martes, 11 de agosto de 2015
Segunda Isla: El mañana es ayer.
De la misma forma que aquí el mañana es ayer, lo que será es lo que fue y el principio es el final. Porque el tiempo se mide en la cantidad de gotas de lluvia que caen al suelo durante un beso, porque la falta que haces se mide en las veces que te pienso.
Con las tardes entre llovizna y mis dedos entre las esquinas de tus labios, ya llovió mucho antes lo ahora está por nevar.
Acostarte junto al fuego, destaparte las piernas para sentirte temblar, sacudirnos aquello que está por venir con la mirada que me diste aquella vez que nos conocimos.
Ya no más preguntas por elaborar, navegar entre los silencios y las vueltas que nos queda por dar. Así de perdido, sin horizonte fijo, extraviado entre lo que se dijo y las gaviotas de la ciudad. Bajo el cerro flotando entre escalera y fobia a medio superar, entre tanto pensamiento uno basta para recordar.
"Cuando abandoné el bote en la orilla de la playa la vi sentada sobre la arena, justo donde termina el viaje que está por empezar.
Ella es sirena del inconsciente, una silueta sobre la luna otoñal. Se despide cuando llega, juega a esconderse detrás de tanta falta emocional.
Los vientos de la isla se mueven según su respirar, el verde de los bosques depende del frío que tenga tras la mente.
Ella es sol que quema cuando atardece, toma la mirada como rehén para conversar. Ella muerde sin los dientes, arranca trozos del alma como rito final. Entre sus vértebras anidan las aves que arrancan del continente, una nube en cada pestaña luce al despertar.
Ella que mira tras los lentes, que vive en las alturas para que las olas rompan en sus pies. Ella que es fiebre transparente, clava la pupila en la llaga y se duerme entre arrecifes de coral. Avanza entre tanta norma indiferente, combate la generalidad con su sonrisa, le canta a las estrellas con emociones desafinadas por tanto golpe patriarcal.
Ella es bala en pleno vuelo, lágrima que cae para inundar, volcán que empuja los calores con inquieta facilidad. Pez que nada entre calles y edificios, serpiente que envenena con un tibio abrazo las noches en soledad.
Ella que tiene disfraz para escuchar, es nunca y casi-siempre, entra y sale de la nada como si el cielo fuese su hogar. Ella que es el borde de mi muelle, que es la ola golpeando la piedra inerte. Ella que guarda perlas bajo la lengua y florece en pleno temporal."
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