lunes, 10 de noviembre de 2008

Pedazos...


Sonrío, sin motivo alguno, pero sonrío.
Creo que he entendido el juego, ocurrió sin que lo deseara, tampoco lo busqué, pero he comprendido de qué se trata todo esto.
Yo voy caminando, con las manos en los bolsillos y una mochilla en la espalda. Dentro de ella, un cuaderno negro, un lápiz y lo único que poseo de verdad.

Desde las primeras miradas que crucé con este mundo, con alguna otra mirada, con alguna otra respiración, fuí creyendo que tenía que ser bueno en cosas, en la escuela, en el deporte, en la vida. Vivía y crecía tratando de ser mejor, de destacar en lo que podía y mis capacidades me lo permitían.
Pasaba tardes enteras sentadas frente a un cuaderno coloreado a la rápida, caminaba por las calles tomado la mano de mi madre perdiendo la vista en algún perro más grande que yo.
Todo era tan hermoso, tan perfecto, tan sano.
Los problemas era una extraña promesa que me había hecho la vida, un susurro de lo que iba a pasar, pero no me importaba en ese momento, solamente quería caminar por el jardín y esquivar las espinas de las rozas entre salto y salto.
Pero la promesa se cumplió y fuí conociendo ese lado un poco más amargo, más solitario, más doloroso.
Tanta gente que se ha ido sin despedirse! Y tanta gente que nunca conocí!
Muchas variables, para tan simple ecuación.
Amaba, creía, jugaba y sonreía.
Las letras comenzaban a inundar mi vida, corrían lentamente unos versos algo forzados que hablaban de amor y de los sueños que escondía bajo mi almohada.
Las rimas se fueron liberando, me hacía amigo del papel y de la tinta.

Poco a poco las noches se comenzaron a alargar, a llevarme a cuestionar muchas cosas, a idealizar otras cuantas y resolver un par de problemas. Me planteaba situaciones, hablaba conmigo mismo, sonreía sin más. Fue así como fui creciendo particularmente solitario en la privacidad de mi habitación por las noches. Me susurraba todas esas cosas que no me atrevía a decir, fui perdiendo el dominio de la voz y mis manos transmitían sin muchos problemas lo que quería gritar.
La música en mi vida, el ritmo en mis venas y descubrí mi gran pasión.
De ahí en adelante todo esta fresco, tal vez demasiado, no quiero mancharme con esa pintura, no quiero ensuciar la tenida de gala que he comprado para esta ocasión.
Pero recuerdo muchas noches idealizando al amor, disfrutando el odio, buscando un personaje que me permita ser como siempre soñé, irónico, desgraciado, sarcástico y despreciable.
Fui tallando lentamente con mis uñas esa máscara de madera que me ponía antes de ir a cada uno de los ensayos.

Recuerdo viajes al sur, tarde frías por la carretera.
Recuerdo mañanas flotando en el mar, esperando un par de olas que me hiciesen volar.
Recuerdo mil recuerdos, mil palabras olvidadas, mil besos al aire, mil abrazos a mi almohada.

Y todo se trataba de encontrarme, de buscar como realmente soy. Había entendido mal el juego, no se trataba de ser mejor o destacar, era simplemente ser yo.
No soy modelo de revista, tampoco un artista, no tengo mucho dinero, tampoco me creo galán, sólo sé escribir y caminar, no tengo más que esta mochila y cada recuerdo que deseo atesorar.
Así de frágil, así de común, así de simple.

Pero el tiempo se para, y antes de conocerte ya te hechaba de menos.
Siento que voy muriendo un poco más a cada año.
Y es triste que luego de cada beso que nos damos nos queda un segundo menos de vida.
Pero es maravilloso ver tu cara sonreír luego de un abrazo apretado, bien apretado de esos que te dicen con suavidad "Por favor no te vayas", de esos que no se olvidan, esos que te hacen volar.
No tengo idea si esto te lo han dicho antes o te lo dirán nuevamente después.
Lo único que sé es que cada vez queda menos para llegar a donde nos encontraremos y tiemblo igual que la primera vez.
Pretendía escribirte todo ésto, explicarte de distintas maneras que, todo lo que soñé, pensé, anhelé y desee eres tú, sólo que no lo sabía, no sabía que eran tus ojos los que me llevaban a escribir líneas llenas de esperanzas, pero eran los tuyos, no podía ser de otra manera.

Ya te puedo ver a lo lejos, sonriendo de manera sutil, con tu carita apuntando hacia el cielo y tu cuerpo que me hace delirar.
El pelo al viento y los labios brillantes.
Te tomo suavemente la cara y sonrío sin poder evitarlo.
Sí, todo lo que he vivido es para tí.
Te tomo suavemente de la cara y te beso con tranquilidad.
Deseo disfrutar el momento, amarlo y cuidarlo como si fuese el objeto más frágil que poseo.

Quisiera entregarte mi mochila, mi cuaderno y mi lápiz.
Pero prefiero que nos sentemos en una banca y me ayudes a terminar de pasar los últimos recuerdos que me van quedando en la cabeza, al papel.
Así cuando lo terminemos te lo podrás llevar y yo me quedaré con tu recuerdo en mis manos.
Te llevarás gotas de lluvia, te llevaras vientos costeros, granos de arena, frases sin sentido, risas infantiles, gestos bobos, una tarde de julio y miradas esquivas de verano.
Te llevaras ensayos, presentaciones, caminatas, atardeceres, noches y libros.
Momentos, segundos, recuerdos, sueños y un bosquejo de un futuro que soñé para los dos.

De eso se trata todo, de saber quién fuí, quién soy y quién seré.
¿Para qué?, ¿Para morir?
Sí, pero viviré en ese cuaderno que te llevarás.
Y ahí me buscarás cuando no me sientas cerca, cuando me necesites más de lo normal.
En esas letras, que es en el único lugar en donde realmente puedo expresarme con libertad.
Allí búscame, en los papeles y en tu cabeza.
Junta ambos elementos y allí me verás, tan despeinado como la última vez, y me bajarás el pelo mientras ríes, soñarás e imaginarás.
Pero primero, vamos a sentarnos a esa banca que está en medio de la nada, allí en donde temblamos sin razón alguna.
Vamos y ayúdame a traspasar mis últimos recuerdos.
De ahí en adelante, todo seguirá un destino que sabemos cómo acabará.
Yo en una casa a mal traer, tratándo de escribir una novela y tú visitándome de vez en cuando para recordar viejos tiempos.
Tal vez nos tomemos una copa y puede que hagamos el amor.
Escribiré en un papel ese momento y lo agregarás a mi cuaderno.
Me dirás que nunca me has dejado de amar y te irás moviendo tus caderas al mismo compás que hace unos cuántos recuerdos atrás.
Y antes que cierres la puerta de mi hogar te gritaré que te amo y te pediré entre lágrimas que te quedes un par de minutos más que sólo quiero un abrazo más y tú te quedarás.
Nos besaremos como cuando éramos jóvenes y no nos soltaremos nunca más.
Nunca más...

No hay comentarios: