viernes, 25 de abril de 2025

Quirón.

Tomé la vida como si fuese una sola vez. 

Afronté tu partida en distintas oportunidades, 

quizás para seguir intentando dejarnos ir, 

quizás para seguir encontrándonos en el espacio que nos ofrecía el duelo. 


Desplazados hacia habitaciones para extinguirnos,

allá nos vimos obligados a inventar ritmos 

para cambiarnos el brillo en los ojos.


Deja que el otoño siga soltando sus hojas

a la dulce melancolía del adiós. 

Lleno de agradecimiento todo este dolor, 

por caminar juntos al marcarnos los corazones. 


Estarás conmigo, y yo estaré también,

en el silencio de la noche frente al mar.

Transitarán las estrellas por nuestros planetas,

seremos las explosiones cósmicas que veremos siglos después. 


Ven, que yo me solté para volver a existir. 

Entregado a la calma de resistir, 

por mí y por todos mis compañerxs. 



"En el encuentro de las miradas está la ventana al dolor y la sanación, en la particularidad de las heridas y los intentos de recuperación. Allá puede curar aquel que está herido. Allá pueden ser sonrisas todas esas lágrimas."



martes, 1 de octubre de 2024

Rosas en el jardín.



 Pasaban las horas mientras la mirada se mantenía clavada en el reloj, afirmándose en cada paso del segundero, en cada sonido de ese mecanismo que marcaba el tiempo y que se encontraba tan afuera como adentro mío. 

Y pensaba que los días van corriendo uno tras otro, a todos nosotros: los días nos corren al mismo tiempo, pero nunca nos encuentran iguales. "Quizás sea porque hicimos de esta época la peor para existir, pero lo intentamos con las mejores intenciones". Tan obligados a amarnos que el odio se hizo cotidiano como si fuera una forma de resistir, tanto odio como defensa inconsciente que se nos cayeron las estrellas encima. 

Fuimos dioses, que hicieron nacer luces en el firmamento para dejarlas arrojarse contra montañas y cualquier superficie que fuera necesaria de sacrificar para que sigamos escribiendo páginas de historias a la orilla del mar. 

"¿No habíamos aprendido que al subir la marea todo se borra y ya?", leí en uno de los fragmentos de mi memoria, pero no logré sostenerme mientras seguía cayendo al vacío de mi propia existencia. 


Puede ser que mi deseo esté arrojado más allá de mi, puede ser que ya tuve más de lo que soñé. 


Tuve tanto, allá cuando estuve contigo. 

Llegué tan lejos del dolor cuando tu voz era canción. 

Fuimos tan nuestros, que lo que quedó no me reconoció. 

Hoy la vida me ha dado distintos nombres, nunca volvió a darme aquella flor. 


viernes, 3 de marzo de 2023

Atacama

 Una recta sujetada en el último extremo de continente, en el borde del pedazo de tierra que quiso descansar hacia el sur de nuestra existencia. 

Por allá se desbordaron los ríos durante los viejos tiempos, por allá se abrieron paso desde la montaña hacia mar: enormes torrentes de lágrimas y dolores ancestrales clamando entre vertientes por aquellos que nunca lograron volver. 


Donde se torna más seca la vida, donde la sal y el viento momifican misterios y caminos hacia caletas olvidadas por los corazones de la humanidad. En esas orillas frente al mar el silencio cuenta anécdotas de alfareros que hablaron con el cielo. Mirar las estrellas es mirar su reflejo en las olas, es verlas móviles y danzantes frente a la eterna oscuridad de este desierto sin propietario. 


Aquí lo que hoy es superficie, alguna vez fue fondo: profundidad.


Aquello que se asoma, que insiste en el límite, es también un canal hacia los dolores que lo mueven / nos mueven. 


¿Y qué seremos? 

¿Dónde procederemos a convertirnos en un susurro más de esta planicie que se hunde, pero será superficie?


Las quebradas, las curvas entre el agua y los cerros, esa coreografía que fluye hacia lo que se desemboca. De tanto mirar arriba, ¿miramos hacia adentro? ¿Sentimos hacia adentro?


El agua es mi registro.

Mi pulso, una marejada. 

La luna, otro rostro sobre el negro hierro del mar.  

miércoles, 2 de junio de 2021

Sean los límites un espacio, y no una frontera.

Sean los verbos conjugados en plural parar confrontarnos con la soledad. 

Sean nuestros monstruos aquellos pantanos que sujetan la posibilidad. 


Los que temíamos se alinea entre constelaciones del corazón, 

se esconde es nuestro pulso, se asoma cuando jugamos a escaparnos.

¿Alguna vez nos alejamos?

¿La distancia existe cuando estamos deseando colisionar?


A la carne la mueve lo subcutáneo. 

Ese rojo destello que se impulsa más allá de lo lógico. 

Algo como un baile, sin tanta coreografía, para evitar lo que nos espera en el fondo del (a)mar. 



Entraba una muralla de nubes desde el horizonte hacia nosotros. Lo vimos venir, y tuvimos que decidir. Los vi correr hacia sus balsas para alejarse remando con desesperación. Otros buscaban entre la vegetación un lugar para resistir lo que estaba por llegar. Lo cierto fue que en esos instantes, ninguno de quienes estábamos allí pensó en el fuego como un recurso, siquiera una como una esperanza, mucho menos una defensa. 

Yo sólo busqué contemplar la potencia y la profundidad de aquel océano que levitaba lentamente hacia la fractura final de lo que llamarán continente. Eso que avanza teñido en densidades de grises y negros, pasando por sombras azules, mostrando en sus indefinidas y fluidas curvas, como metáfora de eso mismo que tenemos dentro y guarda lo más terrible de cada uno de nosotros. 

Un recuerdo que no era mío, y que tampoco tenía imágenes, se movía en mi sangre. Algo en mi interior dialogaba con esa tormenta que se aproximaba. Lo intenté capturar con mis ojos, recorriendo manos y pecho, hasta los pies y también sus dedos. 

Lo que encontré fueron las memorias que dibujé en el cuerpo. 

Lo que empezaba era un ritual.

Lo que acontecerá es algo sin lengua, se inscribe el pasaje de lo que era y lo que soy. 

 


viernes, 28 de mayo de 2021

 Somos eso mismo que dejamos ir. 

Aquello que se hundió cuando el corazón palpitaba sobre el atardecer de nuestro horizonte.

Tardes cubiertas por las marejadas de la emoción. 

Lo que quedará, piedras pulverizadas en arena.

Nuestros cuerpos como historia viva del sentir.

Como lo que alimenta el suelo fértil de lo que no nos dijimos.

De aquello que nos promete un mañana sobre el ayer que no fue. 


Asomaba la luz de la luna sobre su cuerpo joven, todavía, una noche calma en el sur del mundo. En los archipiélagos de islas que abren canales para que podamos rebotar, de una orilla a otra. Y sobre nosotros, un cielo estrellado, un mapa dibujado con la vida de los antepasados. Los vientos que azotan el trozo de tierra que quedó rezagado al sur del mundo, esa esquina fría que no nos gusta visitar. 

Aquí vivimos, aquí nos cazaron, aquí nos sepultaron para convertirnos en luces colgando en el lago indomable. En el Chelenko, entre cuevas y ríos indómitos, pero tranquilos. 

Se asoma otra luna sobre nosotros.