domingo, 22 de agosto de 2010

Invierno...


Un momento de descanso para mis espirales cotidianas, una sensación fría y pálida. Y empezar a caminar llorando, por la vida. Llorar por todos esos errores, por todo lo que ya no está y por lo que nunca estuvo. Llorar porque es necesario.
Sentirse triste porque una estrella se apagó, perder la vitalidad a causa de la ausencia de tus cabellos.
Llorar por la vida, porque nunca nadie nos enseñó a caminarla.
Llorar, porque el horizonte es una línea que nunca llegaremos a cruzar.
Llorar por la vida, porque duele.
Llorar por mí, porque me duelo.
Llorar por tí, porque te siento como la lluvia.

Muerto.

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