
Como era de esperar, la vi partir. Dibujando líneas imaginarias sobre la habitación, todo callado, como si nunca nos encontramos en la vida. Las velas se apagaban, derretidas en su propio eje contorneado ahora, porque a fin de cuentas todos nos cruzamos alguna vez para luego despedirnos.
"Te observé venir desde lejos, pisada firme y retina en llamas. Me tomaste por la espalda y lloraste sobre mi cabello. El aire era tibio, las hojas caían tranquilas, todo era de color anaranjado otoñal.
Me besaste por largos minutos, luego sonreíste y susurraste algo sobre el adiós.
Te pregunté sin reparos: “¿Has visto, acaso, una película de amor?”.- “Sí”, dijiste instantáneamente.
Luego me miraste detenidamente y sonreíste:
-“¿Y tú arrendaste una sobre sueños imposibles?”, preguntaste en tu defensa.
-“Sí,- Dije entre suspiros- ¿no lo puedes notar?”
Finalmente tomaste mi mano, descubriste que era yo aquél que estaba allí y no dijiste nada, no podías. Desde aquella vez que no te he vuelto a ver.
No hay comentarios:
Publicar un comentario