lunes, 9 de marzo de 2009

Ocaso..


La arena era fina, tan fina que la brisa más leve podría haber causado un Huracán. Yo iba con las manos en los bolsillos, la vista clavada en el suelo y la mente puesta en un lugar que ahora no puedo encontrar. Supongo que me estaba perdiendo en la nada, preguntándome cosas que no responde la razón, y tampoco el corazón. Ahora que lo pienso bien, no sé si quería una respuesta a todas esas preguntas. ¿Por qué he de querer una respuesta?

Tomé unas piedras del suelo, miré hacia el mar y me acerqué a la espuma que saludaba y se despedía constantemente. ¿Será que le tengo miedo al olvido?
Arrojé las piedras una por una, lo hacía lo más fuerte que podía, pero por más que trataba, ninguna piedra apagaba este atardecer. Me sentí débil e insignificante, pero antes de que pudiera sentirme mal por aquello, me había dado cuenta que lo era. Reí, no supe por qué, pero reí.
Luego de quedar con las manos vacías, me senté sobre la arena y me enfoqué en la puesta de sol. Extraje un cigarrillo de mi chaqueta y lo prendí con un par de pensamientos llenos de amor. 
Disfruté cada calada, sentí que me mareaba y la visión se me nubló de a poco.
¿Dónde está el futuro cuando más lo necesito?
Tragué saliva y mantuve la mirada fija en el sol. Lentamente pude distinguir una ligera voz que me hablaba casi en susurros, busqué a alguna persona a mi alrededor, pero no encontré a nadie, nisiquiera me pude ver yo. 
Di una última calada a mi cigarrillo y lo froté contra el miedo, fue extraño, pero se apagó de inmediato. 
Escuché con atención las frases que el viento me traía, eran palabras de felicidad, risas, conversaciones sin sentido, miradas de complicidad.
¿Sabías que la muerte es la única verdad absoluta? 
Nunca me sentí especial, sabía que no era uno más, pero tampoco me sentía sobrenatural. Mi ego lo perdí en un viaje hacia mi interior, supongo que mi mente enferma lo devoró. 
Y sí, somos tan iguales, tan distintos, tan minúsculos y tan simples.
Aquella voz tenía razón, este atardecer me traería más que una catarsis existencial. 

Sonreí levemente y prendí otro cigarro, retuve el humo por un par de años y cuando lo liberé, salió teñido con el color de mis sentimientos. Pude ver colores que jamás había visto, colores que te expresan cosas, que te hacen reir y que te hacen llorar. ¿Estaba satisfaciendo una necesidad?
Estaba solo, completamente solo, pero aquella voz sonaba cada vez más fuerte en mi interior. 
¿Existo yo?, o ¿sólo soy un sueño de alguien que jamás despertó?
Perdí la mirada en el rojo del cigarro, se hacía intenso cuando inhalaba y se debilitaba cuando intentaba decir la verdad. Se quemaba el papel, el tabaco y mi personalidad. 
Suspiré el humo y cuando miré a mi lado, apareciste sin avisar.
¿Te diste cuenta que retuve el atardecer porque no llegabas?, no podía haberlo visto sin tí.
Fíjate, te hice un castillo de arena, espero te agrade, tiene un balcón grande lleno de velas, velas aromáticas, velas con olor a mokaccino. No es un castillo gigante, pero no recuerdo si te dije que lo mío no es la manualidad.
Adorné las habitaciones con nuestros recuerdos y tapicé las murallas con nuestras conversaciones. Llené las fuentes con nuestra pasión y el banquete de esta noche somos nosotros dos.
En la puerta de entrada mandé a grabar con letras grandes, la palabra "Amor".
¿Has visto lo gruesa que es esa arena?, supongo que nosotros la hicimos cambiar, ahora no existe tormenta que la pueda hechar abajo.

Te miré y te sonreí, te tomé la mano y acerqué un poco más a tí. Tú me abrazaste y me besaste la mejilla, yo te miré embobado y antes de que pudiera pedirte prestado un beso, tú ya me habías robado un millón. 
El silencio era perfecto, las olas no querían reventar, las gaviotas flotaban sobre el mar, no querían volar. El sol se quedó quieto, no nos quería dejar de mirar. 
¿Es acaso este segundo real?, porque se parece a lo que anoche soñé.
Y me sentí especial a tu lado, te sentí especial a mi lado. ¿Hacía falta algo más?, te juro que con esto podría vivir.
Son estos recuerdos los que hacen que me levante cuando me he dado contra el asfalto.
Creo que nosotros tenemos la llave, encontrar la felicidad juntos es la clave.
Dar la vuelta al universo, luchar contra enormes miedos, cabalgar sobre mis ilusiones y empuñar nuestros recuerdos. Soy ese príncipe que no viste de seda, ni se mira al espejo antes de partir a tu rescate. ¿Te dije que sin tí me sentí dentro de una cárcel?
A los que quieran les doy el mundo, yo me quedaré aquí al final de mi mente, haciendo algo absurdo.

Aspiré por última vez este cigarro y lo froté contra el miedo, pero no lo encontré. En su lugar estaba tu mirada cálida y apasionada, sonreí y arrojé el cigarillo lo más fuerte que pude en dirección al mar, pero sucedió que al sol fue a dar.
Te admiré y me sentí afortunado, anhelé con todas mis fuerzas que esto no terminara jamás. Te besé y nos quedamos ahí mirando el sol, sentados en el balcón de nuestro castillo.
¿No es delicioso el aroma de las velas?

No hay comentarios: