Que vengan todas las noches que nacieron a medias, que vuelvan todas las palabras a ser fruto de lo ajeno familiar. Ni pensamos el futuro, ni ideamos la vida. Abrimos las mochilas para cerrar la cortina, tapamos el aire con toda pupila, desafiamos con fuego la fuerza que no deja flotar. Conversamos hasta la mitad de las frases, construimos la muralla al revés, nos aferramos la fe por no querer caer.
Hacia dónde iremos ni lo pretendo ver, escondiendo la resina, la mano amiga para inflar las sillas, tu vida no siempre tuvo control. Antes de la razón se anida el trozo de la herida que el tiempo no sanó.
Falta de sobra lo fatal de la triada accidental, todos los días el festín para los que vienen a descansar. Más allá de los cuerpos se no fueron las lágrimas que sostuvo el miedo de la ingenuidad.
Abrimos los países para festejar, lo esencial de la tierra es que se puede cultivar, lo esencial durante los días es que sonrías una vez hacia atrás. Devorándome la angustia a cada caminar, pensar en malgastar la voz discutiéndole a Dios lo incierto del viento, su deseo es tan mortal como el inflamado perdón. Se nos cae el incendio de la lengua en amor, cada diente se pasea por pasión, cada gota no siempre es de sudor.
Nos comimos las migas del sueño ileso, de la flor que deja pensativo, del cangrejo que viaja sobre lo añejo para doblar la ceguera en sinceridad. Saltamos las cosquillas con tropiezos de besos, abrigados por versos, anclados más viejos sin el perro entristecido.
Pero el problema de la rutina es que se nos mueren los niños, el problema de tu sangre es que ya no siente el calor, el problema de la noche es el hielo que trae tu olor. Planeando sobre el yugo matinal, jugando una ciudad que nos hizo llorar.
Considero latente el hecho de no haberte entregado más, quizás mi vida, quizás una canción para despertar. Despedirme del tranco que rayamos con el verde árbol de la amistad, que el negro parece blanco, que la vida nos golpea idealizando, que soñamos la vida que no quisimos disfrutar.
Tal vez invitarte al borde, empujarte el centro hacia lo popular, romper la campana que nombra las horas del panal. Se nos muere el mar, se nos arranca la piel por no quererla tocar, nos caímos juntos para querernos el vacío existencial, nos morimos en par para poder sembrar, nos gastamos los pelos de tanta mirada tirada al azar.
"Abre la mano para poder pintar, entra el pecho hasta el miedo tocar. Afina el cielo con nubes del otoñal, provocamos el revés del instante momentáneo, iniciamos la caravana que no quiere comer. Empañamos la cara al susurrarnos la costumbre, suplantamos la semilla para que el amor no fuese tan cruel.
Tan cerca que se ven de lejos, tan perdidos que no saben hablar, tan rotos los pestillos que pudimos pasar.
Si la tinta corre, si los pasos dejan huellas, si mi historia se escribe en tu boca, yo me hundo al segundo de encontrarte el palpitar."
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