viernes, 11 de septiembre de 2009
Universos Paralelos..
Abandonado a la suerte de una hechizera analfabeta, a las premoniciones destructoras de una hoja que caía en primavera. Así voy palpando, con los ojos cerrados, lo poco que queda en mi habitación, lo poco que queda por descubrir. Pasos lentos y enfurecidos, galopes de homínido por sobre las montañas, será necesario caer profundo, a las más oscuras y densas aguas del mar, a los centros más ardientes de la Tierra, para poder llegar hasta los satélites más lejanos, las lunas más inalcanzables.Anocheceres silenciosos y solitarios, todo está bien me repito sin cesar, como esos días cuando mirar las estrellas no era más que una ilusión, un deseo intenso de poder bajar la luna con un soplido y un amigo mudo se sentaba junto a mí, mientras le aullaba al universo. Recuerdo que vi una estrella fugaz tirado en medio de una llanura, le observé caer lentamente, con una estela de sabores multicolores y de caricias inexplicables. Caía a la velocidad del primer beso, con la fuerza de un impulso revolucionario y con un destino parecido al que te propone el horizonte un día de lluvia.Se dejaba perder con tanta calma, se consumía con tal libertad que despertó viejas utopías en mi interior, volví un par de años atrás y retomé todas aquellas ideas que una tarde dejé olvidadas bajo el timbre de "Imposibles". Segundos pasivos y deformados, estados alterados y anhelados. Te estaba esperando a tí, a ese que se parece a mí, pero que no siente como yo. Llovía esa noche, llovía a más no poder. Sentía la tela impregnarse a mi piel, las gotas frías me estaban dejando desnudo en medio de la ciudad.Miedos me quedaban pocos, delirios, muchos. Enloquecía pacíficamente, dentro de una tormenta de nicotina, psicotrópicos y alcohol. Lluvia ácida, lluvia de ebriedad y de cavilaciones. Gotas de destiempos, de memorias y de sarcasmo.El clima se burlaba de mí, lloraba de la risa y dejaba caer sobre mis hombros su insoportable humor blanco, su pureza, su virginidad.Pero las nubes que me bañaban eran nubes que llovían por sobre la atmósfera, nubes que eran capaces de apagar el sol. Me asolaban huracanes que devoraban agujeros negros, se revolvían los miedos y deseos en mi interior; Se despertaban los placeres y se dormía la razón,y le recordé por una vez más al instante que me sujetaba fuerte a esa estrella que se lanzaba al vacío, le acaricié y le guié. Nos fuimos directamente hacia el sol. Mi corazón estaba en manos seguras, escondido detrás de baúles sucios y antiguos que ella tenía dentro. Yo me llevaba su risa, su aroma y su piel, mientras sus silencios y el sabor de su saliva me bajaban el pulso y me regalaban una catarsis existencial.Impacté contra el sol y desaparecí, no existí más dentro de esa extraña galaxia de empatía y solidaridad. Fuí un big-bang que no generó planetas, que consumió vidas, tomó segundos sin preguntar y se alimentó con sangre ajena, pero sabrosa. Orbité el sol y desaparecí. Abandonado caminé por sobre combustiones típicas de la superficie solar, y vi caer una hoja desde lo más alto de un arbol en plena primavera.
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