
Bailando sobre las precauciones no escuchadas, desangrados todos sobre el error advertido. Apagada la inocencia, rasguños en el cabello, añejados todos esos antiguos sueños. Un grito que pasa inadvertido al leer las cartas bajo el colchón, los vecinos que ya no salen a pasear, un hambre que no se sacia con la luz del sol.
Brillan los ojos de los ciegos, corazones que palpitaron algún día con ritmos de tambores, piedras que siguen volando sobre esos que reciben sus sueldos reprimiendo a los coloridos, flota el sobre sobre la arena arrastrado hacia el infierno del olvido.
¿Cuántos días llevamos vivos en vela, sin poder conciliar una noche de paz?
Me falté cuando fue el momento de afrontar, cuando tuve que callar, cuando lo inoportuno era lo más correcto y la ironía dejó de causar lo violento.
Contento cuando la mañana me pertenecía, esa vela que acompañaba el atardecer y anunciaba la luna redonda, grande el intento de pulverizar los muros de cemento.
Seguiremos corriendo por los peladeros buscando un juego para no amurrar nuestros dolores, sentados en las veredas anulados por las luces de los autos, acompañados por vagabundos de licores.
A pesar de que se mueva el calendario, hablamos siempre de lo mismo, nos mareamos en los labios repetidos, acostumbrados a dormir sobre el cuerpo eterno, la constante intangible, las gaviotas asfixiadas por los quitasoles, la plaga humana sobre el paisaje natural.
Y ahora que nos volvemos a encontrar, te pregunto irrespetuosamente, ¿A dónde iremos a dar?
Bajamos por las manos hacia el humo del tabaco, esquivamos nidos que nos puedan albergar, mandamos, los malditos, la cruz a fusilar. Con las cabezas alocadas, la lengua rabiosa y el infierno en la piel. Acostumbrados a reposar sobre oídos sordos que no aprenden a escuchar, los líos de sábanas son evangelios eróticos en donde la fe se masturba en soledad.
Me enredo con el ayer, simbiosis con lo que fué. El feto dentro del feto, la madre oculta en la hija, el diente que crece del diente, el ojo se adelanta a la razón, motivación para desmotivar. Morderemos siempre el pezón que da de mamar, ansiosos por succionar hasta las ideas que dejaron escondidas para el que después nació.
Y ahora que te veo más encorvado y con el pelo desteñido te vengo a reclamar porque sobre tus hombros ya no puedo viajar.
Desde arriba todo se veía mejor, deja que te muestre yo ahora qué color tienen las nubes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario