
Esa nunca fue mi intención, ni las letras, ni pedirte perdón.
Las gaviotas se sumergen en la arena de la playa buscando un poco de mar, interceptando la torre de amor que se perdió en medio de la nada, ahí justo al lado de nuestra cama, donde alguna vez hicimos el amor entre sueños y promesas que quedaron por cumplir.
Deberías saber un par de ignorancias que tengo sobre tu extraña manera de respirar, y que el color negro me gusta, pero sólo si lo mezclamos con una gaseosa y le sustraemos el componente químico que me provoca una erección en la espina dorsal, la cual desencadena una desesperante sensación de melancolía, melancolía que no he aprendido a sobrellevar, a fin de cuentas eso no deberías haberlo sabido.
Tómame y llévame lejos, a un lugar donde podamos descansar, juntos, solos, nosotros dos.
Deberías saber que hace tiempo ando buscando mi soledad, no sé si hablo de ser miserable o simplemente sentirme perdido, así de adormecido y mareado, sin intentar estar confundido, sencillamente abandonado.
Y deberías saber que cuando escucho aquella canción sigo pensando en tus ojos, tratando de entender todo eso que me dijiste cuando te despediste y no volviste más. Cuando me visitaste al cerrar los ojos y te perdiste al abrirlos, entre suspiros que no empañan la ventana de la habitación y besos que no mojan mis labios.
Entibiaste mi cuerpo con el tuyo, te sujetaste a mis manos y te grabaste en mi mirada, ¿cómo poder esquivarte ahora que me quieres pegar donde duele más?
Deberías saber que se acabó nuestro caminar, y ahora no puedo dormir.
Y yo que sólo quería, en tus ojos, vivir.
Debería saberlo, todavía te siento junto a mi...
¿Estás aquí?