martes, 8 de diciembre de 2009

Sufrir..


Dos pasos hacia adelante y tres exclamaciones más hacia atrás voy dando, mientras tú te sigues ensuciando con los restos que quedaron del banquete de anoche, de aquella cena romántica con toques caníbales que decidimos construir cuando las aves todavía cantaban canciones para morir.

Si te estoy haciendo daño, perdóname; y es que tengo hambre de tus lágrimas, tengo unas enormes ganas de verte caer, hermosa e indigna, triste y desolada.
Quiero lanzarte al mar, como si fueses una piedra. Quiero que flotes en el aire y te hundas en lo más profundo de mi oscuridad.
Y te esperaré, hasta que tiendas a volver a mí, herida y ensangrentada, perdida y mal encontrada. No te buscarán ángeles, no te devorarán demonios, tampoco el cielo será azul ni las nubes negras. Si bien ahí estaré yo, de pie suspirando por tu vida, tratando de que ese sufrimiento tuyo sea pingüe y te permita alcanzar la ilusión de un pasar mejor.
Ninguno de nosotros comprende lo que está por suceder, ese acontecimiento que tanto buscaste y que ahora no puedes esquivar. Aquel suceso que viene directo hacia tu cara y amenaza con deformar toda tu vanidad, con romper todos tus espejos y con vestirte de pedazos de vidrio delirantes.
A pesar de todo no volveré, no giraré mi ojos para verte venir porque tengo ganas de que me sorprendas nuevamente, de que me saques una sonrisa imprudente y un beso anhelado.
Y creo que me quiero, y al quererme te quiero, o al quererte me quiero, en el peor de los casos hemos de suponer que soy incapaz de querer, en ese caso, y sólo en ese caso, podremos abrazarnos y sentirnos libres, puesto que todo esto fue un lindo sueño, perdido entre muchos otros sueños que soñaste y que soñarás.
Sé que no soy único, ni mucho menos especialista en hacerte sentir bien, pero créeme que todo el dolor que te causo es por una extraña motivación que nace desde mis abismos carnales. Una fuerza hormonal que me lleva a degustar tu soledad, tus silencios y tus miradas. Unas ganas enormes de poner mis pisadas donde ninguno las ha puesto, en esas páginas que tú escribiste escondida de todo ojo extranjero que te pudiese incomodar, pero ¿seré yo un extranjero más en tu vida?, o ¿será que sólo soy el clímax de esta tragedia que está por terminar?.

Comparaciones odiosas e ironías de acero, dagas sin filo que corren decididas a besarte el cuello.
¡Oh, destello del amanecer, tu ego es demasiado grande para destruirlo con un beso!
Tienes ganas de soledad, tus venas quieren sangrar, déjame ser ese cuchillo que camine por tu cuello y te haga sonreír, entonces, sonreirás para mí, sufrirás para mí y yo no te olvidaré, entonces te podría amar.

No hay comentarios: