
Cuando tu boca calca un cuerpo anómalo entrecortado, bastante difuminado por los segundos militares que existen en las arenas movedizas, a mí no me queda más que pedirte que te vayas.
Y todo comienza otra vez, los doce cuentos ya terminaron, pero otros mitos se venderán de boca en boca, prostíbulos orales de historietas enfermizas y contracciones anales.
Cuando manos olviden el calor que tenía el sol durante los veranos tirados, nosotros, a un lado del mar. Ocasos para los que no pueden dormir, amaneceres para los que saben besar, vidas eternas para los que entienden de mentir.
Pero las monedas hacen pesados los bolsillos, la paz inútil la guerra, el amor al prójimo estéril la integridad del humano, la ciudad amarra los pies voladores y el voto calla la voz.
Cuando el ideal se atraviesa, algo se quiebra en tu mirar, el nacimiento de algo nuevo está gestado en tu odio, existe en ambos costados de tu corazón. Una cama sin hacer, una televisión sin apagar, un muerto no sepultado, un escritor sin libro, un cantante sin disco, un humano sin dios, un amante sin sentimientos y sigo preguntando al viento, ¿dónde se perdió eso que nunca logré tener?
Espero con la lengua bromista, imaginando alguna de tus sonrisas esquivas. Casi como si nada hubiese pasado, camino por los mismos lugares todos los días, mi lóbulo derecho cerebral no sabe sumar.
Que cante el que quiera, que baile el que tenga ganas y que se quede el que lo desee.
Giré el cuerpo hacia lo mortal, opté por caer, devoré la tierra bajo mis pies, me convertí en letras, habité el papel y no sé donde terminé. Recortado el recuerdo, acariciar el pasto que asoma ingenuo en un desierto onírico. Obsoleta la cruz, enfermo el sano, incestuoso el niño antes de nacer.
Disparé la mitad, guárdate los abrazos para el final, aplaude con el cuerpo entero, desnúdate para que te pueda sentir.
Tomarlo como normal, que todo aquel que un día llegó siempre se irá.
Ojalá vuelva tu voz a darme calor, ojalá que todavía exista yo.
No veo nada.
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