
Ya no tiene final lo indefinido, desapareció ese que no llegó y yo que sigo escondiéndome de la sombra que he de cargar, algo está delante tuyo y no lo puedes saborear.
Creo que llegó la hora de despedirnos. La ineludible duda que te ataca la garganta, ese silencio que puede callar tus más sinceras lágrimas, segundos para no pensar.
Te siento la mano helada, la piel desganada, la lengua anestesiada, la mirada abandonada. Desearía que pudieses quedarte un minuto más, tal vez el punto final no está tan próximo dentro de nuestra narración, dentro de nuestro corazón.
El pecho acolchado para la caída, esa sensación retraída que llevada a un colapso esencialista, muy poco realista, anoche mataron al último de los optimistas, ese que no buscaba ser feliz.
Sonrisa cínica en la boca de aquel que le cuesta vivir, amargura en la comisura de los labios, miel con vinagre, tu manzana bañada en hiel.
Si quieres esa libertad que cantan las cuerdas de tu guitarra, toma tu arma sin balas, escupe al cielo y dispárale a dios. De carne es incluso aquel crea algo desde el barro, de carne es también aquello que sale de la costilla del ideal, de eso que también puede estar mal. Somos demasiado egoístas, pues a ese que se esconde entre las nubes no le damos margen de error. ¿Acaso María tuvo un orgasmo la noche de la anunciación?
No todo es lo que parece, entre risas y frases volátiles te desnudas sutilmente, casi como si no supieras que ya te quedas sin prendas para cubrirte, sin gente cerca, sin puertas para golpear. Sola contigo asusta más que sola en la oscuridad.
"Te veo de reojo, mientras te ríes nerviosa. Pregunto qué sucede, pero tú sólo sabes sonrojarte y callar. Me miras mientras te cubres la cara con las manos y entiendes que ya comprendo todo, pero justo cuando tomas aire para argumentar algo a tu favor te robo un beso y tú vuelves a sonreír. El sabor que queda en mis labios me tranquiliza e idiotiza, no puedo hacer más que mirarte de reojo y jugar a todo volverá a pasar."