"Era un día como cualquier otro, él sonreía igual que siempre y venía con una alegría propia que queda luego de haber pasado toda una noche con un grupo de amigos. La magia de su alma no dejaba de fluir en ningún momento, su vida era una comedia única y especial. Iba sobre un caballo de acero por lo alto de unas montañas, de un momento a otro su caballo le falló, y tentado por un inusual sentimiento, se lanzó en búsqueda de unas sirenas que pasaban junto a las montañas. La gasolina, su sangre y el cuerpo se mezclaron al final del monte. El verde de aquel bosque dibujó su sonrisa y la luz se le apagó, y su voz se le apagó.
Tembló, lloró y desapareció. Luchó por su vida en aquella lenta caída, pero finalmente la muerte lo cubrió con su manto.
La mañana avanzaba y un amigo que pasaba por aquella montaña lo encontró botado junto a su animal, le gritaba y él no respondía. Un shock momentáneo, el hombre no quería ver la verdad. Su compañero de batallas había sido derrotado por unas sirenas. Amargas sonrisas por la mañana, su mujer y sus hijos no abrían los ojos, había dejado una princesa y unos príncipes al aparo de la vida, ahora ella se duerme en una cama con agujas clavadas.
Él bromeaba sobre su suerte, le hacía sentirse más fuerte. Sus risas desafiaban a la muerte, aquél hombre pensaba diferente. Entre la vida y la muerte pensaba que echaba tanto de menos su casa, finalmente se le apagó la luz, siguió temblando y no paró de llorar. Todos escucharon pasar la vida en los gritos de un niño destrozado, el resto del pueblo seguía con su torpe despedida, nadie lo comprendía. Él era tan bueno que nunca nadie la muerte le desearía."
En memoria de Manuel Vergara...
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