sábado, 19 de marzo de 2011

Inundación..


Con los perros ladrando el himno de la resistencia del hueso, con los caracoles bailando sobre la sal, y los ojos puestos en el corazón. Nunca falla lo que está al fondo, las tablas rotas del escenario vital, abandonados en la arena con la cruz infiel.
El bebé que no sabe que será del útero, de las piernas marcadas a fuego de pasión, un beso para olvidar lo que dijiste ayer, yo nunca quise crecer.

Se salió el mar en mi interior, bañé el cuerpo en licor para ver más allá, dibujé una línea en tu mano para poder caminar y arder, luego, hacia donde tu silueta me quiera llevar.
Gatea la razón, infantil e inmadura. Las acciones sin reacción, la pregunta que no se quiere responder.

Disminuiste a velocidad cuando estábamos por chocar, te desnudaste cuando hacía frío, ese abismo que junta más y más, ya no me puede doler.
Las uñas largas para morder, la sangre liviana para flotar, la lengua veloz para nacer.

Me diste lo que no quería tener, blasfemé sobre las calles de la ciudad, anocheció con el mismo sol que apagó el amanecer. Las máquinas preparadas para funcionar, el dedo en el gatillo con la muerte en el nudillo, el cañón en la frente para colorear la habitación con las ideas que reprime el cráneo universal.
Bombas en los pilares de la sociedad, alimentar las ventanas con humo de tabaco, asfixiar la moral con las sábanas de un motel.

Derramé lágrimas sobre la mitad del papel para que la tinta fluya hacia la eternidad, me golpearé contra la puerta para abrir el pestillo, porque la luz de la fe brilla sólo cuando te crujen los huesos.
Construí un horario para no llegar, un trabajo sin pagar, un artista sin telar.

Nadaste sobre el mar, te ahogaste y volviste a respirar, se estrelló el cielo con tus cabellos, tembló el suelo con tu dolor.
Una risa que no todo sea hiel, veamos el final de pie, una ola se levanta con la fuerza de la voluntad.

Y abrí los ojos bajo el agua, dejé la toalla para mañana, flotó mi cuerpo sobre el ayer.

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