
Candado cerrado, cada uno dentro de su habitación, en la casa vive solamente él. La cama sigue igual de blanda, las sábanas igual de limpias y el café, todavía caliente.
Intentó mirar de reojo el reloj que estaba tirado sobre el sofá desteñido, intentó recobrar fuerzas y tal vez salir a comprar un poco de pan, pero al igual que todos los días prefirió irse a dormir.
La vista clavada en el techo de la habitación, la misma canción de fondo y el mismo dolor en medio de su pecho.
El arma bien cargada, el seguro quitado y el dedo firme en el gatillo. Lápiz y papel a mano para dejar recuerdo de otra noche sanguinaria, y afuera el silencio ansioso por sentir el impacto de esa tímida y desnutrida bala.
¿Es posible que el recuerdo envejezca?
El retrato de una tarde soleada en frente, y la incapacidad para ser feliz en primera plana. Ya no quedaba nada en el inconsciente, llevaba días devorando todo lo que su mente le arrojara por verdad revelada. La soga psicológica que lo ahorcaba y los labios secos, la lengua jadeante y los párpados cansados.
Perro fiel que vuelve a la casa donde no le dan de comer, patearse una piedra en la frente. Lo contrario ya era una rutina bien asumida y realizada casi con un tono sagrado.
Pasado bien pisado, tan bien pisado que no se puede sacar la tierra de los pies. Santo que no escucha plegarias, divinidad que no tiene poder sobre la humanidad.
¿Es posible que todavía me recuerdes?
La cara más pálida, las voces más suaves, los susurros sordos, las caricias que se van enfriando y la línea de tiempo atrofiada. El puzzle que no se puede armar, la impotencia de no poder volver atrás, recoger del suelo los pedazos que quedaron del ideal.
Sentimiento transmutado, melancolía armonizada, el armario está a medio llenar.
Suyas son todas las horas, todas las balas, y todas las lágrimas.
¿Te envío una carta con tu apellido, de soltera o de casada?
"Mensajes que nunca encontraron una botella, hazañas que nadie le vio realizar, un concierto para sí mismo y comodines que no sirven en el juego del azar. Pies que se arrastran y pupilas que no aprendieron a hablar.
Corras lo que corras, nunca llegarás atrás.
La precisión del clavel disparado y el calor de la sangre. Memorias que brillan bañadas en lodo, cerros que crecen hacia el centro de la Tierra, y el diablo haciéndole favores al hombre.
Silvidos que buscan respuesta, y nada van a encontrar, ni siquiera su eco les responde a la distancia.
Nadie le enseñó a caminar, por ese trayecto largo que muchos nunca acaban de cruzar, esa ruta cósmica de rozas muertas y promesas rotas.
Buscar una caricia en una fotografía, sonreír con sólo su nombre recordar..."

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