
Entraste a mi habitación cuando la música todavía derrotaba al silencio, me miraste y me dijiste algo, pero no pude oírte, las tonalidades eran demasiado mágicas, las palabras justas y el volumen preciso, no podía, ni quería oirte.
Comenzaste a moverte, en silencio, desnuda y sensual. Tus ojos derramaban placer y tu piel sudaba amor, pero yo no podía oirte. Estábamos demasiado lejos, separados por una enorme brecha, digna de ser respetada. ¿Cómo pudimos soñar alguna vez con que nuestra vida era única y especial?, solamente somos uno más.
Y me abrazaste mientras yo trataba de entonar mis miedos, me abrazaste por la espalda y me besaste el cuello. Buscaste detalles por debajo de mi piel y me intentaste amar, me vendaste los ojos y me acariciaste sin temor.
Sabías exactamente lo que hacías, y yo sabía lo que harías. ¿Para qué seguir deseándonos más?
No perdamos tiempo en la confianza y palabras bonitas, dame lo que quiero y busca lo que quieres.
Me besaste, intentaste hacerlo con suavidad, pero pude reconocer la suciedad en tus labios, el olor de los que te habían besado antes y anticipé tus pensamientos que imaginaban a otros hombres de cabellos rubios y ojos plateados. Pude ver tu simplicidad, oculta tras el vestido de tu sensualidad, y me seguiste alimentando, me seguiste quitando vida, continuaste despertando a la muerte en mi interior.
Me diste asco, un profundo y repentino asco, saber que tus labios no eran míos, que tu cuerpo estaba ya grabado con las huellas digitales de alguien más, y que tus pensamientos habían pertenecido a otro imbécil antes que a mí. Eras común y corriente, no tenías absolutamente nada de especial, predecible e idiota. Y yo seguía besándote solamente por el placer de mentirte.
Te hice el amor sin piedad, descargando todo mi odio en cada suspiro, jalándote el pelo más fuerte de lo normal. Pero sé mentir, sé disfrazar todo mi odio color de amor, y sé mentirte tan bien que nisiquiera te dabas cuenta que no tenía absolutamente ningún sentimiento benévolo hacia tu asquerosa humanidad. Me importaba tu cuerpo, el placer de imaginármelo virgen, nuevo, suave y mío.
Pudiste descifrar una nueva locura en mis ojos, cruzaste tu mirada con la mía y te dolió. ¿No sabías que la verdad duele, mi amor? Demasiado tarde, ahora es tiempo de satisfacer necesidades.
Te dejé tirada sobre el sofá, sudada y jadeando como un perro casi sin aliento. Te ofrecí un café y te sonreí. Me lo aceptaste y dijiste que me amabas entre susurros, yo sonreí.
Había planeado esta escena desde mucho antes, y no sabes lo maravilloso que siente poder llevarla a cabo, con esta sinfonía de fondo y con tus ojos apunto de llorar.
Fui hacia la cocina y saqué el cuchillo más grande y afilado que tenía en la casa, me acerqué lentamente hacia tu cuerpo, en silencio, al ritmo de tu corazón.
Te tomé el mentón con mi mano libre y deslizé suavemente la hoja metálica sobre la tensa y sedosa piel de tu cuello. Tus ojos se abrieron al sentir el frío del acero y me miraron buscando una explicación, antes de poder pedirte perdón, ya tenías tu respuesta. La sangre corría libremente por tus pechos y bajaba hasta tu vientre, allí formaba un océano rojo de pasión y calor, te desangrabas en mis brazos, y yo era tan feliz.
El corazón te latía rápido, lleno de miedo, sabías lo que yo era en realidad y de todas formas decidiste jugar, de todas formas quisiste morir en mis manos.
Lentamente sentiste como se te iba la vida, como se te escapaba sin poder retenerla, sin poder recordarla. Me besaste y sonreíste, sabías que ésto iba a suceder.
Tus labios seguían sucios, impuros y resecos. Tenías grabado el sabor de cada labios que te había tocado con anterioridad, besos llenos de placer animal, sin sentido alguno, besos de egocentrismo y vanidad, besos que dejan más cicatrices que recuerdos, besos que quisieras olvidar.
Pero, no, tenías que ser como todas, que van buscando gente a quien amar, sólo para sentirse más queridas, sólo para olvidar el pasado, sólo para vengarse de un mal amor o por el simple deseo de hacer una fantasía realidad. Vivías de amores que duraban una noche, los eliminabas sin piedad, ¿por qué no puedo pagarte yo con la misma moneda?
Me levanté y subí el volumen a la música, sonreí y canté a toda voz, te miré y ví tu agonía, tan lánguida y débil como siempre. Te sonreí y te clavé el cuchillo en el abdomen, tú hiciste un gesto de dolor y expiraste.
¿Cómo puedo expresar lo feliz que me hizo sentir el silencio de tu corazón?
¿Cómo puedo dibujar con tu sangre este odio que me hace volar entre las nubes?
Te observé un par de minutos, mientras me fumaba un cigarro y me acerqué a tu rosto, lo acaricé suavemente y te besé, tus labios estaban fríos, no tenían sabor ni cicatrices, estabas tan cuál te había soñado, perfecta.
-"Te amo, mi amor.."- Te susurré al oído y seguí cantando, la felicidad me inundaba el alma y le daba un poco de colro a este día gris.
Si pudieras verte, si supieras lo perfecta que te veías, te hubieras hechado a llorar, pero no podías, lamentablemente estabas muerta.
Supongo que lo siento, pero así son las cosas del amor...
2 comentarios:
Hola ^^
bueno, casi nunca tengo tiempo de comentar - perdón - pero regularmente me paso por aqui, me gustan tus escritos; gracias por compartirlos con nosotros los curiosos ^^.
Este en particular me gustó mucho, espero futuramente poder leer mas de ti.
Cuidate y ten buenas lunas.
Mi amigo de quien estoy al tanto por otros lugares pero a quien he abandonado como a tantos otros en este mundo blogeril...extrañaba leerte tan profundo. Abrazos para ti y para ella =)
Publicar un comentario