da, cada abrazo que regala y cada mirada cruzada con alguna persona de esta desagradable sociedad que lo ha apartado a causa de un crimen.
Ahora podrá valorar realmente lo que es un respiro, lo que es dar un paso más, lo que es la libertad, y crecerá con ese odio dentro suyo, ese odio que se alimenta de cada juicio de valor emitido por la televisión, odiará tal y como yo odié para poder finalmente comprender el significado de esta vida y luchar por bajar de ese asqueroso altar de divinidad al humano normal de esta podrida sociedad.
Después de todo la muerte no es tan eterna si la miras directamente a los ojos, sin temor y demostrándole el poco valor que tiene ella sobre tu alma...
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