
Recostado sobre el horizonte recuerda el momento cuando se conocieron, tan lejanos ambos, inalcanzables y sin poder aproximarse, esa sensación que todavía perduraba en su garganta, ese gusto amargo que dejó una reflexión insospechada y sagaz.
-"Jamás nos podremos tocar, ni encontrar, sólo queda mirarnos a la distancia."
Observó las nubes y todas sus certezas cayeron de golpe, quiso escapar hacia los abismos, pero se percató de que su posición ya es demasiado abismal, donde ninguna luz podía penetrar aquella puerta de cemento que pusieron los mártires perdidos en la línea del tiempo cuando le gritaron que su vida ya no tenía vuelta atrás.
-"Son como zombies. Almas que vagan entre el cielo y la tierra sin destino alguno. Algodones que avanzan lentamente hacia un lugar mejor, hacia donde los lleve el viento, hacia un lugar tranquilo donde puedan llorar y sufrir en paz."
Vestigios de un pasado maltrecho y próximo a ser olvidado, monedas que fueron castigadas por el rigor de la noche, la mano firme de la luna y el aullido de los perros. Rostros que desangraban su alma y ardían de pasión.
-"De la misma manera en que puede quemar el fuego, puede quemar el hielo. ¡Dime!, dime por favor, cuántos verbos he hecho arder en tus labios. Nárrame todos esos momentos en donde mi frialdad dejó una cicatriz sobre tus sueños. ¡Oh sí, arde Sodoma!, pero arde bajo el poder de mi lengua ártica y mis movimientos indiferentes a todo sentimiento.
Lo siento, o tal vez no..."
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