
Lo único que quería era vivir, no pedía nada más. No por miedo a la muerte, o tal vez sí, no lo sabía muy bien. Lo que sí sabía era que no quería dejarla sola. Se lo había prometido y tampoco podría hacerlo, no se imaginaba sin ella, sin su mirada, su calor, su respiración, sin ella.
Y se le iba la vida, a cada segundo se le iba la vida. Sin poder evitarlo, ni tampoco llorarlo. En silencio, siempre en silencio, se le iba la vida. Lo sentía, tenía más que claro que no le quedaba demasiado tiempo, más bien, le quedaba bastante poco.
Así que corrió por la calle bajo la lluvia, era un tarde nublada, de un gris oscuro, de esos que hacen que anochesca más temprano de lo normal y que el frío te toque los huesos.
Sus ropas estaban empapadas, sus cabellos pegados a su frente y su mirada perdida en un horizonte que nunca existió.
La calle era larga, y el debía llegar hasta el final y virar a la izquierda, allí estaría ella, dentro de su casa, esperándole con un café y la chimenea prendida.
La vió allí sentada sobre el sofá, tapada con una manta, mirando por la ventana, esperándole con los ojos puestos en la calle.
Mientras corría, casi sin aliento, inspirado por el recuerdo de un tiempo mejor, recordó aquella tarde en la cuál no pudo despegar sus ojos con los de ella.
"-¿Qué sucede?...
-Nada, solamente te estoy mirando, espero no te moleste.- Ella calló y se sonrojó levemente mientras le miraba los labios a él.- Por que si te molesta me dices y puedo dejar de admirarte por un par de segundos.
-No, no me molesta.- Dijo ella mientras veía la sonrisa que se dibujaba en la boca de él y sonreía casi sin quererlo.
Él se quedó allí en silencio mirando sus ojos, era practicamente inimaginable que hace unos cuántos meses atrás el no pudiera fijar la mirada en los ojos de nadie más, porque le daba miedo ir a buscar más allá de lo que se muestra a simple vista, porque uno descuida su interior en esa búsqueda, y antes de que te des cuenta, ya has desnudado todas tus noches de reflexión.
Pero ahora era distinto, él ya se había lanzado a esta aventura y le gustaba el hecho de que ya hubiesen descubierto todo lo que el sueña. Había decidido jugar este juego de amor, más allá de un simple beso o una caricia, aquí se jugaba con el recuerdo, la imaginación y lo inmortal. Por lo tanto, si en algún momento le tocaba perder, no se iba a cerrar previamente para evitar el dolor, por el contrario, lo disfrutaría como parte final del juego. No había para que ilusionarse con victoria, como tampoco era necesario darse por vencido antes de que llegue el final.
Ambos sabemos que la muerte está dentro de nosotros, esperando el momento para despertar. Estrellas caen desde el cielo, galaxias enteras colapsan ante la inminente vida que está por terminar. La noche estaba clara, el cielo lloraba estelas de dolor y la luna misma se completó esa noche para no hacerla tan fría. La supervivencia del más apto no es más que una gran mentira, al final todos vamos a morir, ¿será que no existe nada más apto que la muerte?
El miedo siguió caminando por mis cuerdas vocales y no me permitió gritar. Disculpa si me corté las alas sin anestecia, pero necesitaba sentir la tierra bajo mis pies, necesitaba llenarme con tu voz, necesitaba de tu olor, de tu calor.
Quería que me vieras así de simple, con las lágrimas al borde de las pestañas, pero nunca dispuestas a caer, siempre se acobardan y se vuelven a esconder.
Quería ser esa persona con la cuál estarías siempre, quería sentirme especial a tu lado, quería hacer tus utopías una verdad palpable, solamente te quería hacer feliz.
-Prométeme que no te irás nunca, mi amor.- Dijo ella apunto de llorar, tratando de esconder el miedo en su mirada.
-Te lo prometo, no me iré nunca, no podría irme, sería demasiado idiota si siquiera pensara en irme.- Dije mientras sonreía y te besaba, tú cerraste tus ojos y sonreíste algo más tranquila."
Llegó y se detuvo frente a su casa, la observó y sonrió al ver que estaba encendida la luz de la habitación, entró corriendo y subió las escaleras de a 3 peldaños por paso que daba. Cuando se asomó a la puerta de la habitación y la vió tendida sobre la cama, dormida, sonrió y se acercó en silencio. La besó y le acarició el rostro, ella despertó y le miró. Apenas lo vió supo que algo no andaba bien, su piel estaba más pálida que el resto de los días y pudo distinguir cómo derramaba lágrimas en silencio, mezcladas con el agua de la lluvia.
-¿Qué sucede, mi amor?.- Dijo ella, algo asustada.
-Nada, solamente te estoy mirando, espero no te moleste.- Dijo él sin poder sacar los ojos de los de ella.
-Pero...estás pálido y helado, también podría jurar que estás llorando.- Dijo ella, aún preocupada.
-¿Alguna vez te he dicho lo mucho que te amo?, ¿lo hermosa que eres? y ¿que no te olvidaré nunca?.- Dijo él mientras sonreía débilmente, y la besaba con una ternura nueva en él.- Te amo mucho, demasiado...sé que lo sabes, mírame a los ojos y podrás descubrir cuánto te amo. Sólo quiero pedirte una cosa...-Hizo una pausa mientras temblaba, no precisamente de frío.- Muérete conmigo, mi amor. Muérete conmigo, que así nos dolerá menos.
Ella había notado ya que su polera estaba manchada con sangre desde el abdomen hacia abajo, y cuando vió que llegó sin su bolso habitual, ni sus audífonos, supuso que lo habían asaltado y le habían herido.
-¡Mírate!, ¡estás sangrando! ¿Qué te ha pasado?, tengo que llamar a una ambulancia, no te muevas, yo iré a buscar el teléfono.- Y se levantó de la cama, cuando una mano le sujetó la muñeca y no le dejó salir corriendo.
-No desperdicies de esa manera estos últimos momentos, porfavor quédate conmigo.- Se abrazó al cuello de ella y puso sus piernas sobre las de ella, temblando de frío le besaba el cuello y las mejillas, mientras le susurraba que la amaba.
Ella comenzó a llorar y le abrazó fuertemente.
-No te mueras, no te mueras porfavor.- Repetía ella mientras temblaba, no precisamente de miedo.
-Lo siento, pero creo que ya he vivido lo suficiente.- Dijo él, algo resignado.
-Pero, ¿y yo? ¿qué haré sin tí?- Replicó ella.
-Lo mismo que haces conmigo, vivir. Pero porfavor, vive sin que te vivan, vive por mi recuerdo, no me olvides y sigue sonriendo que te brillan los ojos de manera especial cuando sonríes.- Dijo y cerró sus ojos, mientras sintió como se le iba la vida.
"Ya no hay vuelta a atrás, nunca la ha habido y nunca la va a haber, sólo nos queda vivir, nada más que vivir, por nosotros mismos, y por nosotros dos. Somos dos, solamente dos, en nuestro mundo de incoherencias y miradas silenciosas. En nuestro mundo de bancas y de sueños. Somos dos, a veces uno, a veces sencillamente ninguno. Un equilibrio sin precedentes, una fuerza de atracción natural e indestructible, un ir y venir de sensaciones únicas, una fábrica imparable de momentos inolvidables.
Somos esos que no necesitan de palabras para comunicarse, somos esos que no necesitan de rosas, ni corazones para amarse. Sabemos que somo el uno para el otro, ¿para qué dibujar figuritas de colores encima de la gran obra que nosotros hemos pintado juntos?
Una fábrica imparable de momentos inolvidables..."
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