viernes, 25 de mayo de 2012

Nosotros los hombres del ayer.

Como en el paso eterno me detuve a mirar la deformación del suelo, del golpeteo incesante de los años, de la fotografía más cansada de tanto esperar.


Así, y con las piernas en los bolsillo, levanté la ideología para volverme a matar. Con la inmundicia propia de nuestras manos saludamos a la bandera de la soledad. Casi uno para ser todos, los todos se reparten en uno. Ninguna reja frenará nuestro avanzar.

En una fractura de discurso nacen nuestros cuerpos, en un giro de lengua nos creamos tan iguales sin igualdad. Aborrecidos por los niños, tan grandes como simpáticos, crecemos sobre nuestros saberes plasmados en cartón, una línea más hacia el olimpo, una ley más para callar.

Nos metimos en casas para esconder pasiones, nos dibujamos las calles para hacerlas soñar, para pintarlas a punta de malestar, para sacarles lo bonito del paisaje y mostrarle lo humano del pasar, para que les duela en parte la vida, para que reinen su propia libertad.

Tanto así como creímos que el infinito era nuestro y que los muertos se debían vengar nos cayeron los sentimientos que habíamos plantado al lado del capataz, se vinieron abajo los monumentos, nos atravesamos desde la necesidad.

Fraccionados desde la mirada, nos faltaron gritos para hablar, nos sobraron tardes flotando en la risa elemental. Intencional o no, se nos fueron las sábanas pies abajo, se nos agudizó el puente y nos perdimos a encontrar.

Cual camino desconocido se posaron estrellas sobre la mitad, se cayeron los lobos en sus lunas, se alzaron los puños en señal de libertad.

"Encontré en tus palabras la boca mía colgada en un gesto del total complicidad, encontré en tu sonrisa la grieta donde se puede descansar, encontré en tus lamentos una vida completa por protestar.
Planté mi infancia para verme unos años atrás, para alimentarme otra vez de juegos, para que mi mundo me pueda sujetar."



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