martes, 9 de noviembre de 2010

La vida misma..


Rápido cae la pluma, sutil corta el metal, delirante la locura misma en su racionalidad. Los árboles suben las montañas buscando alguna nube para navegar, el cangrejo y su visión lateral.
En dos dimensiones se gesta el niño, el útero y su propia sexualidad. Un lugar que no sea helado, una sombra que le haga frente al sol.

Las paralelas que se aman, esas que se buscan, abrazan e interceptan. Apresúrate, los zapatos se quieren escapar. No hay número más fuerte que una flor en invierno, dentro y fuera de nosotros mismos, delgada la línea que divide el cielo y el mar. ¿Qué tanto me puedes respirar?

La música que compone el sordo, la pintura del ciego, el trote del inválido. Vienes de lo cercano, el trayecto violado, lo introyectado con una lágrima.
El cuerpo que sangra por placer, una flecha disparada al aire llena de esperanza, de ilusiones contrapuestas unas sobre otras, acostándose en silencio.

Y no intentes decir la verdad, no apuestes a querer si no puedes con el dolor. Todo pasará, la vida misma se expresa en la pérdida de lo que no nos pertenece, no podemos ver más allá de nuestras manos.

Morbo excitado, inútil es el corazón cuando no tienes cuerpo para bombear.
Sembrando mis suspiros en paisajes de papel, se apaga una mirada, una célula que descansa y otra nacerá en su lugar.

Déjame tu calma más acá, un cosmos en tu nariz, ríos atraviesan tus labios, saliva en tu ombligo.
No hay minutos en esta posición, no corras tan rápido que te estás quedando atrás.
Hoy tus cabellos liberan aves carroñeras, un baile con forma de alfa.
Tus cuervos devoran la comida que quedó entre mis dientes, yo decidí almorzar tu costado más visceral, hoy degustaré a la virgen que se lamenta cuando su dios la quiere abrazar, esa que apunta y dispara claveles a la cabeza del mesías. Y se deja caminar.

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